El municipio de Hato Corozal, en Casanare, cobija extensas sabanas que se extienden por 5.000 kilómetros cuadrados atravesados por ríos, caños y quebradas. Solo el 40 por ciento de los estudiantes tienen acceso a internet y apenas el 10 por ciento de las familias cuentan con un paquete de pago mensual con algún operador. Muchos hogares solo tienen un teléfono que pasan de mano en mano y recargan en misceláneas, mercados y otros comercios que hoy permanecen cerrados. Por eso cuando las clases presenciales se suspendieron, Wilver Alexander Tovar, rector del colegio Luis Hernández Vargas, no hallaba cómo dictar las clases virtuales. Hoy, con una corta frase explica lo que sintió cuando empezó la cuarentena: “La conectividad nos mató”.
Tovar sabía que las clases no eran una opción. Entonces, decidió pedir ayuda al director de la emisora del pueblo, Deyler Escalante, consciente de que allí la señal de radio llega adonde internet no: a las 16 veredas del municipio. Con la ayuda de Escalante, en Capibara Stereo 107.7 FM se abrió un espacio de siete a nueve de la mañana, en el que cada uno de los profesores del colegio, por espacio de diez minutos, explica las lecciones y recibe llamadas de los padres y alumnos para resolver sus dudas al aire. Gracias a la radio, el programa se escucha en el 70 por ciento del área del municipio. Uno de los departamentos que más ha impulsado las nuevas iniciativas de educación es Boyacá. La radio ha sido la principal herramienta para llegar a los más de 51.000 estudiantes rurales de la región. “Gracias al apoyo de la Red de Emisoras Comunitarias y de nuestro Gobierno, varios colegios crearon programas radiales con contenidos educativos donde se desarrollan guías que han sido enviadas con antelación siguiendo los protocolos de bioseguridad”, dice Jaime Raúl Salamanca, Secretario de Educación del departamento.
Cundinamarca también su sumó a esta iniciativa. En la emisora departamental El Dorado Estéreo 95.6 FM se dictan lecciones para los diferentes cursos. La idea es retomar la metodología del conocido Bachillerato por radio, que se transmitió entre 1966 y 2004. El gobernador del departamento, Nicolás García, explicó que la veredas y corregimientos distantes de las cabeceras municipales son los más perjudicados con la cuarentena. “Muchas veces nos dicen que hay que aplicar la conectividad a través del internet, pero en varias zonas del departamento y en las viviendas campesinas no hay conexiones, computadores, ni energía. Por tanto, llevamos radios, como antes, para poder tener ese contacto directo con los ciudadanos y desarrollar las cartillas educativas”, dice García.
El último censo electoral (2018) reportó que solo el 43 por ciento de los hogares tienen acceso a internet. Por su parte, hace unos días el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana reveló que el 96 por ciento de los municipios de Colombia no pueden implementar un plan de educación virtual porque “menos de la mitad de sus estudiantes de 11 grado tienen computador en su hogar”. Cifras del Dane indican que, en seis departamentos del país, menos del 40,6 de la población usa internet en cualquier dispositivo.
Radio Sutatenza, de la Asociación Cultural Popular (ACPO), cerró por más de medio siglo las brechas de la educación en el campo a través de la radio. Fotos: Cortesía Acpo Para muchos, las clases por radio y correspondencia constituyen una vuelta al pasado, a tiempos de Radio Sutatenza, aquel proyecto radial de la Asociación Cultural Popular (Acpo) que, en cabeza del padre Joaquín Salcedo, por más de cincuenta años cerró las brechas de la educación sorteando con la potencia de su antena las distancias impuestas por la lejanía y la pobre infraestructura. Las fotos de la Acpo de los años cincuenta, de familias reunidas alrededor de un radio, no se diferencian de la actuales. Basta con figurarse el blanco y negro en colores para que sean las mismas imágenes de familias reunidas en torno al radio al interior de una casa del campo colombiano. Hace treinta años, la radio era la única opción de llegar a los lugares más remotos de Colombia. Hoy, cuando las herramientas se han multiplicado, miles de niños nativos digitales tienen que estudiar con la resignación de volver a un pasado que jamás vivieron.