Daniel Sanabria Torres no es un niño convencional. A sus 8 años no conoce el significado de salir a vacaciones, no usa uniforme y le emociona decir que va al cine un miércoles a las diez de la mañana.
A diferencia de muchos niños de su edad, Daniel no va a la escuela, desde tiempo antes de la pandemia, por lo que para él el cambio no ha sido tan drástico. En cambio, lee sobre animales y aprende a contar desde su casa. Habla de la libertad que tiene como si hablara de su juguete favorito, y no es para menos. Para sus padres, Katherine Torres y Julián Sanabria, una familia de clase media de la localidad de San Cristóbal Sur en Bogotá, es un principio de vida. Para muchos expertos en educación, sacar a un niño de la escuela para formarlo desde casa es una idea descabellada. Sin embargo, la familia Torres Sanabria cree todo lo contrario. “No hay nada más cruel y perverso que estandarizar los talentos de cada niño como lo hacen las escuelas”, dicen.
Daniel Sanabria, en septiembre pasado, salvó el concierto de André Rieu en Bogotá, tocando con una flauta de PVC cuando hubo problemas de sonido. Sin embargo, este método de enseñanza también tiene detractores. Por ejemplo, el experto en educación Julián de Zubiría considera que los colegios ofrecen mejores oportunidades por contar con ambientes más amplios, flexibles y profesionales. "Son evidentes las restricciones que un medio como el hogar genera en el léxico, la flexibilidad, la originalidad o la reelaboración de las ideas. Los niños formados en hogares pequeños y relativamente cerrados, suelen tener dificultades en sus interacciones y presentan lentitud en su desarrollo cognitivo y emocional", dice.
Pese a las críticas no solo de expertos, sino de sus familiares, tomaron esta controversial decisión. “Claro que nos criticaron mucho, porque la gente aún acepta el sistema tradicional. Tienen en su cabeza que estar más de ocho horas en un pupitre y levantar la mano para ir al baño es ejemplo de disciplina y aprendizaje”, añadió Katherine. Sin embargo, eso no significa que Daniel esté desescolarizado. En este momento cursa tercer grado en un colegio virtual en donde los profesores le envían actividades por correo electrónico. Adicionalmente, Katherine ha generado espacios en casa para que su hijo aplique sus conocimientos. “Él tiene un negocio de dulces en casa con el que aprende a contar y a multiplicar. También usamos las actividades cotidianas para que aprenda. Por ejemplo, en el supermercado le enseñé las unidades, decenas y centenas”, explicó. La decisión de que Daniel estudiara en casa llegó a raíz de la insatisfacción de la familia con la escuela. Y si bien recibieron críticas, en estos momentos reciben preguntas de otros padres interesados en el homeschool. Además, se sorprenden al saber que Daniel fue el pequeño que en septiembre pasado salvó el concierto de André Rieu en el Movistar Arena en Bogotá, al tocar con una flauta de PVC cuando hubo problemas de sonido.
Es el caso del modelo homeschool o educados en casa, admitido legalmente en 30 países, y que ha alcanzado una enorme divulgación en Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia y Australia. Hay tantas modalidades de homeschool —escuela en el hogar— como familias que lo practican. “La mayoría de los casos cuentan con uno de los dos padres que se dedica por completo a supervisar, guiar y acompañar el proceso. También hay familias que se apoyan en pequeñas instituciones que brindan un ambiente hogareño, que cuentan con tutores especializados en cada materia y con la flexibilidad que este tipo de familias desean. Este es el caso del centro de tutorías: CDI-Open Doors, en donde llevamos 20 años educando jóvenes al estilo homeschool”, explicó Juliana Villegas, su directora. Cada familia lo hace a su manera, algunas intentan llevarse la escuela a la sala de sus casas y asumen el rol de docentes. Otras, un poco más radicales, dejan que sus hijos aprendan lo que necesitan en su computadora. También están las que se unen y comparten tutores y espacios de aprendizajes como bibliotecas públicas, museos, parques y zoológicos, y otras buscan una alternativa más económica y tradicional como el colegio virtual.
Aunque no existe evidencia de cuál es la mejor opción, este modelo crece cada vez más en Colombia, y no solo en familias de niveles socioeconómicos altos. Según Erwin Fabián García, docente de la Universidad Nacional y quien ha investigado este tema en Colombia, aproximadamente 6.000 familias están aplicando métodos alternativos de educación para sus hijos. Sin embargo, esta práctica no está aún regulada. “Hace dos años acompañamos una mesa de trabajo con el Ministerio de Educación para discutir sobre este tema, pero aún no se ha materializado en la agenda política”, agregó. Para no ir en contra de la ley, las familias que usan el modelo de homeschool se amparan en la Constitución Política —específicamente en los artículos 27 y 67 en los que se concede la libertad de aprendizaje y la responsabilidad de los padres en la formación de sus hijos—, pues es cierto que a muchos niños en el país se les vulnera su derecho a recibir educación. Por esta razón, autoridades como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) hace seguimiento a estas familias.
Para Ana Paulina Maya, madre de cuatro hijos educados en casa y coordinadora nacional de la Red Enfamilia, una plataforma que ayuda a otros padres en temas legales y pedagógicos, esto también ocurre porque algunas entidades y funcionarios no entienden el modelo de homeschool. “Todo empieza por la denuncia de un vecino o un familiar preocupado que no logra entender el modelo. El ICBF hace una visita sorpresa y pregunta por el colegio de los niños. Si el funcionario no entiende cómo funciona el modelo, le exigen al padre que debe escolarizar al niño”, puntualizó Maya. Este modelo cada vez cobra un mayor protagonismo, más en un escenario donde la educación en casa se convirtió en una necesidad.