Unos años atrás circuló en la red un curioso correo en el cual aparecían escritas de manera incorrecta la mayor parte de letras. Pese a lo anterior, “misteriosamente”, el texto podía leerse:“Sgeun un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea, no ipmotra el odren en el que las ltears etsan ersciats, la uicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. El rsteo peuden etasr ttaolmntee mal y aun porads lerelo sin pobrleams. Etso es pquore no lemeos cada ltera por si msima snio la paalbra cmoo un tdoo”.Pero, ¿por qué es posible leer un texto plagado de errores en la ubicación de las letras, con excepción de la primera y la última de cada palabra?En primer lugar, por el papel activo que cumple el lector. De esta manera, leer no puede entenderse como un acto pasivo en el que vamos como tabulas rasas en la búsqueda de significados. La lectura no es un proceso decodificador a través del cual se “extraen” los significados que están en las palabras. Esto es así ya que en la interpretación lectora participan tanto las ideas y las actitudes del lector como las del escritor.Nuestros conocimientos nos permiten, entre otros, reconocer las letras, las palabras y los contextos sociales e históricos en los que están escritos los textos. Nuestros conceptos y procesos de pensamiento nos permiten comprender los significados; y nuestras actitudes focalizan la atención hacia algunas ideas, personajes o aspectos del texto.En segundo lugar, la posibilidad de leer el texto inicial demuestra la profunda relación que existe entre pensamiento y lenguaje. Se lee de manera inductiva: de las letras a las palabras, y de éstas a las oraciones y los párrafos. De “abajo” hacia “arriba”. Sin embargo, también se lee de manera deductiva: utilizando modelos, presuposiciones y verificando hipótesis de manera predictiva. De “arriba” hacia “abajo”. Por lo anterior, la lectura y la escritura siempre serán competencias socio comunicativas, ya que cuando leemos y escribimos, nos referimos a múltiples ideas, actitudes y contextos y no sólo a las que directamente están involucradas. Miles de veces –como en el ejemplo inicial- leemos palabras e ideas que no están escritas en el texto, sino en nuestras cabezas.En tercer lugar, la experiencia con el texto demuestra que al leer construimos representaciones mentales. La lectura es un proceso activo y constructivo en el que se verifican hipótesis, al tiempo que se interrelacionan ideas y representaciones propias con las del texto. La lectura está cargada de subjetividad y de generalización. Piense, por ejemplo, ¿qué recuerda del último artículo o novela que leyó? Y, seguramente, sea más fácil entender qué queremos decir al señalar que la lectura es un proceso de reconstrucción de “imágenes mentales”. Con alta probabilidad, al responder se le vienen a la mente imágenes y actitudes hacia los personajes, la trama, el conflicto y el desenlace, las cuales estarán asociadas a las ideas fragmentarias o globales expresadas en el texto, dependiendo del desarrollo de la competencia lectora que usted haya alcanzado hasta el momento.Es por lo anterior que los buenos lectores recuerdan de un texto no su significado literal, sino la esencia semántica del mismo, en la que se privilegian las ideas y argumentos de mayor nivel de jerarquía. Los muy buenos, captarían matices e ideas implícitas; y los excelentes, comprenderían el sentido y la naturaleza de las ideas expresas y podrían encontrar inconsistencias y asumir una postura independiente ante ellas.En cuarto lugar, la lectura del texto inicial demuestra la enorme potencia de la lectura en el desarrollo del ser humano: la lectura nos define y caracteriza. La lectura nos libera, ya que nos permite superar las barreras del tiempo, el espacio y el idioma; nos pone en diálogo con los configuradores de la historia humana y nos dota de herramientas para interpretar e interactuar con el mundo físico y social. Es por ello que los libros son el mejor alimento para el espíritu y el pensamiento, tan o más de lo que es el pan para el cuerpo. Por ello, tiene toda la razón Borges cuando afirma que:“De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo (…). Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de su memoria e imaginación”.Finalmente, la posibilidad de leer de manera relativamente clara el texto inicial, demuestra el papel fundamental que cumple la contextualización en el proceso lector. Gracias a ella, se infieren las palabras, las ideas, los ambientes y los contextos. Sin embargo, en la lectura, la contextualización adopta diversos sentidos, ya que en la comprensión lectora intervienen múltiples factores del contexto lingüístico, histórico y sociocultural. Por ello, una de las tareas esenciales de la escuela tendría que ser la de consolidar en los niños y jóvenes competencias altamente desarrolladas para hablar, escribir, leer y escuchar. Leer y escribir siguen siendo las mejores maneras para desarrollar el pensamiento y la autonomía. De allí que las debilidades en lectura y escritura, generan atrofias en el pensamiento, en la libertad y en la democracia.Necesitamos privilegiar en la escuela el desarrollo de las competencias comunicativas, cultivar las preguntas infantiles, fortalecer la adquisición de los conceptos esenciales y articular el trabajo de lectura y pensamiento, para que los niños vayan tras las ideas que están envueltas en palabras. Todo ello es imposible si los programas de lenguaje siguen centrados en la gramática, la caligrafía, la literatura y la ortografía, como sucede hasta el momento en nuestro medio. Por ello, no es posible mejorar la comprensión lectura sin un cambio profundo en el modelo pedagógico y el currículo dominante en el país. Así los niños sean “pilos” y vayan a la escuela durante la jornada completa.*Director del Instituto Alberto Merani es consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia. @juliandezubiria