Dice Miguel de Zubiría que la tragedia de la educación consiste en que sabemos mucho de lo otro, poco de los otros y nada sobre nosotros mismos. Creo que es así. La educación actual prepara para las pruebas estandarizadas, pero no para la vida. Parte esencial y maravillosa de la vida son las relaciones y las emociones, pero nadie nos enseñó a gestionarlas.
Las competencias socioemocionales son el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que permiten identificar nuestras emociones, regularlas, conocernos, valorarnos, relacionarnos de manera armónica y construir vidas de bienestar y felicidad. Las investigaciones dicen que se pueden desarrollar y ese es el objeto de la educación socioemocional.
Son importantes porque contribuyen a la prevención de la violencia y a mejorar la convivencia. Forjan virtudes democráticas esenciales, como la capacidad de escucha y la empatía. Previenen el suicidio y la depresión. Ayudan a la construcción de una sociedad más pacífica y compasiva. Nos dan herramientas para manejar la ansiedad, el miedo, la rabia, la tristeza, el dolor, el estrés y la soledad, y nos ayudan a cultivar la alegría, la gratitud, la esperanza y el amor. Casi nada.
Una de las habilidades esenciales para el futuro es la capacidad de adaptación. Adaptación al cambio y a la incertidumbre. Esto se hace a través de nuestros recursos y fortalezas. Para ello es necesario el autoconocimiento. Sin él no hay consciencia de sí mismo, ni autovaloración ni autoeficacia, virtudes esenciales para la felicidad y para afrontar la adversidad. La educación socioemocional nos ayuda a lograr eso.
¿Cómo desarrollar estas competencias? A través del ejemplo de los adultos, del ambiente que se construye, de las relaciones que se establecen, de la reflexión y del cambio de hábitos. Pero lo primero es formar a profesores y a padres de familia. En la convivencia es como se forman niños y adolescentes.
Estas competencias se desarrollan con ‘gimnasia emocional’, más que con teoría. Hay que entrenarse, como quien desarrolla un músculo. Esta gimnasia se hace con reflexión, con introspección, con escritura, con diarios emocionales, con literatura, arte y música, con trabajo en el cuerpo a través del ejercicio físico y la expresión corporal, con círculos de conversación, con acompañamiento emocional y diálogo, con prácticas como la respiración consciente, la meditación y el mindfulness, y con la ampliación del vocabulario emocional, entre otros. La clave es que toda emoción debe ser honrada y expresada de alguna forma porque cada emoción trae información valiosa.
Decía Aristóteles: “Ponerse bravo, eso es fácil. Ponerse bravo, con la persona adecuada, por la razón adecuada, con la intensidad adecuada, en el momento adecuado, eso es difícil”. Es difícil, sí, pero es posible. Para ello, necesitamos educación socioemocional.