“En Colombia los adultos estamos invisibilizando e ignorando el dolor de los niños”, dijo el neurólogo infantil Jorge Eslava, director del Instituto Colombiano de Neurociencias. Lo hizo al revelar los resultados de la primera encuesta hecha en el país sobre los efectos del confinamiento en la salud mental de los niños.

Lo afirmó con evidente preocupación porque el estudio arrojó una cifra demoledora: el 88% de los niños y niñas tiene algún signo de efecto en su salud mental.

Todavía no ha pasado suficiente tiempo para predecir las secuelas psicológicas que provocará la pandemia. Pero los expertos consultados por SEMANA coinciden en lo que sostiene el psiquiatra infantil Felipe Agudelo. “Los episodios depresivos o ansiosos, las dificultades en el neurodesarrollo y los trastornos por estrés postraumático de esta generación de niños serán la próxima pandemia”, dice.

Este panorama, pone sobre la mesa nuevamente el debate que se viene dando desde hace varios meses sobre la importancia de reabrir los colegios y hacer lo posible por no cerrarlos tal y como ocurre en estos momentos en muchos lugares del país.

El director del Instituto Colombiano de Neurociencias, Jorge Eslava, asegura que muchas personas, por querer proteger a sus hijos, les están haciendo un daño más grande: “La covid no es más grave que una gripe común para ellos, pero alejarlos un año de los colegios sí podría tener efectos irreversibles”, afirma.

La revista especializada ‘The Lancet Child & Adolescent Health’ reveló en un informe que menos del 1 por ciento de los casos en niños resultan mortales.

El otro interrogante es la capacidad de los niños, con síntomas o sin ellos, de transmitir el virus a su familia o a los profesores. Los datos al respecto son menos claros porque es difícil estudiar el poder transmisor de sujetos que tienen poca o ninguna señal de la enfermedad.

Para Eslava, en el imaginario de las personas está el pensamiento de que los niños son peores vectores que los adultos solo corresponde a la falsa creencia de “niños descontrolados vs. adultos muy responsables”. Pero prácticamente todas las menciones recogidas en los medios en Colombia sobre desobediencia a las medidas hacen referencia a adultos, no a niños, mientras que los casos en los colegios abiertos han sido mínimos.

Las pruebas de detección más importantes se realizaron en Islandia, y tienden a confirmar que los niños desempeñan un rol menor en la transmisión. En una de las campañas de pruebas realizadas en la isla ningún niño menor de diez años dio positivo. Kári Stefánsson, un investigador líder en Islandia, le dijo a la revista ‘New Yorker’ que de unos 56.000 residentes examinados, “solo hay dos ejemplos en los que un niño mayor de diez años infecta a un padre. Pero hay muchos ejemplos en los que los padres infectan a otros”. Todas las investigaciones apuntan a un mismo resultado: los niños son menos propensos a contagiarse y a servir de vectores de la enfermedad.

Por esta razón, Eslava junto a varios expertos continúan con la campaña #LaEducaciónPresencialEsVital, en la que instan a las autoridades a continuar con el proceso de reapertura y mantener los colegios abiertos incluso en medio del tercer pico.

A pesar del panorama, el país está lejos de lograr un consenso para buscar una solución que beneficie a los menores. La reapertura de colegios se ha convertido en el tema más polémico de la reactivación en medio del inicio de la tercera ola de contagios.

Mientras muchos piden celeridad en la reapertura de las instituciones, Fecode mantiene su posición de no volver a las aulas, al considerar que no existen las garantías suficientes para un retorno seguro. El gremio docente ha difundido imágenes que evidencian la precariedad de algunos colegios y argumenta que es inviable volver a las aulas por ahora.

En parte tienen razón. El Primer Estudio Nacional de Salud y Bienestar Escolar muestra que el 55 por ciento de los planteles del país no cuenta con suficiente agua y jabón para satisfacer las necesidades de la comunidad educativa. Eso preocupa a los padres, quienes se oponen a la reapertura.

Para solucionar esta falencia, el Gobierno dispuso de 400.000 millones de pesos a fin de dotar a los colegios de elementos de bioseguridad para reabrir. Algunos insisten en que la cifra es insuficiente frente a las deficiencias en varias instituciones. Pero el dinero tampoco ha ayudado para que los niños vuelvan a las aulas, pues solo se ha ejecutado el 23 por ciento del total.

Reabrir los colegios es posible si cada quien pone de su parte. Hasta ahora el debate no ha tenido en cuenta a los más afectados, los niños, cuya voz nadie ha escuchado. Por eso, es imperativo: hay que volver a las aulas ¡ya!