Los académicos insisten: un país se beneficia en gran medida si fomentan el desarrollo de las habilidades de los niños en sus primeros años de vida. Esta vez, Costas Meghir, doctor en Economía de la Universidad de Manchester, explica por qué Colombia debe seguir sumando esfuerzos en torno a la primera infancia. Entre sus razones expone que potenciar las capacidades de los niños es un paso importante para tener ciudadanos con más oportunidades en la vida. Para leer: ¿Está en riesgo el programa De Cero a Siempre? Meghir enfocó sus más recientes investigaciones en la economía de la educación y del desarrollo. Y tras aplicar su conocimiento en comunidades vulnerables en Chile, Senegal, Jamaica y Colombia, compartió algunos resultados en el Noveno Seminario Internacional de Investigación, realizado por el Icfes recientemente. Entre sus reflexiones explicó el rol de las mujeres de la comunidad y cómo involucrar a los padres de estratos vulnerables en el proceso de aprendizaje de sus hijos.

SEMANA EDUCACIÓN (S.E.): Usted es economista. ¿Por qué decidió enfocarse en el desarrollo social? COSTAS MAGHIR (C.M.): Me interesó en el desarrollo social porque sirve para pensar cómo generar oportunidades para las personas de estratos socioeconómicos bajos. Para hacerlo, los investigadores han trabajado con personas de diferentes edades, adultos y niños. Los resultados le apuntan a lo crucial que es trabajar con la primera infancia. Esas investigaciones nos impulsaron a trabajar con niños de edades tempranas para así entender cómo transformar el comportamiento de los padres y las posibilidades que tendrán a futuro los niños. Esa parece ser la forma de fomentar una sociedad equitativa y con oportunidades para todos. S.E.: ¿Y por qué hacerlo en Colombia? C.M.: Trabajar en Colombia es algo oportunista. Es un país muy interesante y es de ingresos medios. Una parte de su población es muy pobre y ha sobrepasado muchos obstáculos en años anteriores. Pero decidimos trabajar acá porque conocimos estadísticas gracias a  programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Empleo en Acción. La información que nos suministraron y esas características socioeconómicas del país fueron la puerta de entrada. Le puede interesar: Así va la atención a la primera infancia en Bogotá Así, cuando tuvimos la idea de estudiar el desarrollo a partir de la primera infancia pensamos que sería posible hacerlo en Colombia por los niveles de pobreza, el nivel de desarrollo y los tipos de personas en esos entornos. Además, hemos leído mucha literatura de otros autores que también enfatizan en lo crucial de trabajar para desarrollar la primera infancia. S.E.: Cuéntenos más detalles de la propuesta y el trabajo en Colombia y cuál fue el resultado que arrojó... C.M.: Partimos de la idea de que los niños en entornos vulnerables reciben pocos estímulos. Por ejemplo, los padres no hablan casi con sus hijos, no tienen acceso a juguetes y tampoco les realizan tantos juegos o actividades, el tipo de cosas que los niños en la clase media sí obtienen y que son importantes para desarrollar el cerebro, específicamente la parte cognitiva y el lenguaje. Entonces, recogimos estrategias y actividades de una investigación que realizamos en Jamaica y lo aplicamos para crear un currículo para las comunidades en Colombia y el cual la mayoría de padres de estos estratos podrían identificar. Una mujer de la comunidad desarrolló las actividades con los niños y que iban desde cantar, hacer crucigramas hasta contar historias y llevar a cabo juegos de palabras. Cada ocho días realizaban nuevas actividades y cada vez más invitaban a la madre o a la mujer de la comunidad a relacionarse con los niños. Adicionalmente, la idea era que estas mujeres incentivaran a los padres a que estuvieran más pendientes de sus hijos y que se involucraran con ellos en todo tipo de estas actividades. Por ejemplo, cocinar con los niños. Hacerlo juntos y explicarles los pasos y los ingredientes. O al salir a la calle mostrarles los elementos alrededor, o mientras están en la casa cantar con ellos o enseñarles las partes del cuerpo. Estas son cosas simples pero no pasan en los entornos más pobres. S.E.: ¿Cuál es el rol de las mujeres líderes de la comunidad que participan de este proceso? C.M.: No contratamos a gente con pregrados y del exterior, sino personas locales porque en ese tipo de contextos pobres no hay mucha gente con esos perfiles. Entonces es clave formar a la misma gente de la comunidad, lo que permite un contacto y un diálogo más cercano con los niños y, a su vez, con los padres. S.E.: ¿En qué se traduce todo ese esfuerzo que han realizado? ¿Cuál es el impacto del trabajo realizado hasta ahora con las comunidades? C.M.: De lo que aprendimos de la literatura y las investigaciones previas de otros autores es que el desarrollo en la primera infancia trae consigo resultados duraderos. Pero, por el momento no sabemos si nuestro trabajo con los niños será exitoso. Todos los grandes cambios toman varios años. Pero, lo que sí sabemos es que la pobreza es un problema con unas raíces y que desde una perspectiva social la educación es la clave para combatirlo. La Teoría del Cambio, si se quiere abordar en esos términos, dice que no importa si las actividades con los niños son de menor intensidad con tal de trabajar con ellos por largos periodos de tiempo: hacerlo de esa manera va a tener un impacto gigantesco en el proceso de aprendizaje de los menores. Sin embargo, estos resultados solo podrán verse en 15 o 20 años cuando los niños crezcan. ¿Es mucho tiempo? No lo creo. Lo que sí es cierto es que en esto no hay factores ni caminos mágicos para prevenir que en el futuro no hayan tantos adultos pobres. Pese a eso, estos programas tratan, desde los primeros años de vida, en incentivar el desarrollo de las personas para que en un futuro sea posible reducir la pobreza. En últimas, lo que se quiere con los programas de la primera infancia es atacar las causas de la pobreza, no disminuir los síntomas de ella. Con eso en mente, la pregunta que debería hacerse la sociedad, más bien y en primer lugar sería: ¿Por qué hay pobreza? S.E.: ¿Cuáles han sido los desafíos a la hora de involucrar a los padres en el aprendizaje de sus hijos? C.M.: Nuestro trabajo intenta involucrar mucho a los padres. Nosotros no nos llevamos a los niños a aprender lejos de sus padres y después lo devolvemos a la casa. Queremos e intentamos que sean los ellos que hagan cosas con sus hijos. Con las investigaciones hemos aprendido que hay diferencias fuertes en la interacción de los padres e hijos según el estrato social. Las clases sociales más vulnerables y con menores ingresos tienden a creer que los niños nacen de una forma y así crecerán. Entonces para ellos mantenerlos a salvo es lo único que pueden hacer. Por el contrario los padres de clases medias y altas ven a los niños como personas moldeables: los llevan a clases de piano, a jugar algún deporte, a aprender a leer. También es una cuestión de dinero. Pero lo que creemos es que, a parte de las dificultades económicas, el problema es cultural: hay unos preconceptos en estas comunidades y es necesario transformar esas creencias. La forma de hacerlo es impactar a toda la comunidad y no a una sola persona. Eso hará que sea un trabajo sostenible y es el desafío más grande. Le sugerimos: El peligro de ser niño en Colombia Pero, en últimas, para que esto pase es necesaria una infraestructura que solo se puede lograr con el apoyo económico e interés del Estado. Nosotros somos investigadores, vemos qué puede funcionar o no. Pero los recursos son necesarios para crear un currículo particular, para entrenar a las mujeres comunitarias, monitorear y revisar el trabajo de la comunidad. Es, sin duda, una agenda que necesita escalarse a las políticas públicas.