Muchos se extrañaron cuando en octubre de 2016 la Academia sueca otorgó el Premio Nobel de literatura al compositor estadounidense Bob Dylan. Incluso, algunos pusieron el grito en el cielo. Y no era para menos: Tras 108 galardonados, era la primera vez que se concedía esta distinción a un músico. Sin embargo, la sorpresa desaparece si se ha seguido una brillante carrera que se extiende por más de cinco décadas o escuchado con atención las letras de sus más de mil canciones compuestas desde 1962, fecha en la que publicó su primer álbum, el cual fue titulado con su nombre.En el 2007 Dylan gana el Príncipe de Asturias y un año después el Pulitzer. La revista Time lo elige como una de las cien personas más influyentes del siglo XX. El jurado de las Artes español lo consideró “un mito viviente y faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo”. Sin duda, lo es. Dylan fue un ícono para quienes hicimos parte de la generación del sesenta y un profeta de los estudiantes que se movilizarían años después en el mundo para detener la guerra de Vietnam y ampliar la democracia. Algo similar fue reivindicado por la Fundación MusiCares y la Academia de los Grammy al elegirlo el personaje musical del año 2015 por “el aporte de su trabajo creativo a la cultura estadounidense y al mundo entero de manera genuina y duradera”. La Academia del Nobel quiso destacar que Dylan había “creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”.Su hermoso canto a la paz Blowin’ in the wind fue adoptado como himno de los movimientos en defensa de los derechos civiles y su mágica composición Like a Rolling Stone fue elegida por la revista de los eternos rockeros británicos en 2004 como “la mejor canción de todos los tiempos”.Aunque se le reconoce su aporte musical como precursor de las fusiones entre la música folk y el rock y por sus exploraciones en el country, el blues, el folk y el rock and roll, muy seguramente, su mayor contribución a la cultura humana sean sus profundos y hermosos poemas cantados, lo que lo convierte en un verdadero juglar moderno, reinventando con ello una larga tradición que empezó con Homero. En estas líneas destacaremos su militante pacifismo. Para ello, retomaremos extractos de algunas de sus canciones de los años sesenta, usando en este caso la traducción del texto español de Océano, titulado Letras, el cual compila más de 1.000 de sus canciones.En Blowin’ in the wind (1962), Dylan se pregunta por el sentido de la guerra. Dice:¿Y cuántos oídos debe tener un hombrepara oír el llanto de la gente?¿Y cuántas muertes harán falta para que entiendaque ya han muerto demasiado?La respuesta, amigo mío, vuela con el viento.La respuesta, vuela con el viento.En Master of war (1962), cuestiona el papel de quienes se benefician con las guerras. A ellos les desea la muerte:Habéis propagado el peor de los miedosque jamás se pueda sembrar:El miedo de traer hijos al mundo.Por haber amenazado a mi niñoque no ha nacido ni tiene nombre,vosotros no valéis ni la sangreque corre por vuestras venas.En John Brown (1962), un excombatiente reflexiona al regresar de la guerra:Cuando estaba allí pensaba: Dios, ¿qué hago yo aquí?Intento matar a alguien o muero en el intento.Pero lo que más me asustó fue que al acercarse el enemigoSu rostro era igual que el mío.A partir de 1988 y luego de su conversión al cristianismo, añadió esta estrofa a su bella canción With God on our side (1963): En los sesenta llegó la guerra de VietnamPuede alguien decirme ¿para qué luchamos?Tantos jóvenes murieronTantas madres lloraronAhora yo pregunto,¿Estaba Dios de nuestro lado?Luego de escuchar y leer sus canciones, es difícil no reconocer a una leyenda que ha incidido en las maneras de entender y sentir la poesía, pero, sobre todo, en las maneras de pensar y representar el mundo. De allí que el Nobel a Dylan fue, indirectamente, el premio a una generación que por todos los medios intentó cambiar el mundo en el que vivimos. Para un país que se enfrenta al enorme y complejo reto de construir la paz, volver a escuchar a Dylan es una necesidad. Y la explicación de por qué hay algunos interesados en que en un país como Colombia la guerra continúe también la tiene el Nobel: La respuesta, amigo mío, vuela con el viento. The answer is blowin’ in the wind.* Fundador y director del Instituto Alberto Merani.Para estar enterado sobre las noticias de educación en Colombia y el mundo, síganos en Facebook y en Twitter.