Hacia las 9:00 de la mañana del miércoles, las voces de los estudiantes no hacían eco, ni paralizaban el tráfico de Bogotá en un día que parecía común y corriente. Pintaban frases contundentes en pancartas, repartían pitos y vuvuzelas, y se formaban con sus respectivas facultades en bloques móviles humanos. Todo esto sucedía en la plaza Che Guevara de la Universidad Nacional de Colombia, un claustro que durante 150 años ha sido el corazón de la educación pública del país. Minutos después se sintió un estallido. Los tambores sonaron, los estudiantes alzaron sus carteles, soplaron sus pitos y pisaron fuerte. Dieron inicio a la marcha nacional para defender la educación superior pública, para exigirle al gobierno saldar el déficit presupuestal de 18.2 billones de pesos porque tras 20 años de nula inversión, las universidades públicas piden auxilio. Sus docentes y Dolly Montoya, rectora de la Nacional, marcharon al lado de estudiantes del Observatorio de Música, Artes Plásticas, Diseño Industrial, Cine y Televisión, Medicina, Ciencia Política, Ingeniería, Biología, Zootecnia y Veterinaria y del resto de las carreras que ofrecen sus once facultades. “La educación garantiza la libertad del pueblo”, “nuestra flota no se hunde”, “Viva la universidad”,“más libros, menos armas” , “mi generación merece educación pública, gratuita y de calidad” y “S.O.S. Universidades públicas” fueron varias de las consignas que con las que los marchantes en Bogotá expresaron sus inconformidades. Lo mismo pasó en Cali, Medellín, Armenia, Santa Marta, Manizales e Ibagué: “con Duque nadie se educa”, “no nos falta presupuesto, sobran ladrones”, “la educación del pueblo no se vende, se defiende” y “lucho por una educación que me enseñe a pensar, no a obedecer”.Desde el principio la lluvia hizo de las suyas y emparamó las miles de cabezas alegres que marcharon por la educación en Bogotá. Sin embargo, algunas sombrillas salieron al rescate para que los asistentes no sucumbieran ante las gotas. Ninguno lo hizo. Ni siquiera aquellos que con el rostro al aire recibían el aguacero. La jornada apenas empezaba y el clima no le hizo ni cosquillas al espíritu estudiantil que inundaba a la capital. Las manifestaciones artísticas no faltaron. Más de diez personas del grupo de Danzas Folclóricas de la Universidad Nacional bailaron por su claustro y por todos los de Colombia. “La parte de Bienestar ha sufrido recorte de estas áreas. Salimos a marchar porque nosotros también necesitamos presupuesto. Financiando a la universidad también se financia a la cultura” comentaron los integrantes. El trancón humano avanzó mientras se escuchaba: “esta casa la hice yo/ con amor y sacrificio/ pero hoy el barrio está de fiesta/ he invitado a mis amigos”. En vez del paso de los carros y el sonido común de sus bocinas durante el tráfico, “La vamo’ a tumbar” movió las faldas y sombreros de los danzantes. Metros más adelante, estudiantes del grupo de teatro personificaron la crisis de las universidades públicas: ensangrentados, cada cuerpo representó universidades como la del Cauca y la Amazonía para expresar las condiciones precarias de sus campus. El arte fue el camino para rechazar la muerte de los centros de pensamiento y pedir larga vida a las instituciones públicas.
Estudiantes se disfrazaron para pedir, por medio del arte, un presupuesto adecuado para la educación pública. foto: Daniel Reina.Algarabía y euforia. En cada paso, la movilización de Bogotá adquirió tintes de un gran juego de miles de personas. La profunda crisis que concierne a las 32 universidades públicas, el Sena y la Escuela Superior de Administración Pública (Esap) logró unir a la comunidad académica de todo el país y a los ciudadanos de a pie. Desde las ventanas de los edificios aledaños por donde transcurrió la marcha varios colombianos sacudieron la bandera de Colombia y aplaudieron el acto. Mujeres mayores hicieron signos de paz como forma de apoyo. Los conductores de mulas pitaron para dar su aprobación y obreros, desde edificios en construcción sacudieron mallas azules y un letrero pintado con spray que exhibía la palabra “EDUCACIÓN” en mayúsculas. Mientras esto ocurría, los puentes de la ciudad hicieron las veces de terrazas para aquellos que prefirieron observar más de lejos el caminar de miles de almas movidas por el sueño de ser un pueblo educado.Fecode, el Sindicato de Trabajadores de las universidades, la Asociación Sindical de Profesores Universitarios y las 32 Asambleas Estudiantiles de las Universidades Públicas también marcharon. Tomás León Sicard, docente de tiempo completo del Instituto de Medios Ambientales caminaba mientras sostenía un pequeño papel en el que pedía defender la universidad pública. Mientras seguía la manifestación que cada vez estaba más cerca de la Plaza de Bolívar, contó que los recursos son necesarios para que la planta docente crezca y así se sigan atendiendo a los estudiantes de condiciones sociales más vulnerables. “Hay que colocar más profesores, hay que hacer comunidades académicas. Y eso se hace con los recursos de la ley. Es necesario que se hagan las transferencias financieras. Y eso es posible por medio de la voluntad política. Nosotros esperamos que esta marcha, que es monumental, pueda llegar a las élites de decisión y que hagan lo que deben hacer. Las universidades públicas atienden al 80% de la población más pobre del país. Y ellos necesitan y ameritan tener un acceso a la educación superior”, comentó.La convocatoria fue total y la consigna de realizar una movilización pacífica en el recorrido dispuesto para Bogotá se cumplía con el pasar de las horas. Pese a que sí sonaron varios explosivos que captaron por unos minutos la atención de los marchantes, fueron los mismos estudiantes los que mantuvieron la calma, hicieron caso omiso a las instigaciones violentas e invitaron a rechazar ese tipo de intervenciones tan comunes de las marchas sociales. Ni la pólvora, ni la cantidad de cuadras a caminar, ni las condiciones climáticas dispersaron a una masa heterogénea que iniciada la tarde lograba moverse sin hacer de su lucha un caos capital. Sin importar la procedencia, los participantes se mantuvieron unidos para llegar como un único cuerpo al punto final: la Plaza de Bolívar. Desde las 2:30 de la tarde las personas fueron arribando a ese gran espacio cuadrado en el que confluye el Congreso y la voz del pueblo. Los vendedores ambulantes de mazorcas, mangos, jugo de naranja y dulces cedieron el paso a una estampida enérgica de universitarios que de un momento a otro se propagó con más potencia: “porro-popo, porro-popo, el que no salte quiere privatización”, “soy estudiante, soy estudiante, yo quiero estudiar para cambiar la sociedad” y “presupuesto, presupuesto para la educación” cantaron los convocados mientras hacían una entrada triunfal. El entusiasmo estaba a flor de piel. Las cinco mil personas estimadas a participar se multiplicaron y de ahí en adelante la suma de participantes se expandió. Un cielo despejado adornado con las típicas palomas de la Plaza recibieron a la Universidad Distrital, la universidad Francisco de Paula Santander, la Pedagógica, la Tecnológica del Chocó, la del Valle, de Pamplona y la del Tolima. La Javeriana, el Externado, la Libre, el Rosario, la Antonio Nariño, la Única y los Andes fueron varios de los claustros privados que apoyaron. “Lucha y resistencia” se convirtió en otro de los lemas que hacía brincar y gritar a la multitud encendida. “Los que están sentados, ¡levántense! Vamos a saltar, vamos a gritar, vamos a cantar. No seremos la generación que dejó privatizar la educación. La educación pública se respeta, ¡carajo!” gritaban desde la tarima mientras entraban a la Plaza el resto de las personas. La marcha se transformó en una fiesta por la formación de las generaciones del país. A la celebración se unió la bancada por la decencia. “Por las universidades públicas, por lo rectores y rectoras. Por los papás y mamás, las abuelas y los niños. Estamos aquí para decirle a Iván Duque que no queremos que cambie los libros y las aulas por las armas y los fusiles” le decía Ángela María Robledo a miles de personas que al vaivén de sus banderas y con celulares en mano celebraban y registraban la historia que intentaban construir: ejercer presión sobre el Gobierno Nacional para seguir estudiando. María José Pizarro le gritaba al público “hermosos, hermosos, gracias” con la tranquilidad que da ver como la apatía se esfuma para darle paso a la acción colectiva, y Gustavo Bolívar se tomaba selfis con los marchantes e insistía en que en los siguientes días la lucha debía de seguir. Luego, Gustavo Petro subió a la tarima y los gritos y aplausos se mantuvieron por lo menos un minuto. “Petro, Petro, Petro” se escuchaba. El congresista subió los ánimos mientras expresaba su propuesta para amortiguar la crisis de las universidades: transferir los recursos que se le adicionarían al Ministerio de Defensa al rubro de las universidades públicas del país. Aplausos y más aplausos. Tras la inyección de adrenalina impulsada por los discursos políticos del ex candidato a la presidencia que cree en la educación gratuita, los estudiantes se dispusieron a leer las exigencias de los pliegos: pidieron el desembolso inmediato de 3.2 billones de pesos para que las universidades públicas puedan funcionar adecuadamente, un plan de pagos del déficit de inversión de 15 billones de pesos para universidades públicas, 424.000 millones para el Sena y un incremento real del 10% para la Escuela Superior de Administración Pública, y asignar 700.000 millones para Colciencias en el Presupuesto General de la Nación de 2019. Al unísono la comunidad académica rechazó el aumento de medio billón de pesos al presupuesto de educación que hizo el gobierno. Jennifer Pedraza, representante estudiantil al Consejo superior de la Universidad Nacional así lo hizo saber. “Hoy salió el Gobierno Nacional a decir que le van a dar 500.000 millones de pesos a las universidades públicas…¡Paja, es pura paja!, porque esos recursos están condicionados. No resuelven las necesidades de las universidades públicas”. En un discurso entrecortado en el que la representante también le pedía al público que le diera la palabra, ella tomó el micrófono para decir que la movilización estudiantil tiene que ser amplia, unitaria y llamar a todos los sectores, al profesorado y a los trabajadores universitarios. “La gracia de nuestro movimiento es precisamente su pluralidad y la gracia de que cualquier persona pueda participar en este tipo de movilizaciones”. El baile, los cantos, los gritos. Las pancartas y banderas al aire. Las palomas revoloteando encima de personas aglutinadas entre sí, las voces de rechazo al presidente Iván Duque, el bullicio de la manifestación fueron los elementos que constituyeron la atmósfera de la manifestación. Poco a poco, los participantes de la marcha fueron saliendo por las arterias aledañas y la Plaza de Bolívar se vio de nuevo despejada. Sin Petro ni Robledo, sin los representantes estudiantiles ni los gremios y las asociaciones, quedaron los estudiantes reunidos en pequeños círculos. Mientras ellos abrían sus cocas del almuerzo para comer arroz, espaguetti, tajadas y carne, el atardecer recibió de nuevo a los vendedores ambulantes con sus mazorcas y mangos y jugos naturales y dulces en los carritos. El silencio volvió a ser el protagonista. En cabeza de estudiantes de las facultades de Medicina, Veterinaria y Zootecnia, los pocos que quedaron prendieron velas y continuaron con su pequeña revolución.