Recientemente, Mabel Lara, destacada periodista y reconocida presentadora de Noticias Uno, publicó una columna en el periódico El País de Cali, en la que reflexiona sobre la enseñanza del periodismo y plantea la necesidad de repensar el tipo de profesionales que estamos formando. Sin duda, se trata de una pregunta y una reflexión muy profundas, dado que estamos en un mundo que se torna crecientemente flexible, globalizado y virtual, mientras las universidades siguen siendo menos flexibles de lo necesario y en extremo fragmentadas y orales, lo que ha generado un desfase entre lo que se enseña y lo que necesita el país. El fenómeno es mucho más grave en algunas universidades y facultades, pero es, en todos los casos, muy preocupante. Las universidades parecen detenidas en el tiempo, mientras que el tiempo y los cambios parecieran marchar a velocidades exponenciales en el mundo real. En días pasados, el Presidente de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina expresaba una preocupación análoga. Afirmó que en el país se están graduando muy buenos médicos, pero que son demasiado especializados para un país que sigue necesitando prioritariamente médicos generales. En ingeniería de sistemas el problema es similar, pero adquiere dimensiones globales: las empresas en el mundo han dejado de exigir títulos a los ingenieros de sistemas, porque consideran que lo que se enseña en las universidades no es lo que necesitan en sus empresas para digitalizar sus procesos. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, enseñar a manejar unos códigos en unos determinados sistemas, que seguramente ya no existirán cuando los estudiantes se gradúen? En derecho, el problema tiende a ser similar. ¿Para qué enseñar unas leyes, códigos o decretos, si muchos de ellos habrán cambiado en el transcurso de los cinco años que suele durar la carrera? Algo parecido podríamos decir en administración de empresas, pues muchos empresarios tampoco confían en lo que se hace en la universidad. Por el contrario, se quejan de la falta de creatividad, de trabajo en equipo, de competencias para resolver problemas reales, o de los niveles de comprensión lectora y de inteligencia emocional de los nuevos profesionales. Mientras tanto las universidades siguen engolosinadas con el cálculo infinitesimal, desconociendo la inteligencia interpersonal y la originalidad de sus estudiantes y, en general, distanciadas de los problemas del mundo real. Para profundizar: La reforma pedagógica pendiente en la universidad Es un hecho: La llegada de la virtualidad, de las redes, de las plataformas virtuales y de la circulación digital de los contenidos, extrañamente no ha generado las necesarias modificaciones en las carreras de comunicación social y periodismo. Mábel también tiene razón cuando dice que es equivocada la solución que se impuso en la práctica en estos campos, porque han comenzado a llegar muy diversos profesionales a ejercer el periodismo, sin la necesaria formación en responsabilidad social y competencias éticas que se requieren para relacionar adecuadamente a la comunidad con los hechos. Vivimos un mundo dominado por las noticias falsas, en el que uno de los mitómanos más grandes que hayamos conocido gobierna la mayor potencia económica del planeta; en el que Inglaterra terminó, casi sin darse cuenta y muy arrepentida, separada de la Unión Europea, y en el que en Colombia triunfó el No cuando tenía que decidir si aceptaba la reincorporación a la vida civil de la guerrilla más grande y fuerte de América Latina. También en Colombia perdimos la consulta anticorrupción. Ninguno de estos procesos podría ser comprendido sin la necesaria manipulación del electorado a partir del miedo, de la expansión del odio al migrante y de la conversión de la ira en votos, procesos que fueron facilitados enormemente por la divulgación de las fake news. Para leer: El triunfo del NO y el fracaso de la educación colombiana El miedo y el odio siempre han sido utilizados en política electoral, pero su potencialidad se multiplicó vertiginosamente en la era de la “post-verdad” y las mentiras. Las redes han cambiado las democracias de manera muy sensible, en un proceso que todavía estamos por investigar y comprender. Lo que ya sabemos es que, impusieron la inmediatez, la virtualidad y ayudaron a la polarización, a la generalización del populismo y a la consolidación del fanatismo. Mábel concluye que el periodismo se debería enseñar como postgrado y que, previamente, el periodista debería estudiar los pregrados en los que ejercería su profesión. Mi propuesta sería contraria. Lo que creo es que hay que transformar por completo la carrera de periodismo, de tal manera que en el pregrado se fortalezcan algunas de las competencias que hoy se trabajan menos de lo necesario, como serían las asociadas a la investigación, las comunicativas, vinculadas a la virtualidad, y las argumentativas, ligadas con la digitalización y las redes. Así mismo, una condición sine qua non para ejercer el periodismo debería ser la formación integral, con especial acento en la responsabilidad social y las competencias éticas. Los nuevos pregrados tendrían que tener énfasis en investigación, responsabilidad social, argumentación, manejo de redes y ética. No obstante, también es cierto que necesitamos que los egresados dejen de ser periodistas “toderos” para convertirse en periodistas especializados en algunas temáticas propias de la comunicación, procesos que se consolidarían en los postgrados. El periodista actual requiere formarse en competencias comunicativas adecuadas para la era virtual, responsabilidad social y competencias éticas, pero también es necesario que tenga un mayor grado de especialización para que comprenda y domine las noticias que está entregando al acceso de una población con tan bajo nivel de lectura crítica y comprensión. Y esto es algo que sólo se logra si el periodista comprende muy bien la noticia, si ha pensado en ella y si capta en dónde están las dificultades para entenderlas. En términos técnicos, si previamente ha realizado adecuados procesos metacognitivos, ya que, nadie puede explicar aquello que previamente no ha comprendido. Los noticieros actuales reproducen los mismos vicios y falencias de la escuela tradicional: creen que están transmitiendo noticias y por ello enfatizan demasiado en los datos fragmentados y poco en los conceptos generales; casi no explican, reflexionan muy poco; parecen no captar que hay múltiples interpretaciones de cada uno de los hechos y ponen a analizar y pensar mucho menos de lo necesario a la población. Le puede interesar: ¿A qué deberían ir los niños a la escuela? Los buenos noticieros, los buenos medios de comunicación y los buenos periodistas son los que investigan, son independientes y argumentativos; son aquellos que reflexionan, explican, profundizan, muestran diversas perspectivas e interpretaciones y ponen a pensar y analizar. Todas ellas tendrían que ser las competencias centrales en los currículos de los nuevos pregrados de las facultades de comunicación y periodismo. Comparto plenamente el diagnóstico de Mábel: la necesidad de repensar el tipo de profesionales que estamos formando en las actuales universidades; pero la derivada a la que llego es que la especialización debe ser el punto de llegada, para que la formación de los futuros periodistas le dé mayor énfasis a la reflexión y a la profundidad que a la extensión de la noticia. En el periodismo, publicar menos noticias debería garantizar mayor profundidad y reflexión en el tratamiento de cada una de ellas. *Director del Instituto Alberto Merani y Consultor en educación de las Naciones Unidas (@juliandezubiria)