Los médicos no le daban más de seis meses de vida. Todos los exámenes que le practicaron arrojaron el mismo resultado: un tumor cancerígeno en el cerebro difícil de tratar. A sus 16 años, María José Cardona enfrentó la crueldad que contienen esas palabras y contra todo pronóstico, este año cumplió sus 18. A pesar de su recuperación, ella siente que aún le queda una batalla por resolver. Todo empezó en 2016 con un hallazgo incidental. María José jugaba voleibol con sus amigos del colegio cuando de repente no pudo mantenerse en pie. Llevaba un tiempo sintiéndose agotada, pero ignoró su malestar como se ignora un resfriado. Pocos días después, no se pudo levantar de su cama por una amigdalitis. Aunque no parecían los síntomas de quien está a punto de ser diagnosticado con un tumor cancerígeno en su cerebro, decidió ir al médico. En esa consulta relató sus mareos y el prolongado cansancio que estaba sintiendo. Por descarte, le ordenaron un TAC, esa prueba que detecta desde un tumor hasta una patología ósea. Aunque en una primera lectura de los resultados, el médico le aseguró que solo había visto una pequeña lesión, Alexandra Mojica, su madre, sabía que algo no andaba bien, y buscó una segunda opinión. “En ese momento mi vida cambió, porque como madre sabes cuándo algo anda mal”, cuenta Alexandra. Le puede interesar: “Llegaremos a curar el cáncer” En efecto, un neurólogo de la Clínica Marly vio los resultados y le dijo a María José que tenía un tumor cerebral. Para establecer qué tipo de tumor era, María José debía practicarse una biopsia de inmediato. No había otra opción. Justo una antes de su viaje de excursión con sus compañeros de colegio, le extrajeron del cerebro una pequeña parte del tumor. Un episodio que la afectó emocionalmente, pues aunque la recuperación fue complicada-despertó sin poder ver bien- lo que más le dolió fue no ir de viaje con sus amigos del colegio. “Lo único que me importaba era mi excursión, graduarme con mis amigos e ingresar a la mejor universidad”, dice. Y es que, a pesar del momento que estaba enfrentando, María José no dejaba de ser una adolescente.
Pero ese afán desapareció cuando después de practicarse varias biopsias, María José recibió la noticia de que tenía cáncer. “Fue como un baldado de agua fría. Me costó entender que sería algo con lo que tenía que lidiar durante lo que supuestamente me quedaba de vida”. En 2018, esta enfermedad provocó la muerte de 9,6 millones de personas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y se espera que, para 2030, la cifra supere los 13 millones. Sin embargo, su madre no estaba dispuesta a lidiar con la inminente muerte de su hija mayor. Acudió a diferentes médicos con la esperanza de que estuvieran equivocados, pero siempre escuchaba la misma respuesta: el tumor estaba en grado III con un IDH negativo y tenía mínimo seis meses de vida. Para entender lo que le estaba pasando, tanto Alexandra como María José empezaron a estudiar el tumor con la ayuda de algunos de los médicos, y por supuesto, buscando en internet. También: Las innovaciones más prometedoras en el diagnóstico y el tratamiento del cáncer “Para que me entiendas, te lo voy a explicar así: en la parte del tallo cerebral no es común que crezcan células gliales y como el cáncer es una reproducción de células, los médicos se preguntaban ¿cómo se reproducen estas células en una parte en donde no es común encontrarlas? Por eso les parecía extraño. Ahora, era un tumor grado III, porque no estaba en una membrana que lo protegiera, estaba abierto, con patitas. No era un tumor metastásico, pero sí se comería mi cerebro. Entonces, me iba a ir degenerando hasta amanecer muerta. No me mataría el cáncer, sino el mal funcionamiento del cuerpo ”, espero no haberme equivocado dice María José.
Desde ese momento, María José sintió que su pasión por la medicina crecía cada vez que aprendía más sobre su enfermedad. Incluso pensó en ser oncológa en el futuro que le estaban negando. "Me encanta la anatomía, la histología, por eso mi sueño es estudiar medicina". Sin embargo, cumplirlo no ha sido sencillo. Aunque los exámenes muestran que su enfermedad está controlada, no olvida que es una sombra invisible que la acompañará por el resto de su vida. Debe estar alerta, en tratamiento, sin descuidos. Pero además, todos los ahorros que tenían destinados para su educación superior se esfumaron en innumerables exámenes y consultas. Por eso, asegura que aún le queda una batalla por resolver: encontrar una beca o ayuda financiera para estudiar medicina. "Quisiera estar en la universidad, me hubiera gustado entrar con mis compañeros, pero por motivos de salud y económicos es muy díficil. En este país el tema de la educación es muy difícil, porque no es un derecho, es un privilegio. Por ese tema sigo frustrada, pero las cosas pasan cuando tengan que pasar".