Es viernes por la mañana. Hace un día soleado y el centro de Bogotá resplandece por sus contrastes, monumentos y sus concurridas calles. Entre los típicos habitantes del sector y los estudiantes universitarios, sobresalen los turistas que en chanclas y pantalones cortos intentan pasar desapercibidos, pero no lo logran. “¡Gringo regáleme pa’ un pan, no sea malo monito!”, le dice un hombre en harapos a un extranjero que intenta cruzar la calle 12 con cuarta.La escena se repite con otros extranjeros mientras que los capitalinos, ya prevenidos, caminan con prisa y las manos dentro de los bolsillos para que no los roben. De todas formas, aunque el centro parezca un lugar inhóspito para muchos, para otros tiene su encanto y una magia que cautiva.Lea: “Es responsabilidad del gobierno formar y empoderar a los profesores”Por la plazoleta del Parque de los Periodistas, ubicada sobre la carrera cuarta con la calle 13, pasan rápido los caminantes y a un costado se ven los transmilenios abarrotados de usuarios. Más arriba, sobre los muros de la 13, que luego se convierte en la carrera segunda, se amontonan los graffitis. Cada muro cuenta una historia: hay gatos, osos y hasta elefantes de todos los colores con escritos en todos los idiomas. Grafiteros tan míticos como Toxicómano, DjLu, Crisp y Ledania han pasado por aquí. En una de estas calles que se asoma sobre la carrera, aparece un muro con una puerta de metal y un letrero escrito en francés que, traducido al idioma del Quijote, dice ‘Colegio La Candelaria‘. El establecimiento antes funcionaba como un parqueadero público pero fue adaptado para ser la sede de una institución educativa. Detrás del muro se oyen gritos, risas, mucha vida. Una sensación que se vuelve palpable cuando las puertas principales se abren de par en par: los niños juegan, corretean y echan chisme en un espacio precario y muy reducido. Dos de ellos se lanzan una pelota de tenis entre ellos, aunque su intención verdadera es darle en la cabeza a los profesores que pasan por ahí y les caen mal. Otros dos jóvenes, con un celular, toman fotos a escondidas debajo de las faldas de sus compañeras. Aparece entonces Victoria, una niña de 15 años que estudia grado décimo. Es enérgica, espontánea, alegre y no para de hablar. La acompaña un joven de 14 años que se llama Juan David y que es lo opuesto a ella: callado, taciturno y analítico. Los dos estudiantes serán quienes guíen a sus compañeros en un recorrido turístico por diferentes puntos históricos del centro de Bogotá para que conozcan su historia y, más adelante, puedan compartir esos conocimientos ejerciendo ellos también de guías.Los dos chicos hacen parte de ‘Colegios amigos del turismo’, una iniciativa del Ministerio de Comercio Industria y Turismo que busca generar cultura turística en la sociedad, mediante la formulación y ejecución de proyectos pedagógicos en las instituciones educativas.Le puede interesar: "Hay que enseñar a los niños a ser felices"El programa pretende que la cultura del turismo actúe como un eje articulador de los sistemas curriculares, los recursos docentes y didácticos, las estrategias pedagógicas y de los sistema de gestión de los colegios. No busca consolidar mano de obra para el sector, sino formar estudiantes con conciencia frente a las ventajas, beneficios, riesgos e impactos del turismo en sus territorios y sobre las posibilidades que representa como una opción profesional. "Lo que se quiere es desarrollar una cultura turística en la cual se fortalezcan los valores ciudadanos, el respeto y el cuidado por nuestra ciudad, además de generar un escenario que brinde oportunidades a la comunidad educativa, no solo de conocer las tradiciones e importancia del turismo en el desarrollo social, económico y cultural sino también la proyección que pueden alcanzar en el ámbito profesional”, explicó Gloria Díaz Martínez, del Partido Conservador, quien radicó esta propuesta.Y es que, el sector es una de las fuentes principales de desarrollo económico, social y cultural de la ciudad, además de un generador de empleo y divisas. Según cifras del Instituto Distrital de Turismo, Bogotá recibió el año pasado 8.551.365 turistas que, en términos de inversión, supuso la entrada de unos ingresos estimadoe en más de 252 millones de dólares.“Indudablemente la educación es riqueza. Por está en las manos de la Secretaría de Educación crear la Red Distrital de Colegios Amigos del Turismo. De esta forma se podrán  coordinar estrategias, experiencias, propósitos y metas, para generar mayor productividad en los jóvenes, alrededor de la formación en turismo”, concluyó la concejal.Son intérpretes patrimoniales, no son guías turísticosLos chicos se alistan para salir. Son en total 20 jóvenes de los grados décimo y noveno a los que Victoria y Juan David guiarán en una visita que recorrerá los lugares más emblemáticos del centro de Bogotá. El profesor Wilson Celis les acomapaña. El docente es un apasionado por la historia capitalina aunque en el colegio da clases de Química. “Los muchachos no son guías turísticos, sino más bien, intérpretes patrimoniales. Reciben este término porque son ellos quienes se apropian del territorio y de la historia y le van a enseñar a sus compañeros más de lo que ha pasado aquí en diferentes épocas históricas”, explica Celis.Lea también: Hay que dejar de maltratar la labor docenteVictoria y Juan David están un poco nerviosos: no saben cómo se tomarán este tiempo de enseñanza sus compañeros. La primera parada es la Iglesia de las Aguas. El templo hacía parte del antiguo convento de las Aguas qfundado en 1644 y que actualmente es la sede de "Artesanías de Colombia". Los jóvenes guías cuentan que es una sencilla construcción colonial que consta de una planta rectangular de una sola nave y una capilla dedicada a San Antonio en su costado norte, construida en 1901. Por su significado histórico, valor arquitectónico y cultural, el templo y el antiguo convento fueron declarados Monumento Nacional en 1975.Algunos turistas que pasan por ahí se quedan a escuchar con mucha curiosidad lo que los chicos tienen por decir. De vez en cuando el profesor Celis les interrumpe para intercalar algún dato puntual que inmediatamente capta la atención de todos: “¿Sabían que por aquí ronda la historia de un fantasma?, y no se trata del jinete sin cabeza”, dice Celis. Los chicos se ríen y se mantienen entretenidos. La segunda parada es el Parque de los Periodistas. Monserrate se asoma por el templete del Libertador que es el corazón de este espacio con forma triangular debido a la curva que realiza en este tramo el Eje Ambiental para continuar con el cauce del antiguo río San Francisco. Los habitantes de calle se acercan a los muchachos y les lanzan uno que otro chiste, “Ojo ñero, que mire cómo voy”, le dice una mujer a la multitud. Los chicos se lanzan a reír en carcajadas y siguen con la siguiente parada del recorrido, el parque Santander, donde los skaters aprovechan el pavimento para hacer sus acrobacias. El recorrido acaba en la Plaza de Bolívar donde confluyen las mayores anécdotas de este país que los chicos relatan con mucho ímpetú y conocimiento.Como explica el profesor Celis, para estos estudiantes salir de las aulas representa una gran oportunidad, no solo para que aprendan historia, sino para que se apropien de sus territorios y conciban en un futuro dedicarse al sector del turismo. Victoria, por su parte, no sabe todavía qué quiere hacer cuando termine el colegio, pero comenta alegre que una de las opciones es, por qué no, dedicarse a esto.Para estar enterado sobre las noticias de educación en Colombia y el mundo, síganos en Facebook y en Twitter.