El juego es una actividad intrínseca del ser humano, un proceso que impulsa el relacionamiento con el mundo. A los niños, por supuesto, les fascina: correr detrás de una pelota, esconderse, actuar como adultos y otorgarles un significado distinto a los objetos. “Un estuche de gafas puede ser un teléfono, un micrófono o la boca de un cocodrilo. Transformar estos objetos cotidianos estimula muchos aprendizajes como el lenguaje o el relacionamiento social”, explicó Laura Guzmán, líder pedagógica y experta en juego de aeioTU.

De este modo, los juegos son también una herramienta para el aprendizaje, la asimilación del conocimiento y la evaluación. Una alternativa para impulsar espacios educativos más dinámicos y productivos para los estudiantes. Incluso universidades como Harvard lo han implementado con los Serious Games, pues los juegos pueden abarcar cualquier edad.

Según Guzmán, la intencionalidad es el aspecto más sustancial de esta metodología. No es dejar que los niños jueguen porque sí, “sino porque detrás del juego hay una intención para promover aprendizajes y potenciar su desarrollo. El proceso del juego es más importante que el resultado; en este se busca la estrategia, se analizan las opciones, se toman decisiones, se construyen acuerdos y se consolida el trabajo en comunidad”, apuntó.

Es inevitable pensar en juegos y no remitirse únicamente a la diversión. La adrenalina que genera aventajar a los oponentes o el empeño que se despierta por completar una misión. Ocurre en el parqués y en los juegos de roles. De acuerdo con Catalina Zuleta, rectora del Gimnasio Fontana, es a través del juego que los estudiantes aprenden a trabajar colaborativamente con un propósito, “y esto implica reconocerse a sí mismos para reconocer al otro y así respetar y valorar la diversidad. El juego permite expresar y regular las emociones dentro de un ambiente determinado por las reglas, de tal manera que el aprendizaje puede ser transferible a otras esferas de sus vidas”. Para la directiva, es justamente el juego el escenario ideal para aprender a ganar o a perder, “a manejar la frustración, a ser flexible y creativo”.

En el Gimnasio Fontana, el juego se aborda desde lo metodológico, entendiendo que la curiosidad, la imaginación, la libertad y la alegría son características innatas en la infancia. “No hay aprendizaje sin motivación y es mediante el juego como los niños descubren el mundo. El juego es inherente a nuestra metodología. ¿What if? Creative Thinking, expresada en siete verbos: conectar, explorar, preguntar, dudar, integrar, crecer e innovar”, explicó Zuleta.

En Colombia, la política pública de primera infancia legitima el juego como método de aprendizaje; no obstante, lo más importante es que los maestros estén dispuestos a implementarlo. “Adaptarla a los currículums no ha sido fácil porque hay una resistencia enorme por parte de los profesores. Es difícil dar el paso de la educación formal, que nos ha acompañado durante años para diseñar nuevos procesos”, manifestó Mónica Brijaldo, directora del Departamento de Formación de la Universidad Javeriana.

De acuerdo con Guzmán, hay que cambiar la mentalidad y vincular los juegos a la cotidianidad. Crear un simple rincón de juegos que desafíe la educación tradicional en las aulas es el primer paso.