Diana Patricia Echavarría es magister en enseñanza de idiomas extranjeros y docente en la Institución Educativa Madre María Mazzarello, de Medellín. En su propuesta educativa integra la tecnología en sus clases para que sus alumnas aprendan a hablar y escribir inglés: “Les propongo grabar audios para escuchar su pronunciación, grabar noticieros o hacer videos con el celular. También utilizamos una aplicación para hacer quices con el dispositivo o para buscar en diccionarios como Word Reference. Si no es con fines pedagógicos, no acepto su uso. Mis estudiantes muchas veces usan el celular para chatear con amigos, tomar fotos inadecuadas para hacer memes o burlarse de los profes. Por eso estoy parcialmente de acuerdo con el uso de la tecnología en las clases”. Le puede interesar: La importancia de la tecnología en la Educación La experiencia de Echavarría no dista de la de otros profesores del país. Los celulares se han vuelto casi que una extensión de los cuerpos de grandes y chicos y, dependiendo de su uso, puede estar a favor o en contra del aprendizaje. Esta discusión, que interesa no solo a estudiantes y maestros, sino también a padres, llegó al Congreso con miras a convertise en ley. El pasado 21 de agosto, Rodrigo Rojas, representante a la cámara por el Partido Liberal, radicó un proyecto que, de ser aprobado, prohibiría el uso de dispositivos móviles en las aulas y los colegios, para estudiantes de preescolar, básica y secundaria. Y, aunque la medida existe en países como Francia (que desde 2010 tiene una ley de la misma naturaleza, ratificada recientemente en 2018), es una iniciativa que inquieta por lo positivo y negativo que podría traer para el sistema educativo colombiano y su relación con la innovación.   Aunque el político manifestó que entiende el aporte de los celulares en potenciar las capacidades de las personas, reafirmó que este tipo de aparatos en manos de los niños y niñas sin supervisión va en detrimento de la educación:“En clase es un agente distractor, afecta la concentración”. Para él, el proyecto de ley: "busca velar por el desarrollo integral, la educación y la seguridad de niños y adolescentes". Rojas también argumentó que su uso puede ser perjudicial para la salud mental y física de los menores. El proyecto se basó en unas cifras presentadas por el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones que demuestran que alrededor del “52% de los jóvenes entre los 12 y los 17 años sienten algún grado de ansiedad si no saben lo que ocurre en internet o si se encuentran desconectados”. Trastorno del sueño y de la conducta interpersonal, agresividad y depresión fueron otros de los factores que alegó el representante en contra de ese tipo de tecnología para los chicos de hasta el grado noveno. Pese a sus argumentos, el proyecto tiene detractores y partidarios. Le recomendamos: Esto es lo que piden los jóvenes a la sociedad colombiana

Si bien Rojas comparte las cifras y las razones para oponerse a la tecnología en el aula, expertos en innovación en la educación no están del todo de acuerdo con su propuesta. Luis Cerezo, profesor de lingüística aplicada en America University y consultor para Berlitz, es uno de ellos. “Si bien estoy en contra,  entiendo la medida y los motivos por los cuales lo plantea. De hecho, puedo decir que en Estados Unidos (donde enseño), los estudiantes utilizan la tecnología para otras cosas y no a aprender, lo que crea un déficit de atención. Por otra parte, pienso que en un mundo donde la alfabetización ya no es cuestión de saber leer y escribir, sino que también es cuestión de saber utilizar la tecnología, no podemos bajarnos de ese tren porque sería un retroceso con respecto a cómo funciona el mundo. Se trata de aprender a utilizar la tecnología como un aliado y no como un enemigo. Tenemos que saber convertirla en nuestra aliada y como maestro es posible decirle a los estudiantes cuándo la vamos a utilizar y cuándo no”, aseguró Cerezo. Le sugerimos: “Necesitamos maestros para darle sentido a los contenidos digitales” Gloria Marciales, experta en el uso de tecnología en los nativos digitales, comparte la visión del profesor español: la prohibición por la prohibición misma no sirve de nada. Marciales comenta que si bien hay referencias sobre la adicción a los dispositivos móviles y otros aparatos, y efectivamente los jóvenes pueden ser más vulnerables y aislarse por su uso, la salida no puede vetar su existencia en un lugar donde se planta la semilla de la creatividad, sino intentar comprender el fenómeno y su efecto. “Es entender el porqué de ese aislamiento de su medio familiar o social y preguntarse ¿por qué esa falta de vínculo con sus pares? Podemos impedir el uso del teléfono, de las nuevas tecnologías, del computador, pero eso no resolverá el problema de fondo. La propuesta debe tener un fundamento educativo. Qué es lo que se genera al interior de la escuela, que sea educativo para los chicos y que le dé un lugar a la tecnología y que comprendan, así, la prohibición en un contexto educativo mucho más amplio que la sola negación”. Marciales y Cerezo proponen evitar una acción extremista en el sistema educativo. Pero Rojas con su propuesta ve la ley como una forma de proteger a los alumnos, también, de peligros virtuales como el cyberbulling y acoso sexual por parte de desconocidos, dos amenazas graves para la seguridad emocional de los menores. ¿Es esta una forma efectiva de salvaguardar a los más chicos de Colombia? Andrés Chiappe, maestro en temas de innovación en la educación, argumenta que no es la forma y lo hace por un ejemplo concreto:“Es como cuando el papá llega a la casa y se encuentra que la hija está con el novio en una situación embarazosa en el sofá de la sala y lo que hace el papá para solucionar el asunto es vender el sofá. Lo que están haciendo con ese proyecto de ley es vender el sofá. Lo que el representante a la cámara está diciendo en su exposición de motivos es muy cierto, es muy delicado. Esos problemas son reales, existen y son crecientes y eso hay que intervenirlos. Pero, claramente, la forma en la que ellos pretenden intervenirlos no apuntan a la solución del problema”. Así, su mirada apunta a que la prohibición nunca será la solución a un asunto que habla de problemas comportamentales. En caso de que se apruebe la ley y los aparatos electrónicos con conexión a internet no tengan más un lugar en el colegio, ¿qué va a pasar cuando sean las cuatro de la tarde y los estudiantes se dirijan a sus casas, donde tendrán sus propios dispositivos, o los de sus padres, o el computador de mesa de la casa? Le puede interesar: “Los estudiantes deben aprender a seguir aprendiendo” “Es innegable que estamos viviendo en un mundo donde la tecnología hace parte de la vida cotidiana. Pero no solo eso. hace parte de las competencias sociales y laborales de cualquier persona en este siglo. Eso quiere decir que si nosotros aprobamos una ley que prohiba esto lo que estamos haciendo es alejándonos del desarrollo  de las competencias que el estudiante necesita para ser competitivo en el mundo actual y eso es delicado. Estamos poniendo una piedra en el zapato a la competitividad del país. Y si bien existe ya un ejemplo como el de Francia, país que adoptó una ley de este estilo, eso no quiere decir que sea un referente acertado. Coincido en que es un retroceso” concluye Chiappe.