Norman Atkins cree que el mundo necesita “escuelas pocos comunes para lograr realmente la igualdad”. Por eso, hace más de 20 años emprendió un camino en el sector de la educación para impactar los procesos formativos de estudiantes y profesores en Estados Unidos. Producto de esa búsqueda nacieron dos proyectos: ‘Uncommon Schools’ y ‘Relay Graduate School of Education’. El primero es una apuesta por las escuelas charter, es decir, escuelas públicas administradas de forma independiente: las familias las eligen y son más flexibles en su forma de operar. Con estas instituciones, localizadas en seis ciudades, Atkins le apuesta a que miles de niños, la mayoría provenientes de entornos socioeconómicos vulnerables, tengan educación de calidad a su alcance y entren a la universidad. Una de las cosas que el sistema educativo en Colombia podría hacer para mejorar es traer a personas que hagan todas estas cosas por los coordinadores, de la misma forma que lo deberían estar haciendo por los profesores. Con ‘Relay Graduate School of Education’ Atkins crea una escuela de maestros y coordinadores de colegio para que sean líderes y aliados en el aula. Pese a que en 2011, año en que inició el programa, varios ciudadanos y profesores estuvieron en contra de esta idea, hoy se reconoce en el mundo como un referente para preparar mejor a los pedagogos para estos cargos. ¿Cómo cerrar la brecha social a través de la educación? Atkins conversó con Semana Educación sobre su intención de formar a chicos para el éxito. Semana Educación (S. E.): ¿Usted hace una relación entre justicia social y educación. ¿Cuál es la relación entre ambos? Norman Atkins (N. A.): Creo que todos los chicos nacen como iguales y con las mismas posibilidades para aprender, crecer, creer, amar. Pero, a veces, nacen en comunidades de ingresos muy bajos y entonces los recursos en sus escuelas son menores. Con esto quiero decir que en el entorno en el que nazca un niño y a la escuela a la que ingrese terminará haciendo una gran diferencia. Por eso este es un tema relacionado, por completo, con la justicia social: es el deber de los adultos proveer una excelente educación a los niños. Hace 25 años visitaba restaurantes comunitarios, refugios para habitantes de calle y personas con sida. En mi vida me ha motivado participar en espacios que ayudan a que la gente sobreviva. Pero lo que más quería era aportar a que los niños logren quebrar los círculos de pobreza que los rodean y para mí la educación es la mejor forma de hacerlo. Entonces hace 21 años fundé una escuela en Nueva York y Nueva Jersey, como una forma de empezar a hacer eso en una comunidad pequeña. Iniciamos con 72 estudiantes. Luego de tantos años hemos crecido: contamos con 20.000 estudiantes en 53 escuelas y cuando uno mira que muchos de ellos están ingresando a las universidades, incluso al mismo ritmo que estudiantes adinerados, ahí está la diferencia. Para mí hacer eso es cerrar la brecha social en las comunidades a través de la educación. S. E.: Cuéntenos sobre cómo lo ha hecho a través de ‘Uncommon Schools’... N. A.: Nuestra educación empieza con dos creencias: una es que todos los estudiantes, sin importar dónde crecieron, su trasfondo social, el trabajo e ingresos de sus padres, sin importar su raza ni su lugar de residencia, sin importar nada de eso, todos pueden alcanzar el desempeño más alto. Y en segundo lugar creemos que es nuestra responsabilidad como adultos y como educadores de que así suceda. Cuando los estudiantes no tienen un gran progreso escolar o están luchando con alguna situación difícil no es nuestro papel culparlos a ellos o a sus padres. Nuestro trabajo consiste en mirarnos al espejo y preguntarnos qué es lo que debemos hacer diferente, en qué debemos mejorar para apoyar a esos chicos a trepar la montaña para que estudien, ingresen a la universidad y sean exitosos. S. E.: Usted dijo que ‘Uncommon Schools’ atiende a más de 20.000 estudiantes, pero en Estados Unidos hay alrededor de 20 millones que viven alguna forma de pobreza. ¿Cuáles son otras acciones para trabajar en contra de la discriminación en un país como Estados Unidos? N. A.: Sí, es claro que no estamos ni cerca de cubrir buena parte de la población y hay muchas formas en las que podemos hacer más y mejor. Así que creo que hay varias cosas que uno puede estar haciendo desde la educación, no solo en Estados Unidos sino en el mundo en general. Una de ellas es tener estándares y un currículo escolar muy rigurosos. Eso incluye tener un pensum digital fuerte que propicie el aprendizaje en otras modalidades. Otra forma es asegurarnos que los coordinadores de los colegios sean líderes reales de su institución en vez de que estén todo el día manejando su colegio desde el escritorio. Es más beneficioso que estén observando y dando retroalimentación a sus profesores. En Colombia aprendí que ustedes tiene alrededor de 17.000 coordinadores y no tienen a nadie que esté guiándolos, apoyándolos o supervisándolos. Entonces una de las cosas que el sistema educativo en Colombia podría hacer para mejorar es traer a personas que hagan todas estas cosas por los coordinadores, de la misma forma que lo deberían estar haciendo por los profesores. S. E.: Usted fundó ‘Relay Graduate School of Education’, una escuela de maestros. ¿Cómo ha sido la transformación en la educación que reciben los profesores? N. A.: Una de las razones por las que fundé esta institución fue para entrenar a los profesores y a los coordinadores de los colegios de escuelas regulares del distrito alrededor del país. Mi experiencia es que los maestros en ‘Relay’ alrededor del país es que se están adaptando increíblemente bien a sistemas prácticos, porque los ‘profes‘ deben practicar para ser buenos en su trabajo. Y creo que los profesores quieren ser exitosos y les gusta ese enfoque en particular. S. E.: ¿Por qué cree que fue importante crear una escuela de maestros? N. A.: Hacerlo fue importante porque la forma de educar, tanto a adultos como a niños, se ha mantenido igual por un tiempo más bien largo. Hacer reformas es complejo: la gente ha estado acostumbrada a estudiantes sentados en filas en un salón mientras un profesor los “alimenta con conocimiento”. Pero, como ya sabemos, después de cierto tiempo el cerebro se desconecta y los chicos dejan de aprender. Por ese tipo de cosas es que muchas cosas deben cambiar al interior de una clase para que los estudiantes sean los que verdaderamente hagan el trabajo cognitivo, que piensen y respondan. Pero para que los chicos hagan eso los maestros deben también cambiar. Hemos encontrado que los adultos aprenden más cuando tienen una oportunidad de primero tener alguna instrucción y de tener un chance de practicar por sí mismos antes de entrar en acción en clase. S. E.: También ha hablado de la importancia de innovar en los procesos educativos. ¿Podría darnos algunos ejemplos sobre cómo la tecnología sirve para propósitos pedagógicos? N. A.: Hay varios. Uno es tomar un salón y dividirlo en dos. La mitad de los estudiantes están en los computadores, aprendiendo de un sistema digital matemático increíble y riguroso conceptualmente. La otra mitad está con el profesor, quien ahora está trabajando en aplicación y un entendimiento más profundo de los problemas que los otros chicos están aprendiendo del lado digital. Luego de media hora cambian. Así tienes estudiantes con dos modalidades distintas, el profesor logra manejar la mitad del tamaño de la clase y el profesor se puede concentrar en ayudar a los estudiantes hacer el aprendizaje más a fondo que necesitan hacer para complementar su formación y de forma sistemática. S. E.: De todo esto, ¿que ha sido lo más complejo de realizar? N. A.: Mi experiencia es que hemos colaborado a que colegas increíbles puedan crear escuelas grandiosas y programas y entrenamiento a maestros. Pero pese a esto todavía estamos bastante lejos de dónde necesitamos estar en términos de equidad y justicia social, en términos de resultados educativos para chicos de ingresos bajos. Ellos, los chicos provenientes de los lugares más pobres componen apenas el 8% de los chicos que van a la universidad, mientras los más adinerados componen el 75%. S.E.: ¿De quién es la responsabilidad? N. A.: Debo decir que los chicos no son el problema, sino los adultos. Y fundamentalmente incluso cuando muchos adultos están involucrados con la educación y tienen las mejores intenciones, no sabemos cómo organizar sistemas para trabajar bien juntos para producir los resultados en una escala que necesitamos para la sociedad. Más allá de culpar, lo importante es saber que el punto de quiebre está que los sistemas de gobiernos, los sistemas de universidades, las uniones de profesores y administradores trabajen juntos y en armonía por el resultado deseado. S.E.: Con su experiencia, ¿cuáles serán los desafíos del sistema educativo en los próximos años? N. A.: El problema fundamental es que el mundo del trabajo está cambiando mucho y muy rápido, entonces el desafío está en pensar cómo hacer para que las personas jóvenes puedan trabajar, vivir y prosperar en este mundo cambiante. Las herramientas que los niños van a necesitar en el mundo del futuro van a ser muy diferentes a como era en el pasado. Esencialmente tenemos que trabajar para innovar en una forma que es un poco incómoda para el sistema actual. Esto da pie para reformar la carrera en pedagogía y la parte técnica de la educación, pero nos lleva a cuestionarnos cómo generar que los jóvenes adquieran herramientas colaborativas para trabajar.