Visité Colombia en un momento en que la educación —el futuro de Colombia— se ha posicionado como prioridad en el debate político y público nacional. Los últimos resultados de PISA han desencadenado una búsqueda sin precedentes de políticas y prácticas adecuadas que ayuden a los estudiantes a aprender mejor, a los profesores a enseñar mejor y a las escuelas a trabajar con mayor eficacia. La opinión pública ha centrado su visión en el modesto desempeño de los estudiantes colombianos en comparación con los estudiantes de sistemas educativos más avanzados del mundo. Ninguna de las personas con las que hablé se consuela con el hecho de que, según los resultados de PISA, hay sólo tres países de la OCDE que muestran una tasa de mejora en las habilidades de lectura de los jóvenes de 15 años más alta que la mostrada por los jóvenes colombianos. Aquí todo el mundo quiere que Colombia juegue en la primera liga de la educación global, sabiendo que esto es mucho más importante para el futuro económico y social del país que jugar con las mejores ligas en el mundial de fútbol, en donde Colombia ya se ha ganado un lugar. En cierto modo, no es justo comparar a las escuelas de Colombia con las de los países de la OCDE, dado que este país enfrenta retos sociales y económicos mucho mayores; pero los responsables de las políticas públicas en Colombia entienden que, en una economía global, el punto de referencia para el éxito educativo ya no es sólo obtener una mejora en los estándares nacionales, sino alcanzar logros que se puedan comparar con los sistemas educativos de mejor desempeño a nivel internacional. Ellos comprenden que las escuelas colombianas deben preparar a sus estudiantes para colaborar, competir y conectarse con diferentes personas, ideas y valores de todo el mundo. Las mejoras observadas en los resultados de PISA muestran que Colombia ya está en el camino correcto. Desde que visité este país por primera vez en 2002, la educación en Colombia ha pasado por una revolución silenciosa, apenas percibida por la comunidad internacional, pero que está transformando profundamente las vidas de las personas en este país, que ha estado dominado por el conflicto armado. Siempre admiré a la ex ministra Cecilia María Vélez White por la forma en que estableció bases sólidas para la educación en Colombia, en medio incluso de las circunstancias más adversas, con una orientación constante en la eficacia de las instituciones y un enfoque riguroso en el aseguramiento de la calidad. Pero el éxito de la actual ministra María Fernanda Campo, quien ha logrado llevar la educación a la gente, movilizar a los maestros y a los rectores y construir confianza en la profesión docente, no es de ninguna manera menos impresionante. La educación en Colombia se está convirtiendo en una responsabilidad de todos, con fuertes vínculos entre los sectores, con el compromiso de líderes gubernamentales, educadores, padres, empresarios y líderes de la sociedad civil como socios en la educación. La misión es “Todos a Aprender”. Salimos de Bogotá justo antes del amanecer para Barranquilla, la ciudad natal de Shakira; pero el tema del día no es la música pop. Hoy los colombianos celebran la educación y la gran líder es la Ministra de Educación de Colombia, a quien toda la comunidad recibe con una cálida y entusiasta bienvenida. Los estudiantes y sus familias, junto con cientos de maestros y rectores. pasan el sábado compartiendo sus experiencias en la feria regional del programa “Todos a Aprender”. La educación aquí, a unos 800 kilómetros de la capital, no se trata de política sino de crear nuevas oportunidades educativas. “Todos a Aprender” proporciona una visión integral de estas nuevas oportunidades, que comprende un sistema de instrucción que incluye materiales de aprendizaje y enseñanza, con un enfoque inclusivo de la gestión escolar, con infraestructura básica para las escuelas y la seguridad de los niños, y —quizás lo más importante– es el enfoque innovador hacia el desarrollo profesional de los maestros que se fundamenta en las buenas ideas y en la capacidad instalada que ya tienen las escuelas colombianas. Cerca de 3.000 de los profesores más talentosos del país fueron identificados, a través de un riguroso proceso de evaluación, para servir como formadores y tutores de sus compañeros maestros. Conocí a algunos de ellos y me siento inspirado, tanto por su profesionalismo, como por su dedicación para servir como innovadores y gestores del cambio. Al principio, los docentes miraban con prevención a estos formadores y tutores, pero ahora, ellos se han convertido en sus principales aliados, pues propician un ambiente en el cual los maestros trabajan juntos para formular mejores prácticas y que generan caminos inteligentes que conducen al crecimiento profesional de los docentes. Un grupo de maestros de Soledad (Atlántico) relata cómo el programa “Todos a Aprender” ha transformado su comunidad local de profesores, que pasaron de ser extraños que trabajaban en forma aislada en sus aulas a convertirse en colegas y amigos. Y ellos son sólo una muestra de los 88.000 maestros que ya hacen parte del programa de formación y acompañamiento docente. Los sistemas educativos de América Latina se han caracterizado por un enfoque vertical de los gobiernos que, en su sabiduría, dictan normas que son acatadas por parte de las escuelas. “Todos a Aprender” busca darle un vuelco a este modelo, apostándole a la sabiduría generada por los mismos actores educativos, habilitando a los maestros para que sean más creativos, y pasando de un control administrativo a esquemas más profesionales de organización del trabajo. Hablé con un grupo de maestros mayores, cuyo estatuto los protege de ser evaluados, pero que decidieron vincularse al programa de forma voluntaria, con el objetivo de mejorar su propia metodología de enseñanza y la de sus colegas, y lograr así un desarrollo profesional que fortalezca su práctica educativa. También conocí a un grupo de rectores de escuelas que discutían cómo podían llevar todo esto a un siguiente nivel, utilizando la tecnología digital para difundir la innovación y conectar las ideas de los rectores y maestros por todo el país. Un día, cuando todos los maestros del país sepan lo que estos maestros ya saben hoy, Colombia llegará al nivel de los sistemas educativos más avanzados del mundo. No hay duda de que siempre habrá quienes se resistan al cambio. Pero “Todos a Aprender” está ayudando a los educadores a ser audaces en pensamiento y en la acción para lograr un cambio real y aterrizado. Esta visión ya se extiende a más de la mitad de los niños de primaria de toda Colombia —más de 2,4 millones de niños en total— que estudian en 22.000 escuelas, de las cuales el 77% se encuentran en zonas rurales. Pero, como un rector me explicó, la prueba de fuego será si “Todos a Aprender” podrá trascender el proceso electoral y logra pasar de ser un programa a convertirse en una política de Estado. Esto diferenciaría a este programa de las muchas iniciativas de reforma que se dan en América Latina y podría marcar una diferencia real para el futuro de los estudiantes, maestros y ciudadanos de Colombia.