Shannon Lucía Delgadillo vino al mundo el 20 de febrero de 1995 bajo el nombre de Leonardo. Nació hombre pero nunca se sintió como uno. Desde muy pequeña tuvo claro que no se identificaba con el cuerpo que le fue otorgado al nacer. “Inconscientemente siempre supe que era distinta. Cuando me quedaba sola en la casa usaba el maquillaje de mi mamá para dejar besos marcados en los cuadernos. En ocasiones me ponía sus tacones y subía y bajaba las escaleras haciéndolos sonar muy duro”, explica. Shannon tiene 22 años, estudia producción multimedia en el Sena y hace parte del colectivo LGBTI en la localidad bogotana de Tunjuelito, donde apoya a otras personas que, como ella, no siempre han sabido identificar lo que realmente sienten y son. “La identidad de género es la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente y que podría corresponder o no al sexo asignado en el nacimiento”, señala. Para ella fue una cuestión de supervivencia familiarizarse con términos asociados a los derechos humanos: el conocimiento es poder y su arma más valiosa. Lea: Carta de una estudiante trans a todas las mujeresLa educación es a día de hoy uno de sus grandes emblemas. Dice que es vital para que las personas tengan conciencia de que las mujeres trans -también los hombres- son sujetos de las mismas libertades y derechos que cualquier otra persona, y para romper con los estereotipos que se asocian a esta población. “Somos más que peluqueras o prostitutas. Nosotras nos preparamos para ejercer cualquier profesión que nos propongamos. Nuestra elección no nos impide educarnos”.Shannon es miembro del Centro de Atención Integral a la Diversidad Sexual y de Géneros Sebastián Romero, dependiente de la Secretaría Distrital de Integración Social, donde se presta atención psicosocial a personas que están en lo que ellos denominan un proceso de tránsito.También brindan apoyo a padres de familia en el proceso de cambio de sus hijos.De acuerdo con Bibian Sofía Cáceres coordinadora del centro, “nuestro objetivo es desarrollar las capacidades de las personas trans. Por ejemplo, por medio de la educación vocal ayudamos a las mujeres a hablar con su voz natural sin sentir miedo o tener que fingirla. Así se genera una mayor autonomía y seguridad en las personas que les permite desenvolverse en diferentes escenarios”.Relacionado: ¿La hora de los transexuales?Terapia como soluciónShannon estudió secundaria en un colegio distrital del barrio Restrepo, en Bogotá. Fue en esa etapa de la vida, en plena adolescencia y revolución de hormonas, en la que la mayoría de jóvenes solo piensan en disfrutar y pasarlo bien, cuando ella se enfrentó por primera vez a la realidad de tener que contarle al mundo quién era. No por iniciativa propia, sino por las presiones externas. “Cuando descubrí que me gustaban los hombres, todo se volvió caótico. Le conté a mi mamá porque me presionaba para que llevara novias a la casa”. Su madre le hizo prometer que no contaría nada a su padre. “Él siempre fue muy machista, contarle mis inclinaciones se convertiría en un problema familiar”, apunta.Tras la confesión, la madre de Shannon la llevó a terapia. Los psicólogos le recomendaron entonces que el padre de la joven acudiera a las sesiones. No había elección: debía contarle la verdad. “Reaccionó de la forma esperada: acusó a mi mamá de ser sobreprotectora y tenerme demasiado mimada”.La idea de llevar a los hijos a que vean a especialistas para que ‘les curen’ no es nueva, según la Asociación de Familias por la Diversidad Internacional. Sin embargo, el desarrollo de la identidad sexual no tiene nada que ver con una cuestión de hormonas o de modas, advierte Federico Mejía Álvarez, profesor de la Universidad Javeriana y experto en asuntos de género. Según Álvarez, diversos estudios científicos demuestran que los genitales son únicos como la huella digital, pero su significado responde a las construcciones culturales sociopolíticas. Lea también: La transexual que le ganó la batalla a un colegio públicoRechazo de la comunidad educativaA la ardua tarea de aceptarse a sí misma y lidiar con una situación familiar compleja, se sumó otro factor más: soportar la burla de sus compañeros de clase. “Fueron muchas las veces que me decían o hacían cosas para hacerme sentir mal”, explica Shannon.Según la última Encuesta de Clima Escolar, realizada en 613 colegios de Bogotá y sus alrededores, 35.026 estudiantes reconocieron haber presenciado actitudes de rechazo o violencia contra personas homosexuales en sus colegios y 47.225 aceptaron haber visto actos de discriminación contra ellos en sus salones de clase, siendo las mujeres las más violentadas por sus compañeros. La joven también fue objeto de una intervención por parte de la orientadora escolar y la rectora de la Institución. “Nos reunieron a mi mamá, papá y a mí en una sala para que yo les confesara si ya había tenido relaciones sexuales y con quién. Fue una violación a mi intimidad que tuve que aceptar porque me encontraba en una posición de desventaja frente a ellos y eso solo originó que mis padres me castigaran, no me dejaran hablar con mis amigos y no me permitieran salir a la tienda si no era acompañada”, relata. Alejandro Lanz, director ejecutivo de la ONG Parces, explica que en Colombia han habido avances significativos en los últimos años en cuanto a la no discriminación por razones de orientación sexual en colegios, sobretodo tras el caso de Sergio Urrego. En la sentencia que falló a favor de la familia del joven, se obligó a las instituciones a revisar todos los manuales de convivencia y a crear una serie de protocolos para garantizar la integridad de las personas con diferente orientación sexual. Sin embargo, señala Lanz, “los últimos acontecimientos que se presentaron en torno a las cartillas de educación sexual del Ministerio de Educación y el freno que impuso el movimiento político de derecha y los grupos cristianos del país paralizaron este tipo de iniciativas, al igual que la política pública LGBTI que se trataba de impulsar y que tiene una serie de beneficios y avances para personas trans, gays y lesbianas en planteles educativos”.Le puede interesar: El vigilante que aprendió a hablar cinco idiomas a través de DuolingoLuz al final del túnelShannon relata que con su llegada al Sena logró sentir el apoyo de docentes y compañeros. Ella a cambio los “intenta educar” para que acepten a mujeres como ella o a cualquier persona que no se rige por el modelo tradicional de entender la orientación sexual. “Cada pregunta que me hacen, sin importar lo morbosa o tonta que pueda sonar, se las contesto. Es importante que las personas aprendan a aceptar y tolerar a quienes piensan y se ven diferentes”, afirma.La joven espera graduarse pronto y viajar a Estados Unidos para continuar sus estudios o encontrar trabajo en su área, producción multimedia. Su sueño es seguir preparándose y regresar algún día a Colombia con más conocimientos y argumentos para poder ayudar a jóvenes que como ella quieren salir al mundo y mostrar lo que son, no lo que les impusieron ser.
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