Una nueva preocupación atormenta a expertos venezolanos en áreas relacionadas con la educación y la niñez, así como a docentes y directivos de las escuelas del país. Después de la covid-19, el número de personas que se matricula para estudiar en Venezuela podría quedar con una baja importante.
La Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna) –una coalición local de organizaciones sociales, académicas y comunitarias; centros e institutos de investigación, y defensores– ya contabilizaba unas 10.000 deserciones escolares en el marco de la compleja emergencia humanitaria que atraviesa Venezuela desde 2015. Ahora, según estimó en conversación con la Agencia Anadolu la secretaria general de la Redhnna, la socióloga y profesora investigadora Carla Serrano, este nuevo episodio podría contribuir a incrementar esa cifra. Ya hay números que reflejan parte del problema. Pese a los esfuerzos para optimizar una estrategia “multimodal” de educación a distancia en las 176 escuelas de Fe y Alegría, una importante red de escuelas de la Compañía de Jesús que ofrece oportunidades de estudio a los sectores más pobres de la sociedad venezolana, la totalidad de los alumnos no ha podido ser alcanzada.
De acuerdo con cifras suministradas a Anadolu por la coordinadora nacional de Ciudadanía de Fe y Alegría, Yameli Martínez, para la última semana de abril el 30% de los estudiantes, ubicados sobre todo en zonas indígenas, rurales y fronterizas del interior del país, pero también en algunas incomunicadas barriadas populares de la capital, seguían al margen de la modalidad de educación a distancia por distintos factores. A las fallas eléctricas, que han dejado a oscuras a municipios del estado Táchira, por ejemplo, por más de 48 horas consecutivas esta semana, se suman las dificultades de conectividad en un país que figura en el penúltimo y antepenúltimo lugar de los rankings mundiales del portal Speedtest en cuanto a velocidades de banda ancha y móvil, respectivamente.
Y hay más. La agudización de la crisis económica, tras una ligera mejoría en los primeros meses del año, ha obligado a muchos de los alumnos, sobre todo en la etapa de educación básica secundaria y media, a trabajar en el marco de la contingencia para ayudar en el hogar. “¿Cómo vamos a hacer para rescatarlos y que regresen a clase? No es solo quedarnos en el ahora: es lo que viene. Si tuviéramos un Estado que previera y que cumpliera con sus atribuciones y trabajo, te tendrías que estar montando en eso ya”, advirtió Serrano. En Fe y Alegría, de acuerdo con Martínez, están diseñando ‘motu proprio’, un plan de nivelación para los estudiantes que se reincorporen, de modo que puedan ascender al grado superior inmediato. Pero son conscientes de que no todos lo lograrán.
“Sabemos que esto va a incidir para que haya un porcentaje de deserción escolar, sobre todo por el tema de la crisis, porque si el muchacho se queda trabajando en la finca para poder ayudar en el hogar, es muy poco factible que regrese a la escuela”, lamentó Martínez.
De momento, en los Altos Mirandinos, la zona más alta del céntrico estado Miranda, ha sido precisamente para los niveles de educación básica y media para los que aún no ha habido solicitud de cupos para el próximo año escolar, según informó a Anadolu una de las directoras de la zona, Carmen Mota. Entre sus colegas saben que la pandemia provocará cambios en los planteles: ya sea porque los alumnos se retiren definitivamente o porque se cambien de institución a otras más cercanas, debido a las limitaciones de transporte por la también agudizada escasez de combustible.
Y aún no se sabe qué rol jugarán los retornados en esta ecuación. “No sabemos si van a retomar su vida aquí de nuevo e inscribir a los niños en las escuelas. Habrá que esperar el mes de junio y ver cómo empieza a ser la dinámica de ese proceso de reinscripción, de entrega de cupos”, acotó Mota. En cualquier caso, no sería la primera vez que un hecho que aleja temporalmente a los niños de las aulas interfiere en su continuidad educativa. Después de los apagones de 2019, las matrículas de las escuelas venezolanas sufrieron una disminución importante. Por ejemplo, para entonces, la red de Fe y Alegría experimentó una disminución de más de 25.000 alumnos. Con el inicio del nuevo año escolar, aún en curso, bajo la modalidad virtual, sus más de 100.000 cupos –por cierto, muy solicitados– volvieron a ser ocupados. Pero con la llegada del coronavirus a Venezuela, según información oficial a partir del 13 de marzo, la amenaza ha vuelto.
Esto no solo en cuanto al alumnado. También con los docentes. Aunque para la última semana de abril Fe y Alegría había conseguido que 85% de sus maestros se incorporara a la dinámica a distancia, hay todavía un porcentaje importante de los docentes en zonas remotas, en algunos casos sin siquiera un teléfono inteligente a su disposición. Tras el decreto de suspensión de actividades escolares presenciales con motivo de la llegada de la pandemia, el pasado 13 de marzo, los distintos actores involucrados han buscado adaptarse a una dinámica que para algunos, como Serrano, ha sido “brusca e improvisada”. Son pocos los que, a su juicio, lo han logrado con facilidad. “La mayoría ha tenido que enfrentarse con no tener la electricidad, recursos, teléfono inteligente”, insistió. Sin embargo, en una de sus declaraciones más recientes, el pasado 7 de mayo, el ministro venezolano para la Educación, Aristóbulo Istúriz, celebraba que se había “garantizado la consecución del año escolar en medio de la cuarentena”, e informaba del programa ‘Cada familia una escuela’, estrategia pedagógica que estaría apoyada de medios audiovisuales y redes sociales.
“Arrancamos con un programa de televisión y programas de radio. Desde la primera experiencia nos vimos obligados a ir mejorando de manera progresiva los contenidos, con el objeto de garantizar la mayor eficacia en el uso de la televisión hasta que culminemos el año escolar, que está previsto para el 30 de junio”, señaló Istúriz. De acuerdo con los datos de Fe y Alegría, entre el 20 y el 24 de abril apenas la mitad de sus docentes tenía televisión, una cifra que disminuía considerablemente a 21% cuando se trataba de sus alumnos. En cuanto a las redes sociales, la que tenía más acceso era WhatsApp, con 34% de maestros y 18% de sus estudiantes.