Laura es una estudiante de 14 años. Su rutina es similar a la de muchos adolescentes: seis horas al día en un aula de clases, sentada frente a un tablero, recibiendo información que, según ella, “no tiene nada que ver con la vida real”. A pesar de sus buenos resultados en matemáticas, Laura no siente que lo que aprende le sirva para lo que realmente le apasiona: el diseño de videojuegos. Como ella, miles de jóvenes en América Latina enfrentan una desconexión profunda con la escuela.
La crisis en la educación es una realidad global, pero se siente con más fuerza en países de ingresos medios y bajos como Colombia. Según el Banco Mundial, en la región, tres de cada cuatro adolescentes de 15 años no alcanzan los niveles mínimos de competencia en matemáticas. Y lo que es peor: de cada cien niños que se matriculan para primero de primaria en Colombia, tan solo 44 llegan a recibir su diploma de grado al finalizar once. Estamos ante una crisis que no se soluciona con más horas de clase o megacolegios.
En 2020, 170 millones de niños en todo el mundo se quedaron sin acceso a educación, y en muchos lugares, las herramientas digitales no estuvieron a la altura del desafío. Seguimos enseñando como si estuviéramos en el siglo XIX, preparando a los estudiantes para un mundo que ya no existe. Los tableros y los libros de texto no pueden competir con un mundo donde la inteligencia artificial, la automatización y la tecnología están cambiando continuamente la manera en que vivimos y trabajamos.
La historia de Laura es un reflejo de un sistema que sigue priorizando la asistencia presencial por encima de la creatividad, las evaluaciones de memoria. Los estudiantes pasan más tiempo repitiendo fórmulas que aprendiendo a resolver problemas reales o comprender los fenómenos que inciden en su día a día, mientras el mercado laboral está pidiendo habilidades de pensamiento crítico, gestión emocional, colaboración y adaptabilidad. Un informe de la consultora McKinsey proyecta que para 2030, más de 375 millones de trabajadores en todo el mundo deberán cambiar de profesión debido a la automatización.
¿Qué debemos hacer? La respuesta no es simple, pero en Renfort, por ejemplo, se empieza por reconocer que el sistema educativo necesita una transformación radical. “No podemos seguir repitiendo que la educación es un conjunto de asignaturas aisladas. Necesitamos un enfoque integrado, basado en habilidades, disminuir la cantidad de estudiantes por aula y abandonar la idea del profesor como único guía del proceso de aprendizaje”, señalaron desde la institución.
Y agregaron que es en esta etapa, justamente, donde entra la tecnología. “En la Red de Colegios, del Colegio Personalizado Renfort, sabemos que tecnología no es igual a tener celulares en el aula, tabletas para consultas o una mega sala de cómputo. Estos dispositivos son usados para el entretenimiento y alteran la atención, por eso decidimos que debíamos hacer algo diferente”.
Plataformas como Platzi están liderando el cambio, ofreciendo formación en habilidades del futuro, como machine learning, search marketing y creación de podcast. Con más de cinco millones de estudiantes, Platzi ha demostrado que el micro aprendizaje autodirigido y personalizado es una alternativa viable a la educación tradicional.
Esa propuesta fue la que impulsó a la institución a tomar la decisión de unir la red de colegios Renfort con Platzi para los estudiantes de noveno, décimo y once. La meta - de acuerdo con su rectora Alexandra Parra - es diseñar un plan de carrera desde el colegio, cultivar la orientación vocacional y modificar la toma de decisión, incentivando que se rompa el ciclo de pobreza con educación. “Sabemos que en menos de tres años habremos modificado la forma en que enseñamos en Renfort, siendo cada vez más abiertos a la creación de rutas de aprendizaje personalizadas desde la infancia”.
El futuro de Laura y de millones de estudiantes como ella depende de la transformación del sistema educativo, y esto implica ir más allá de cambiar lo que enseña. El cerebro aprende mejor cuando está motivado, cuando se conecta emocionalmente con el aprendizaje, y puede ver el impacto directo de lo que está aprendiendo.
“De nada sirven los campus gigantes si nadie quiere ir a la universidad y tampoco terminar el colegio, es hora de modificar el plan de estudios de las escuelas, integrar el conocimiento como práctica, considerar la hibridación del sistema presencial y virtual. Fundamentalmente, dejar de considerar la socialización como el único elemento relevante de la existencia de la escuela, se debe dar paso a la búsqueda de los talentos, es tiempo de crear una nueva escuela con sentido para los estudiantes, para los profesores y para la sociedad”, advirtieron desde Renfort.
El punto de inflexión para una transformación es el inicio de una formación adaptada a los intereses, talentos y habilidades de los niños, niñas y adolescentes.
Para conocer más sobre cómo Renfort está transformando la educación, visite la página web www.renfort.edu.co
*Contenido elaborado con apoyo de Escole