Gregorio Salazar, con 16 años, es uno de los pocos niños que cada año logra pasar la exhaustiva selección para hacer parte de las Olimpiadas Nacionales de Matemáticas realizadas por la Universidad Antonio Nariño.Está cursando noveno grado y a su corta edad ha participado en tres de ellas, llegando siempre a la ronda final. Las matemáticas son para él su presente y su futuro.Puede leer: Cuál es la utilidad de las matemáticas en la vida cotidianaLos jóvenes que se ponen a prueba en las Olimpiadas Nacionales primero deben superar una ronda clasificatoria. “Son respuestas del tipo selección múltiple que permiten el ejercicio de la intuición, sigue la prueba selectiva con problemas de respuesta numérica que requieren de un proceso completo de solución, y por último la prueba semifinal y ronda final con problemas que exigen que el estudiante razone, justifique y redacte una solución completa”, cuentan en la universidad.Gregorio reconoce que no le gustan las calculadoras. Al mismo tiempo asegura tener poca agilidad para hacer cuentas en la cabeza. Aún así, su ingenio lo ha llevado a dos competencias internacionales: la Olimpiada Iberoamericana, que tuvo lugar en Iguazú, Argentina en septiembre del año anterior, en donde se llevó una medalla de bronce, y la Olimpiada Centroámericana que lo hizo merecedor de la medalla de plata.Además, se sonroja al recordar que han sido muchos los problemas que se le han quedado sin resolver. Sin embargo, Gregorio se esfuerza cada día por ir un paso adelante de sus competidores, asegura que lo primordial es lograr encontrar herramientas nuevas que le ayuden a resolver ejercicios con pura la lógica matemática.Le recomendamos: Por qué es importante que los niños aprendan matemáticas desde la guardería“Hay problemas que son muy difíciles, ha habido situaciones donde de 800 personas solo dos han podido solucionar ejercicios con herramientas muy sencillas. Yo aún no soy capaz, pero la idea es acostumbrarse a resolver problemas que nunca haya visto y que sean de diferentes dificultades”, explica mientras se acomoda en la silla del escritorio donde posan varias hojas con garabatos que solo él sabe reconocer.La habitación de Gregorio es como la de un chico de su edad, ama el fútbol y su equipo predilecto es el Barcelona. Pero en este caso, lleva una disciplina distinta a la de muchos, quiere llegar la Olimpiada Internacional de Matemáticas (OIM), el mundial de esta disciplina, un reto al que muchos aspiran y pocos logran llegar.Gregorio admite entre risas que fue él quien sumergió a sus padres en esta vida de números y razonamientos. Ellos, por su parte, no han dudado un segundo en seguir apoyando a ese hijo al que otros compañeros -y con razón-, suelen llamar ‘lumbrera‘.Sugerimos: Odia las matemáticas La tecnología puede ser una alternativa