Por mucho tiempo, las evaluaciones que miden el nivel de aprendizaje de los estudiantes en matemáticas, lenguaje y ciencia alejaron al sistema educativo de las que hoy son uno de los ingredientes más relevantes para formar personas exitosas: las competencias socioemocionales. No es cuestión de culpas. De hecho, 20 años atrás, a nadie se le hubiera ocurrido evaluar el nivel de empatía, de tolerancia, de perseverancia, de resiliencia e incluso de ética de los estudiantes de colegio. En el pasado existía muy poca información acerca de lo que ya es muy obvio para muchos países. En efecto, los alumnos que desarrollan habilidades socioemocionales de manera transversal a las cognitivas tienen más probabilidades de seguir en la escuela, graduarse, alcanzar mayores niveles de aprendizajes y obtener mejores ingresos en el mercado laboral. De ese modo, a partir de referentes internacionales crece el número de colegios preocupados por que sus estudiantes aprendan a multiplicar y autorregular sus emociones, quizá en forma más preponderante en el sector privado. No obstante, internamente también han desarrollado otros ejercicios que inciden en este cambio. Uno de ellos fue la prueba conocida como Competencias Ciudadanas, anexa a las pruebas Saber, realizada por el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes) para los estudiantes de quinto y noveno grado. Se suspendió en 2015, pero este año regresa para los grados tercero, quinto y noveno. Le puede interesar: ¿Qué se debe hacer con los estudiantes que odian las matemáticas? “Sabemos la importancia de evaluar pensamiento ciudadano y habilidades socioemocionales. Sin embargo, aún estamos trabajando con el Ministerio de Educación para establecer las competencias que son medibles y las importantes para nuestro contexto; por ejemplo, la perseverancia y la resiliencia”, señaló María Figueroa, directora del Icfes. A la luz del contexto Colombia fue pionera en Latinoamérica en evaluar y medir las competencias ciudadanas que incluían una prueba sobre algunas habilidades socioemocionales. Pero hay una limitación en los instrumentos normalmente usados para medirlas. Actualmente, en la mayoría de los casos, los mecanismos más usados son los autoinformes. Así lo mencionó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), en su documento ‘Hacia nuevas herramientas para medir las habilidades socioemocionales’. Un ejemplo conocido de este tipo de autoevaluación es la escala de perseverancia, que le pide al estudiante señalar si lo que se le pregunta corresponde o no a su comportamiento y personalidad. Usa afirmaciones como “Tengo dificultades para mantener mi enfoque en proyectos que tomen más de unos meses en completarse” o “He superado obstáculos para conquistar un reto importante”. También aplican mucho la escala de Likert, en la que el estudiante tiene varios opciones de pregunta y ninguna es incorrecta. Por ejemplo: ¿con qué frecuencia se enoja en el salón de clase? Y las múltiples respuestas son con mucha frecuencia, poca frecuencia o nunca. Le sugerimos: El hombre con el coeficiente intelectual más alto es un fracasado Sin embargo, de acuerdo con Julián Mariño, director del Centro de Evaluación de la Universidad de los Andes, existe una carga cultural muy grande en estos comportamientos y en la manera en la que las personas muestran este tipo de competencias. Por lo tanto, hay que tener en cuenta la cultura y la comunidad en la que se realiza dicha prueba, ya que podría generar algún tipo de sesgo. “Es probable que los estudiantes contesten con lo que parece socialmente correcto y deseable y no con la verdad”, explicó Mariño. De hecho, de acuerdo con Ana María Velásquez, psicóloga y profesora asociada de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, la observación de desempeño resulta el instrumento ideal para evaluar las competencias socioemocionales. “Pero es que es mucho más costoso, entonces siguen siendo ejercicios aislados”, comenta. Ana María ha desarrollado junto con su hermano Javier Velásquez un juego, por el momento, no enfocado en medir, sino en desarrollar las competencias socioemocionales. “Pensamos en un juego en el que los participantes resuelven un problema en equipo. La narrativa habla de un un barco que se hunde por un ataque de piratas y deben desarrollar estrategias para no naufragar. Les exige el uso de esas competencias, como pensamiento crítico, liderazgo, entre otras”, señaló Velásquez. Este instrumento ofrece, entre sus ventajas, que, a diferencia de las pruebas de papel y lápiz, los observados actúan de manera más auténtica. Según Velásquez, en muchos casos incluso se les olvida que los examinan. En cambio, para Koji Miyamoto, economista del Banco Mundial, la calidad de los datos se soluciona al complementar y contrastar la información con otros instrumentos de medición que involucren a la familia, docentes y comunidad. Actualmente, la Ocde aplica ese modelo en varias ciudades del mundo, entre ellas, Bogotá y Manizales, en estudiantes de primero y séptimo para medir cinco habilidades: colaboración, desempeño de trabajos, regulación emocional, relación con los demás y apertura mental. Los resultados saldrán en 2020. Lea también: ¿Dónde están los estudiantes? Ahora bien, la Ocde tiene claras las competencias socioemocionales que se relacionan con el éxito académico, pero Colombia aún no las ha definido. “Que existan organizaciones que ya tengan su lista, bien; pero en Colombia esto debe ser un debate abierto y todavía estamos lejos de eso”, concluyó Mariño.