Cuando un gobierno quiere demostrar resultados medibles y cuantificables empieza a exponer sus logros: la economía creció, el desempleo disminuyó, construyó colegios, y así, continúa con una larga lista. Y todo, si nos atenemos a las cifras institucionales, pareciera positivo. Más cuando presentan los números, omiten las limitaciones y los fracasos. ¿Cuál es el costo ambiental del crecimiento minero? ¿Aumentó el empleo informal? ¿Los colegios entregados presentan fallas estructurales? Poco se dice al respecto. No quieren opacar la buena gestión. El problema es que la visión resulta parcial y optimista, pero no necesariamente describe la realidad.Sin embargo, esta actitud no es solo gubernamental. Lo común es que las personas y las instituciones inflen los logros y omitan los fracasos. Les ocurre a las empresas, a las madres al hablar de sus hijos, a los jóvenes y adultos en reuniones sociales cuando describen su vida profesional y laboral, o durante las entrevistas laborales. En los currículos, por ejemplo, resaltan las habilidades, las destrezas, lo positivo. Muy pocos exponen sus fracasos. Por esto causó tanta conmoción en las redes sociales que el profesor la Universidad de Princeton Johannes Haushofer publicara en su hoja de vida el largo listado de sus proyectos frustrados.Haushofer empezó su presentación personal al decir que “había fracasado en casi todo lo que había intentado”. Luego, empezó un listado de los programas universitarios a los que no entró, en el que incluyó los programa de PhD en Psicología en la Universidad de Harvard, de Neurociencia y Psicología de Stanford, y un BA en Relaciones Internacionales en London School of Economics. También hizo un listado de los cargos y de las becas que no consiguió; de los artículos que no le publicaron y de los fondos para investigación que no le concedieron. Y al final de su hoja de vida escribió, como para cerrar con un último fracaso, que “la publicación de su currículo de fracasos había recibido más atención que todas sus publicaciones académicas juntas”.En su currículo, Johannes Haushofer afirma que como “sus logros son más visibles que los fracasos, las personas suelen pensar que la mayoría de sus proyectos han tenido éxito. Y como resultado, se culpan duramente a sí mismos por sus propios fracasos, en vez de pensar que el mundo es azaroso, que las aplicaciones son inciertas, y que los comités de selección y los evaluadores pueden tener malos días”. Entonces, decidió visibilizar sus fracasos, para mostrar una perspectiva más amplia de su vida. Todo empieza en la escuelaEn los colegios es común que los errores sean marcados con una ´X´, por lo general roja, para resaltar la equivocación. Desde los primeros años en el colegio, los maestros corrigen y señalan a los niños por equivocarse. “Incluso es común que sus compañeros y maestros se burlen de ellos por los errores cometidos”, según lo afirma una profesora de inglés de un colegio de Bogotá. Así, las equivocaciones espontáneas en el aprendizaje empiezan a ser vistas con miedo, porque significan reprobación y castigo. Y luego, después de años de censura, los niños pierden la capacidad de arriesgarse, por el temor a la equivocación. Así lo afirma el educador británico Sir Ken Robinson.Después, en la vida laboral ocurre lo mismo: “las empresas estigmatizan el error. Un error es lo peor que se puede cometer”, asegura Robinson. En las juntas y en las reuniones se forma, al igual que en los colegios, una dicotomía: los logros son buenos y las equivocaciones, malas. Lo común es censurar y premiar. Entonces, es apenas natural, que niños, jóvenes y adultos, escondan los errores, las fallas y los fracasos, porque siempre los han visto como negativos e incluso como punibles.Sin embargo, los errores, los fracasos, en la administración pública, en vida empresarial, o en la personal, no sólo son frecuentes, sino que también constituyen un proceso formativo. El problema, según el profesor Mario Escobar es que “si nos formamos creyendo que la vida debe ser una cadena de éxitos estaremos condenados a la frustración. Solo si reconocemos y asumimos los errores y los fracasos, podremos salir adelante”. Porque nuestras vidas son, como lo afirma Johannes Haushofer, más una concatenación de fracasos, que una serie de logros memorables.