La influencia de la tecnología en la educación es innegable. Desde hace ya varios años ha estado presente en los salones de clases con el objetivo de enriquecer y renovar la experiencia del aprendizaje y de despertar el interés de los alumnos. Colombia le ha  apostado a esa idea y actualmente vive el auge de las tabletas y los computadores en las escuelas. Según el Ministerio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación,  en los últimos cuatro años se han entregado 2 millones de equipos a instituciones públicas. Para junio de 2013, 34.191 sedes educativas ya contaban con estos instrumentos. Pero más allá de este ejercicio de dotación cabe preguntarse cómo han incidido las nuevas tecnologías en la pedagogía y en la calidad del aprendizaje. El debate ha sido extensamente planteado: la herramienta por sí sola no es suficiente ya que tiene que cumplir alguna función. Los colegios y universidades no tendrán mejores resultados o alumnos más aplicados solo porque las clases cambien las fotocopias por un video de YouTube. Se necesita un cambio en el modelo educativo que incluya a maestros, alumnos y padres. Un artículo de octubre de la revista norteamericana Forbes concluye que los verdaderos protagonistas de la transformación de la educación serán los profesores y no la tecnología más avanzada. No se trata de tener el mejor equipo sino de usar los recursos que se tienen a mano de la mejor manera para cumplir un objetivo específico. Por eso, si se pretende que la tecnología marque una diferencia en el proceso educativo, esta debe ajustarse a las necesidades de docentes y alumnos y permitirle a los estudiantes que sean sujetos activos de su propio aprendizaje, explica la publicación. Bob Harrison, maestro y asesor en educación de la empresa Toshiba, sostiene que las nuevas tecnologías no han revolucionado los métodos de aprendizaje sino que han reforzado los modelos pedagógicos tradicionales. Por eso no se puede afirmar que invertir en herramientas tecnológicas necesariamente mejorará la calidad educativa. Por ejemplo, una presentación animada en Power Point le puede dar un nuevo aire a las lecciones, pero mantiene el esquema de un docente que es dueño del conocimiento y que lo imparte a un grupo de alumnos. Este hace que el estudiante siga siendo un receptor pasivo de su educación y no un aprendiz activo. De ahí que el uso eficiente de estos instrumentos sea tan importante, pues allí está la clave para conseguir mejores resultados. Harrison también afirma que se necesitan estrategias para que los estudiantes, que están a la vanguardia en el uso y apropiación de las herramientas tecnológicas, usen estas habilidades para aprender y no solo para entretenerse. Martin Blows, director del programa de aprendizaje en línea del National College For Teaching and Leadership del Reino Unido, recomienda cinco formas de usar la tecnología en las aulas de clase: atrapar a los alumnos a través de la mezcla de diferentes medios disponibles en tabletas y computadores, cambiar el modelo tradicional de usar estos instrumentos, darle el control a los estudiantes sobre su propio aprendizaje, invitarlos a usar la tecnología para profundizar en los temas que les interesen e impulsarlos para que lleven su educación más allá del aula. En la misma línea, John Jon-Hyun Kim, una de las cabezas del proyecto sobre Educación Pública y Liderazgo en la Universidad de Harvard, planteó que el diseño de las escuelas no ha cambiado en los últimos 100 años y que sigue vigente un modelo que busca homogenizar a los estudiantes, cuando debería explorar lo que quiere aprender cada alumno y la mejor manera de hacerlo. La tecnología podría detectar las necesidades individuales de los niños y su propio método de aprendizaje. “¿Qué tal si la tecnología pudiera preparar las clases para que los estudiantes reciban las lecciones que necesitan?”, se preguntó Kim. Esta idea es una realidad en el School of One, una institución en Nueva York que asesora a cada estudiante y le entrega un horario de diferentes cátedras en distintos lugares, dependiendo de su propia manera de aprender. Los profesores deben trabajar y capacitarse para tener la suficiente confianza y las  competencias necesarias para redefinir la manera en que enseñan y así explotar el potencial de las herramientas tecnológicas con las que cuentan. Según Jordan Shapiro, profesor y colaborador de Forbes, los educadores deberían acoger estas tecnologías para que sus alumnos aprendan más y mejor, “pero deberíamos hacerlo porque es útil y funciona, no por el bien de la obsesión por el progreso y la innovación”, afirma. 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