Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es una problemática que impacta a todas las regiones del mundo de forma significativa. Específicamente, la autoridad define como grupo de riesgo a quienes afrontan tensiones de la vida como problemas económicos, rupturas amorosas, enfermedades, catástrofes y demás traumas.
En concordancia a esta definición, tal como relatan sus testimonios, se conoce de casos particulares de deudores del Icetex que contemplan quitarse la vida por el estrés que la responsabilidad financiera les provoca. Los jóvenes, en busca de una oportunidad para salir adelante, se encuentran con una carga que para ellos es difícil de manejar.
De camino a casa desde el trabajo, Beyker Rodríguez, administrador de empresas de la Universidad del Norte, paraba en un puente de la zona industrial de Bogotá pensando en acabarlo todo. “Pensaba si ya doy por terminado esto, la vida, la deuda podría morir. O mi codeudor la absorbe. Todos los días pensaba”, confesó.
Beyker se graduó de la universidad en 2015 y, siete años después, a los 31 años, no consigue un trabajo estable que le permita acabar con su deuda. Actualmente, tiene un emprendimiento vendiendo suscripciones a plataformas digitales y, en un duro momento económico, se enfrenta a un incremento considerable de su cobro.
“Yo estaba pagando 207.000 pesos. Casi 170.000 pesos se iban a capital, 28.000 pesos a intereses y como 10.000 pesos a otros gastos que no sé a qué corresponden. Subió la cuota a 327.000 pesos y los intereses eran cerca de 130.000 pesos, casi el 40 % de la cuota se iba a intereses”, explicó los cambios que iniciaron este año, asegurando que no tenía el dinero de la cuota.
La deuda lo persigue en todas sus actividades. “Pienso en eso y no puedo dormir. Cuando juego fútbol, veo televisión y escucho música. Uno se siente impotente”, agregó en entrevista con SEMANA.
Juan José Piamba, de 23 años, se graduó hace poco del programa de ingeniería biomédica de la Universidad Antonio Nariño. A los 15 años se ganó una beca de Ser Pilo Paga que no pudo reclamar por documentos relacionados con que pertenece a la población indígena. Sin embargo, decidió apostarle al Icetex para cumplir su sueño de ser profesional.
Para ayudar a su madre a pagar las cuotas del préstamo, mientras estudiaba debía hacer grandes sacrificios que afectaron su calidad de vida. “Sobrevivimos con lo que mi mamá vendía en una pequeña miscelánea. De 10.000 pesos diarios, utilizaba 4.000 pesos para pasajes. No almorzaba para ahorrar y pagar la deuda. Almorzaba cuando alguien tenía empatía por mí”, aseguró.
En la pandemia comenzaron las dificultades. “Al inicio, nos prometieron que tres meses no se iban a cobrar, cuando pasaron, se incrementó la cuota. El negocio estaba cerrado y vivíamos de lo que las demás personas nos daban. Ahí comenzó a aumentar la depresión”, agregó.
“Terminó el año de la pandemia y no sabía qué hacer. Seguíamos comiendo arroz con huevo, cuando el huevo no estaba caro”, narró. Buscó ayuda psicológica y fue diagnosticado con distimia, una depresión a largo plazo que no permite llevar a cabo funciones básicas de la vida diaria.
Se graduó y pasó por el año de gracia. Consiguió un trabajo estable, pero el crédito pasó de etapa y las cuotas comenzaron a llegar en cerca de 550.000 pesos. “Era más de lo que yo ganaba. Incluso, como independiente, tenía que pagar seguridad social. Se me iba todo. No podía aportar nada”, agregó.
Cuando ya se acomodó a las cuotas de 550.000, hace un mes y medio, asegura que recibió un correo anunciando un ajuste de tasas de interés. “Me subieron de 550 a 650 mil pesos. Ya estaba comiendo mal, me desesperé y entré en profunda depresión una semana. Llamé al Icetex para dialogar, me dijeron que no podía hacer nada. Que así eran las cuotas. Que si las quería reducir, más valor tenían. Si quería aplazarlas, pagaba menos pero se extendía más. No pagaría cerca de 70 millones sino cerca de 80 millones de pesos”, contó.
Una noche, cuando departía con sus amigos, ocurrió su intento de suicidio. “De un momento a otro me fui y subí al séptimo piso de un edificio abandonado de Popayán. Estaba pensando tirarme, llamé al Icetex y pregunté que si la deuda se condonaba si me suicidaba. Si me hubieran dicho que sí, llamo a mi mamá a decirle que no tiene deuda y me tiro”, confesó.
Otro caso es el de Laura, quien solo pudo estudiar hasta tercer semestre de diseño industrial de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Al entrar, la joven dependía únicamente del rebusque para pagar las cuotas del préstamo. “Pagaba vendiendo dulces, galletas, gomas y revistas en la universidad. Los fines de semana salía a las calles a vender postres que yo misma preparaba”, contó.
En la pandemia no pudo seguir pagando y, a pesar de sus buenas notas, tuvo que dejar la carrera. “Mi mamá trabajaba informal y a mi padrastro lo echaron de su trabajo. Ni siquiera teníamos para comer. Quien nos daba la comida era un primo que nos dio bonos de un supermercado”, indicó.
En medio de la crisis, según nos cuenta, Icetex no dejaba de hacer llamadas para cobrar las cuotas. “Diario recibía llamadas diciendo que nos iban a quitar todo, que nos iban a embargar el sueldo. Todos estábamos desempleados. El tono era amenazante”, contó.
Hace seis meses, la situación provocó que fue diagnosticada con depresión y ansiedad, lo cual la obligó a medicarse para combatir los síntomas. “Me ha hecho pensar en quitarme la vida”, dijo, con sus sueños de ser diseñadora casi descartados.
Según el informe de gestión de 2020, el 91,5 % de los créditos otorgados por Icetex se destinaron a estudiantes pertenecientes a los estratos 1, 2 y 3. Estos usuarios vienen de entornos vulnerables que influyen a que, en casos adversos, no puedan continuar con sus estudios o presenten problemas con pagos mientras los cursan.
Icetex responde
Sin embargo, según explica Manuel Acevedo, presidente del Icetex, son más los casos de éxito que de estrés financiero por la responsabilidad del préstamo. El líder de la institución hizo énfasis en que no se trata de casos únicamente provocados por la deuda, sino que juegan otros factores.
“En su transformación, el Icetex es consciente y tomó acciones administrativas que produjeron cambios en términos de situaciones de tensión que pueden vivir jóvenes. Los jóvenes, en algunos casos, no tienen herramientas propias para gestionar situaciones de ansiedad”, aseveró.
Acevedo aseguró que esta población es propensa a caer en este tipo de situaciones. “Lo hemos observado en casos que hemos intervenido y apoyado. El joven tiene debilidades propias para manejar cualquier situación de tensión como decepción amorosa, no aceptación por grupo de referencia, farmacodependencia o expectativas de la proyección futura”, agregó.
“Muchas veces, se esconde esa situación y se expresa que la razón que determina esas ideaciones suicidas es el crédito educativo cuando no hay correlación entre la existencia de una situación de crédito y la generación de esas ideas”, reiteró.
Por esto, asegura Acevedo, se crearon los alivios en medio de la pandemia, tales como la interrupción del pago sin intereses sobre el valor desde el 20 de marzo de 2020. “Es una herramienta que nosotros sabemos que necesitamos activar ante jóvenes con debilidad para poder gestionar estos momentos de ansiedad y de angustia”, agregó.
Sobre los supuestos mensajes “amenazantes” de los que hablaron los usuarios, Acevedo aseguró que tiene cercano monitoreo sobre los mensajes para la recuperación de cartera. “Yo los diseño con mi equipo, conozco los mensajes que nosotros gestionamos con los jóvenes”, aseguró.
Frente al apoyo a los estudiantes, habló sobre la Comunidad Icetex, apuesta creada a partir de la transformación de la entidad que lidera Acevedo. “Tiene la responsabilidad de dar apoyo a los usuarios en tres grandes momentos de su relacionamiento con la entidad”, dijo.
Uno de esos momentos toma lugar cuando el estudiante egresa y se le da acompañamiento para el tránsito a la vida productiva. “Hay más de 6.000 jóvenes registrados. Hemos identificado 16.000 vacantes y lo que hacemos es conectarlos con ellas. Identificar si hay una brecha, siempre faltan cinco centavos para el peso. Por eso, a través del programa podrían obtener certificados para conseguir el empleo”, contó.
En términos de salud mental, existe una ruta de atención de varios niveles. “Es el resultado de muchos factores. Un factor que puede tener un efecto adverso es el estrés por obligaciones que las personas sienten que no tienen los mecanismos para cubrirlos. Por eso están los alivios como herramienta”, indicó.
También existen convenios con Coschool para ayudar a los jóvenes en su ingreso a la vida universitaria. A la vez, ofrecen unos primeros auxilios en salud mental. “Tenemos un profesional con formación y experiencia clínica que aborda estos casos. Es esta persona la que nos ayuda a entender este fenómeno. Nos dice que de diez casos, solo uno podría ser una situación asociada al crédito. En los otros, el crédito hace más complicada la situación, pero no es el factor determinante”, agregó.
Si esto se sale de los procesos de la entidad, asegura Acevedo, se hace la remisión a la EPS a la que esté afiliado el joven.
El Icetex, en todas sus etapas desde su nacimiento, siempre ha generado debate y opiniones diversas. Sin embargo, también se resalta que la entidad ha funcionado como una plataforma que cumple sueños de muchos colombianos. Mientras tanto, tanto la ciudadanía como los candidatos a la Presidencia, buscan reformas y transformaciones para la entidad.