Las tareas de matemáticas se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para Milena Guerrero. Siente que la superan, y entre los ejercicios de aritmética de su hijo de 12 años y los de geometría de su hija de 9, se debate todo el día. “Resolver los siguientes polinomios aritméticos con las operaciones básicas”, dice una de las guías que le enviaron a Cristian, quien cursa Séptimo, y trata de resolverlos solo.

“A mí nunca me ha gustado el estudio, en cambio a ellos sí, compiten por ser los mejores”, cuenta Milena, quien vive en el barrio Las Villas de Floridablanca, en el área metropolitana de Bucaramanga. Además de su rol como madre, siente que ahora tiene que ser una profesora para sus hijos, pero en realidad se siente como una estudiante más. Solo cursó hasta quinto de primaria y mientras más crecen sus hijos menos puede ayudarlos con las tareas, pero lo intenta, aunque admite que a veces quiere "tirar la toalla".

“Cristian está súper avanzado, en Séptimo, y yo escasamente estudié hasta Quinto. En ese entonces no había nada de Internet, ni nada de eso. Lo que sé ahorita es porque he aprendido con ellos, prácticamente. Matemática y geometría, esas dos cosas son terribles. Como mamá de profesora, eso no es lo mismo, para ser profesora se debe saber”, dice Milena. Las dificultades de los padres con las matemáticas son un común denominador. Pero hay estrategias para sobrellevarlas, The New York Times publicó un artículo al respecto llamado ‘Cuando no eres bueno para los números y tu hijo necesita ayuda en matemáticas’, en el que recomienda a los padres, por ejemplo, evitar decir a sus hijos que odian las matemáticas para no afianzar mensajes negativos; también entender que no es necesario que sepan las respuestas, porque es más importante incentivar a los niños para que piensen por sí mismos y se esfuercen por entender. Plantea estrategias como pedirles a los niños que ‘traduzcan‘ el problema a sus propias palabras, para que puedan entender mejor la pregunta y resolverla. Pero el problema no son solo las matemáticas, sino la complejidad de cumplir un doble rol: ser mamá y profesora al tiempo. Los papás que se ven superados por las obligaciones escolares de sus hijos sienten que no tienen ni las herramientas físicas ni intelectuales necesarias para ayudarlos con todas las tareas. En el caso de Milena, sus hijos estudian en un colegio público y no tienen clases virtuales, deben resolver guías y enviarlas a través de fotos a los profesores. Para Saray, de 9 años, se trata de consultarle todo a una profesora que dicta todas las materias a 32 niños. “Cuando usted no sepa nada me llama”, le dice la profesora, quien también está haciendo un esfuerzo titánico.

“Para mí esto es terrible. Yo soy ordenada, entonces de Saray me mandan al Whatsapp las guías por pdf y después una vecina me ayuda a imprimirlas. Hay que copiarle todo en el cuaderno, después se toman fotos y se manda en pdf para que la profesora lo suba a la plataforma, me queda más fácil así para que ella me haga el favor. Con Cristian es distinto, es todo en la plataforma, tiene un tiempo de entrega, si se pasa el tiempo pierde su oportunidad. Les mandan links, con la explicación del tema, tiene que mirar los videos y ahí les explican. Veo que a los otros niños de la cuadra el profesor se conecta y les explica, con los míos no pasa eso”, dice Milena.

En Santander se han implementado diversas estrategias educativas, algunas virtuales y otras por medio de guías de trabajo. "Siempre se presentarán inconvenientes, pero para eso desde que inició esta emergencia sanitaria hemos establecido un equipo de apoyo pedagógico que están acompañando permanentemente a los rectores y docentes, igualmente hemos establecido un equipo de la Secretaría de Educación para ir resolviendo las problemáticas en todas las provincias. El 35 por ciento de los estudiantes tiene conectividad, pero a todos les está llegando material educativo, así que ninguno se va a quedar sin estudiar", aseguró la secretaria de Educación de Santander, María Eugenia Triana. Este proceso de educación en casa puede resultar frustrante tanto para los niños como para los papás. Ángela Rosales, directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Colombia, explica que hay que evitar que la frustración se convierta en regaño, porque esto hace que el niño se vuelva apático frente al estudio. “Cuando queremos construir disciplina con los niños hay que motivarlos, tratar de encontrar el pedagogo que hay en nosotros por el bien de los hijos y las hijas”, explica.

Sin embargo, hay casos en los que las condiciones socioeconómicas o educativas impiden que los papás realicen un acompañamiento de este tipo. “Hay un 45 por ciento de las familias colombianas en el que el nivel educativo o la situación laboral no les permite acompañar a los niños. Se tendrían que hacer unas alianzas impresionantes, como en otros países, con universidades, para que se movilice la sociedad para atender esos casos”, asegura Gonzalo Ordóñez, pedagogo, psicólogo y profesor de la Universidad Industrial de Santander.

Para el profesor Gonzalo Ordóñez hay un error garrafal en dar instrucciones desde el Ministerio de Educación sin tener en cuenta el contexto particular de cada institución y de cada estudiante. Entre los grandes retos de esta pandemia está evitar que deserten del sistema educativo. Considera que entender las condiciones debe ser el primer paso, además, reducir el número de materias a las esenciales: matemáticas, ciencias, lenguaje y ciudadanía, en vez de trasladar la misma carga académica de un salón de clases a las salas de las casas. “Los padres se deben mantener en su rol, deben darles un ambiente cálido, protegerlos, hacerles el encierro muy grato”, explica.

Milena siente que el método que se está utilizando para la educación no presencial no funciona para niños, sino para universitarios. “Nadie les está dictando, nadie les está enseñando, ellos mismos leen y como que entienden. A veces llamo a la mamá de un compañero que más o menos sabe y ella le explica matemática, pero lo demás le toca a él mismo, lo que alcanza a buscar en el computador o lo que le puede explicar una vecina que estudia pedagogía”, asegura. Su caso es uno de miles, la pandemia le ha puesto una dura prueba al sistema educativo y a los padres con la crianza de sus hijos. “Yo no soy la única que estoy así, tenemos un grupo de los dos cursos y hay unas mamás que dicen: ‘¿Ya están mandando tareas? Ya llevamos 20 días así”, cuenta Milena.