En abril de 2015, mientras el edificio de Arquitectura se mantenía cercado y próximo a ser demolido, los estudiantes de la facultad vecina –la de Bellas Artes- intervinieron las paredes temporales como forma de grito de protesta. La paradoja inquietó a los estudiantes de Artes, que sin usar palabras exageradas, convirtieron al edificio de su facultad en una cámara oscura. Taparon cada hueco por donde la luz entraba a excepción de unos cuantos orificios que sirvieron de obturador. El resultado fue una fotografía del tamaño de una pared que registró los últimos días de la facultad de Arquitectura. Puede leer: Las caras del movimiento estudiantil que le medirá una vez más el pulso al Gobierno El edificio se fue al suelo, luego de estar en pie durante 50 años. Hoy es una llanura con remanentes de ladrillo, cemento y arena. Problemas de sismo resistencia y los cambios en las condiciones del suelo en la ciudad fueron las razones. Con el tiempo el edificio de la facultad de Bellas Artes también se volvió inhabitable por falta de mantenimiento. Entonces al profesor Dioscórides Pérez se le ocurrió otra idea –tal vez más transgresora- para alzar voces y que le prestaran atención a ese edificio que también albergó en un pasado a la facultad de Arquitectura.
El edificio de Artes tuvo que ser desalojado. Convocó a estudiantes y profesores a un performance donde posaran desnudos frente a la gigantesca grieta. Luego volvieron a aparecer en el mismo lugar, pero vestidos de negro, como de luto, y después delinearon el antiguo edificio. Desde hace dos años, los estudiantes de artes tienen que ir al campus Santa Rosa, porque el lugar donde funcionaba fue clausurado. Hoy es una ruina solitaria, torcida hasta el costado occidental, con puertas y ventanas que no cierran y una boquete que dibuja algo similar a un estruendoso rayo. En contexto: A horas de la marcha, Duque aumenta en un billón el presupuesto de educación Mientras la marcha de estudiantes de este miércoles cruzaba el puente de la avenida las Américas con carrera 30, un alumno de ingeniería recuerda haber leído que los edificios del Centro Antonio Nariño alguna vez fueron residencias estudiantiles. “Parte de la propuesta urbana era incorporar residencias universitarias. Pero el Estado le dio una finalidad diferente, porque en las residencias que quedaban por la puerta occidental se convirtieron en refugios de no estudiantes, y decidieron acabar con eso”, explica el profesor y arquitecto Carlos Niño. La revista Arcadia cita la muerte de un joven que cayó desde el quinto piso. Luego vinieron otros problemas como el consumo y tráfico de drogas, y el reclutamiento de grupos armados ilegales a plena luz.
El edificio de arquitectura tuvo que ser demolido Leopold Rother tenía 42 años cuando Alfonso López Pumarejo le encargó el diseño de la Universidad Nacional. Una construcción que tuvo dos periodos, primero fue la ‘ciudad blanca’ entre 1937 y 1943; y el segundo entre 1943 y 1964, con más materiales a la vista y menos blanco. Antes de su campus actual con forma de búho –animal que representa la sabiduría- la Universidad estuvo regada por el centro de Bogotá, en el barrio la Candelaria, gracias a unos edificios desamortizados de la Iglesia Católica y otros sin uso del Estado. Le recomendamos: Las razones por las que los estudiantes continúan marchando La Nacional tiene 27 bienes de interés cultural de la nación, 152 edificaciones de las cuales 131 no tienen la norma de sismo resistencia. 21 están en situación de alta vulnerabilidad y cuatro en ruina o amenaza de llegar a serlo: la antigua torre de Enfermería, la Escuela de Cine y Televisión, el estadio Alfonso López y la Escuela de Bellas Artes, las dos últimas declaradas patrimonio.
La Hemeroteca, aunque más moderna y en ladrillo, también tiene sus grietas. Desde la calle 26 pareciera que los efectos del bajo presupuesto no han llegado hasta ese edificio aislado del resto, pero la verdad es que aunque en menor escala, en el resguardo de miles de periódicos y revistas con registros del día a día de Colombia también hay descuido. Otro de los edificios que más ha causado indignación por la falta de cuidado es el de Derecho. Jennifer Pedraza, la estudiante a quien Ernesto Macías no dejó terminar su intervención en el Congreso, recuerda que ver el techo caído, con la tormenta adentro de la facultad, la motivó a comenzar el largo camino para convertirse en la líder estudiantil que es hoy. Y por mencionar un caso similar, en la Escuela de Cine y Televisión el baño de mujeres se desplomó en 2013. Hoy el edificio es casi ruinas.
Foto Carlos Julio Martínez Aunque el auditorio León de Greiff, premio nacional de arquitectura, es uno de los edificios que más se conserva, tiene claras señales de su deterioro. Por allí se han hecho asambleas, álgidos debates, grandes y memorables conciertos. Por lo que no es un lugar exclusivo de la universidad sino de la ciudad entera. El conservatorio, durante un concierto hubo tiempo para pausar un momento la música y que las letras invadieran con su silencio el León de Greiff. El director de la orquesta dio la señal y los instrumentos no sonaron. “La música es nuestra revolución”, decía en una pancarta que sacaron los músicos en tarima. Los pocos estudiantes que alcanzaron a entrar a las aulas del edificio de Bellas Artes recuerdan el miedo que les corría pierna arriba cuando llovía o el clima era muy adverso. “Es como el mismo miedo que tengo de que no aprueben más presupuesto para salvar a la U”, dijo uno de ellos, con un pañuelo azul que identifica a esos estudiantes en la marcha, y mientras ayuda a cargar un barco con letreros –algo así como una escultura de protesta- que pide auxilio… No sea que se le abra una grieta y se hunda en el agua.