El pasado jueves, a sus 90 años, Pedro Gómez regresó al Rosario. En esa universidad de Bogotá, el reconocido empresario empezó hace más de 70 años una promisoria carrera como abogado. Ingresó a ese claustro en medio de enormes dificultades económicas y se destacó como pocos no solo como estudiante, sino luego como egresado. En ese día, en los pasillos del Rosario, las notas de Gómez estaban enmarcadas para quienes lo acompañaron a recibir la máxima condecoración que otorga ese claustro académico. La ceremonia fue presidida por el rector de esa institución, Alejandro Cheyne, quien destacó el valor de Gómez en esa comunidad académica. El exrector Mario Suárez Melo hizo una semblanza de lo que ha sido su vida. Estas fueron sus palabras: “En el marco de este homenaje, el señor rector me ha pedido hacer un recuento de los servicios que Pedro Gómez Barrero le ha prestado al país. He aceptado complacido este honor con la esperanza de hacerlo en el poco tiempo disponible, omitiendo cualquier referencia adicional a su paso por esta universidad y al significado y trascendencia de la condecoración que se le confiere.
Una primera aproximación para dibujar a grandes trazos un perfil de Pedro Gómez, nos muestra a alguien que ha pensado siempre en grande, imaginativo e innovador, que ha tenido como meta el servicio a su país, obrando con tenacidad y exigencia y que nunca ha sido factor de polarización entre sus compatriotas. Adicionalmente, ha cumplido una misión multidimensional actuando en diferentes campos, según se lo ha ido demandando la vida y la sociedad y en todas sus actividades ha puesto la totalidad de su capacidad humana, entregándose sin reservas ni dobleces y obrando siempre recta y lealmente, con las personas, con las instituciones y con su conciencia, como se enseña y se practica en esta universidad. Las afirmaciones que acabo de hacer están respaldadas, desde luego, con el sustento probatorio adecuado, pues se fundamentan en el análisis de las principales tareas cumplidas por Pedro Gómez como urbanizador y constructor, como diplomático, como líder social y, finalmente, como conductor empresarial. Como urbanizador y constructor, después de haber gerenciado las firmas de Fernando Mazuera y de Currea & Uribe Holguín, fundó su propia empresa e inició con limitados recursos, la construcción de modestos proyectos en el sur de Bogotá, que poco a poco se fueron ampliando hasta convertir esa pequeña empresa inicial, en una de las mayores constructoras del país. No haré ahora una relación detallada de las obras construidas por Pedro Gómez, pero si reafirmó que pensó en grande desde el comienzo, pues nunca antes una sola empresa había llegado a construir 3.685.000 metros cuadrados. Y lo que es igualmente importante: introdujo en sus proyectos un concepto de humanización de la vivienda que convirtió en realidad su propósito de proporcionar a los adquirentes “Un mejor modo de vivir", como lo definió en el lema de su empresa y como lo ha conseguido en todos estos años. Del enorme conjunto de urbanizaciones residenciales, urbanizaciones campestres, oficinas, hoteles y centros comerciales, su actividad de mayor recordación fue la construcción de Unicentro, el primer gran centro comercial de Colombia, que marcó un hito en la historia de la ciudad y significó un gran cambio en la actividad comercial pues dinamizó y modificó el sistema de ventas al detal en Colombia. Ese modelo se continuó con otros grandes centros comerciales, como el Andino, el Palatino, el Santa Fe y otros 24 centros en varias ciudades, todos convertidos en ejes no solo para el progreso y la consolidación del comercio, sino también y de qué manera, para la incorporación y desarrollo de la comunidad. Pedro Gómez como promotor inmobiliario, introdujo otras iniciativas innovadoras: creó desarrollos de vivienda al lado de los centros comerciales acercando las viviendas al comercio y a los demás servicios, originando vecindarios autosuficientes. Así surgió Multicentro en Bogotá, en Cali y en otras ciudades del país. Otra idea precursora fue el desarrollo y construcción de vivienda especializada para la tercera edad, de donde surgió Plenitud, un armónico y hermoso proyecto para envejecer con dignidad, que en el momento de su terminación no fue suficientemente comprendido por el mercado pero que pasados algunos años, ha sido aceptado y replicado por muchas firmas especializadas que siguen tratando inútilmente de superarlo.
Como Diplomático, Pedro Gómez estuvo durante dos años, de marzo de 1987 a abril de 1989, como embajador de Colombia en Venezuela. La situación que encontró al llegar a Venezuela no era ciertamente tranquilizadora. La delimitación de las áreas marinas y submarinas había exacerbado los ánimos a lado y lado de la frontera: el fracaso de la célebre hipótesis de Caraballeda; los intentos de solucionar las divergencias dando aplicación al Tratado de no agresión, conciliación y arbitraje, suscrito en 1939 y los repetidos ataques guerrilleros, configuraban un panorama difícil. A esto se sumó el incidente de la Corbeta Caldas en agosto de 1987, todo lo cual configuró lo que ahora podríamos llamar “la tormenta perfecta”. El obrar con lealtad y respeto y tratando los problemas directamente y en forma práctica, como se lo había pedido el presidente Barco en el momento de nombrarlo, le permitió a nuestro embajador, empezar a desactivar el conflicto. La estrategia analizada ahora, 30 años después, confirma su acierto. El embajador logró descongelar la relación, en primer lugar, por las excelentes relaciones personales que tuvo con toda la clase dirigente venezolana y , en segundo lugar, restándole importancia a la controversia sobre la utilización del Tratado de no agresión de 1939 para manejar la diferencia limítrofe y, estimulando, en cambio, el establecimiento de nuevo instrumento de diálogo binacional, instrumento que no se circunscribiera solo a la delimitación de las áreas marinas y submarinas, sino que avanzara en otras aspectos esenciales de la relación; que estuviera integrado solo por altos representantes de los dos países y no por representantes de 5 naciones , como se establecía en el mencionado Tratado y que no se limitara a hacer estudios que propiciaban la digresión y el aplazamiento, sino que propusiera soluciones y metodologías concretas para ejecutarlas. Poco a poco, fue avanzando la idea hasta llegar el 3 de febrero de 1989 a la firma del llamado Acuerdo de Caracas, por el presidente Barco y el presidente Carlos Andrés Perez, dos presidentes nacidos en la zona de frontera. Un año después, el 5 de marzo de 1990, los mismos presidentes pusieron en marcha este acuerdo aceptando las recomendaciones de los altos comisionados y asignándoles,poco después, el manejo y la solución de los problemas de la relación binacional. Este fue el punto máximo de la distensión entre nuestros dos países, alcanzado como resultado de la metódica y cuidadosa actividad diplomática de Pedro Gomez, que después de dejar la embajada, fue nombrado primero como integrante, y luego como presidente de esa comisión, dando continuidad a una labor permanente de acercamiento constructivo con Venezuela , con el respaldo del entonces nuevo presidente de Colombia, César Gaviria y de los presidentes que lo sucedieron. Lo cierto es que la actuación de esta comisión cambió diametralmente la forma de manejar nuestra relación binacional, permitiendo que esta se desarrollara en un nuevo marco de diálogo y entendimiento, que se mantuvo mientras duró la democracia en Venezuela. Pedro Gomez continuó liderando este esfuerzo diplomático por casi 20 años a través de pacientes, de muy pacientes, negociaciones y de numerosas reuniones, formales e informales, durante cuatro gobiernos venezolanos y cinco gobiernos colombianos, hasta llegar a un resultado que parecía entonces imposible: al trazado de la línea que marcaría el nuevo límite entre nuestros dos países, acordado en la Comisión Presidencial Colombo-Venezolana sobre Delimitación de Áreas Marinas y Submarinas, para poner definitivamente fin a esta perturbadora controversia . Seguramente cuando se restablezca la democracia en Venezuela y sea sustituida esa torpeza uniformada que hoy la gobierna, se iniciarán las discusiones y trámites para convertir esta nueva propuesta de límites en un tratado internacional, lo cual nos llevará a recordar entonces, como hoy lo hacemos con toda justicia, la extraordinaria labor del diplomático Pedro Gómez Su actividad como líder social, como constructor de esperanza, ha sido una constante en su vida. Mencionaré sólo dos de sus realizaciones en este campo: la creación de compartir y el manejo inicial de resurgir. En 1979 se juntaron los efectos desastrosos de varias catástrofes naturales: el maremoto en Tumaco, la inundación del río Bogotá en Patio Bonito, el desbordamiento del Magdalena que afectó varios municipios de Caldas y el desplome de la plaza de toros de Sincelejo. El presidente de entonces, el nunca olvidado Carlos Lleras Restrepo, estimó que cerca de 25.000 familias estaban atravesando una situación angustiosa y requerían la ayuda de toda la sociedad. Hizo un llamado a la solidaridad nacional que fue inmediatamente respondido por Pedro Gómez, quien reunió a los principales dirigentes empresariales para ayudar en la emergencia y, como resultado, creó la Fundación Compartir que fue diseñada, construida y dirigida por él desde el comienzo. Compartir ha desarrollado desde entonces una tarea verdaderamente gigantesca: nuevamente pensando en grande y esta vez en lo social, ha construido 41 colegios para 31.000 estudiantes; 26 centros de desarrollo infantil en 34 municipios; 36.000 viviendas sociales con 2.100.000 metros cuadrados; 588.000 metros cuadrados de parques y espacio público y ha capacitado a 27.000 microempresarios en el desarrollo de emprendimientos empresariales. Especial mención merece el Premio Compartir al Maestro, en el que ya han concursado 28.000 profesores, iniciativa que ha generado una sana y deseable competencia entre los docentes del país. El desarrollo de la educación ha sido un objetivo permanente en la actividad de Pedro Gómez. Lo atestiguan, además, su vinculación al Consejo Directivo de la Universidad de Los Andes, a la Conciliatura de la Universidad del Rosario y el haber asumido el estímulo y financiación de la última misión sobre el Futuro de la Educación, que dirigieron Guillermo Perry y Catherine Rodríguez y cuyos resultados se entregaron al presidente Santos al iniciar su segundo periodo de gobierno. El cúmulo de realizaciones que he resumido y la misión apasionante de ayudar efectivamente a los más necesitados, han llevado a Pedro Gómez a afirmar que Compartir es la experiencia que mayores satisfacciones le ha dado en su vida. A finales de 1985, atendiendo el llamado del presidente, Belisario Betancur, frente a otro hecho desastroso, la activación del Nevado del Ruiz y la desaparición de Armero, se hizo cargo de la Gerencia del Fondo de Reconstrucción Resurgir. La tragedia de Armero no solo consistió en la destrucción material de esa ciudad y en el gran número de muertos y heridos que se produjeron, sino en destrucción del tejido social, en la pérdida de los lazos familiares y el deterioro psicológico y espiritual de los sobrevivientes. La atención, entonces, además de la identificación, reubicación y reintegración de las casi 30.000 personas que habitaban las zonas destruidas, debía cubrir todos los demás frentes. A pesar de la magnitud de la tarea, a Resurgir no se le asignó partida alguna del presupuesto nacional o de otras entidades públicas, no se le concedió empréstito alguno, no recibió otros bienes del llamado Fondo Nacional de Calamidades y, en síntesis, solo recibió una parte de los dineros y bienes donados para atender la emergencia. Pese a ello, Resurgir, bajo la gerencia de Pedro Gómez, preparó los planes y programas para la recuperación de la zona devastada, atendió oportunamente los requerimientos angustiosos que se presentaban, cofinanción, estudios y obras para el restablecimiento de servicios y para la reapertura de escuelas y colegios , coordinó la labor de entidades nacionales y de firmas contratistas y distribuyo con eficiencia e imparcialidad las ayudas recibidas, en medio de la batalla política local que se desató entonces.
Al hacerle el encargo, el presidente lo había presentado como un superministro con el cual debían colaborar todas las agencias del Gobierno. Sin embargo, en el trascurso de los ocho meses que duró en esta misión, Pedro Gomez fue comprobando que la colaboración en el sector público está determinada no solo por la palabra bien intencionada de un presidente sino, además, por muchos y variables factores, no siempre nobles, y constató con tristeza que en el día a día de la Administración Pública, una intriga a tiempo puede desviar impunemente un propósito trascendente. Por ello, cumplida esta labor de salvamento y coordinación, Pedro Gomez renunció a Resurgir que había gerenciado sin contraprestación alguna y regresó a su firma constructora. En las actividades descritas y en todas las demás que omitimos por razones de tiempo, Pedro Gómez ha ejercido una conducta enmarcada en dos exigencias permanentes: eficacia y rectitud. Bien sabemos que los sueños no se realizan por el solo hecho de soñarlos. Hay que trabajar para hacerlos realidad y a veces, a pesar de todo, se frustran por las dificultades insalvables que surgen, o se aplazan o se olvidan. Otras veces, los sueños se realizan y culminan exitosamente para aportarnos satisfacciones espirituales y merecidas recompensas económicas. Pedro Gómez ha transitado por todas estas etapas en el desarrollo de sus actividades y ha sufrido altibajos económicos, que ha manejado ejemplarmente: en los momentos de abundancia con templanza, sin ostentaciones ni derroches. Y en los momentos de estrechez, dando la cara, sin eludir los compromisos adquiridos y sin recurrir a artificios o a argucias jurídicas para defraudar a los acreedores o a los amigos . Pedro Gómez ha respondido siempre con todo su patrimonio y el de su familia al estricto cumplimiento de sus obligaciones. Las dificultades a que se vio abocado, las pérdidas que soportó y los sacrificios que tuvo que hacer para cumplir, no lo disminuyen, sino que lo enaltecen; no lo desdibujan, sino que lo reafirman. No basta con ser exitoso para merecer respeto y ejercer autoridad. Se requiere, además, ser maestro en rectitud y cumplimiento, ser maestro en derechura, como lo ha sido Pedro Gómez. Por esto, aunque muy pocas veces haya tenido poder, siempre ha ejercido autoridad. Esa autoridad que no se impone, sino que se reconoce, que no es efímera sino permanente, que no se diluye con el paso del tiempo, sino que se acrecienta por el respeto que inspira su ejercicio . Hoy desde esta universidad, estamos reconociendo que la vida y la obra de Pedro Gómez deben ser exaltadas y puestas como ejemplo, deber que estamos cumpliendo en compañía de las autoridades del Rosario, de sus más cercanos amigos y de su familia, de su más inmediata semejanza, de sus dos compañeras de vida , de sus cuatro hijos, Pedro, Luisa, Maria Fernanda y Maria, su más reciente ilusión, y de sus cuatro nietos, Gustavo, Andrés, Pedro y Sofia, quienes tienen todo el derecho de sentirse orgullosos de tener como compañero, como padre y abuelo, a quien ha merecido la admiración y el respeto del país entero, al trabajador infatigable que ha ejercido un liderazgo permanente, demostrando con su vida y su obra que, como decía el escritor antioqueño, vale más la fe que la desesperanza y más que la fe, vale la mano que reparte entre los hombres.