Desde su propio tItulo, el referendo que propone el presidente Alvaro Uribe es una trampa: "Referendo contra la corrupción y la politiquería". ¿Quién va a decir que no? Ni siquiera los corruptos y los politiqueros, que viven de que la corrupción y la politiquería prosperen pero están obligados a negarlas en público, por hipocresía. No tienen la grandeza de alma necesaria para proclamar, luciferinamente, que el Mal es superior al Bien. En cuanto a los demás, todos estamos en contra de la corrupción y de la politiquería. Así que es una trampa.Y a esa trampa grande Uribe le agregó en el último momento dos trampitas más: la penalización de la dosis personal de marihuana y la prolongación del mandato de los alcaldes. Se gana con ello la benevolencia del Imperio norteamericano, y pone a todos los alcaldes a mover sus maquinarias a favor del 'sí'.Pero mira uno el referendo, y todo lo que propone es malo, o es superfluo, o no necesita referendo. Las condenas por corrupción, la privación de investidura de los congresistas, la limitación de las pensiones y de los sueldos, la eliminación de los suplentes: insignificantes tonterías. Está muy bien que "se prohíba toda forma de auxilio parlamentario", como plantea el punto 12; pero ya astutamente el punto 4 ha señalado que "los congresistas podrán indicar la orientación de partidas en el presupuesto", que es lo mismo con otro nombre. Es malo eliminar las contralorías locales y suprimir las personerías: pues es cierto que funcionan mal, y están muchas veces en manos de corruptos, pero son el único dique contra la arbitrariedad de los poderes ejecutivos locales. Es malo, por la misma razón, suprimir una cámara del Congreso y reducir la otra. Es malo, y además es perverso, darle al Presidente el poder de otorgar 'cupos de paz' en el Congreso para grupos desmovilizados: ¿para los paras? Y es malo que se autorice al Presidente para convocar más referendos sobre elecciones.También son malos los dos añadidos de última hora. Serían mejores si se invirtieran, así: penalización del mandato de alcaldes y prolongación de la dosis personal de droga. Eso sí que tendría consecuencias benéficas para el país. Pero no para los alcaldes, ni para el Imperio.Como el referendo en su conjunto: no es benéfico para el país, pero sí lo es para Alvaro Uribe, cuyo poder refuerza al eliminar trabas e intermediarios, equilibrios y contrapoderes. El recurso directo al pueblo a través del referendo o del plebiscito ha sido por eso siempre un instrumento predilecto de quienes aspiran al poder dictatorial, desde Julio César hasta Adolfo Hitler, pasando por Napoleón I y por Napoleón III. El general Pervez Musharraf acaba de hacer su propio referendo en Pakistán. Y lo ganó. Saddam Hussein acaba de hacer el suyo en Irak. Y también lo ganó. Hace un par de meses Fidel Castro hizo el suyo en Cuba. Y lo ganó. Los referendos siempre se ganan. Sólo el general De Gaulle perdió el último de los que hizo, porque los franceses ya estaban hartos de tantos referendos: hasta de la palabra.Se trata, pues, de eso: de reforzar el poder de Alvaro Uribe gracias a un referendo que es a la vez tramposo, malo y superfluo. Ya se habla, ominosamente, del "binomio Uribe-pueblo", y la fórmula trae recuerdos de la que se usaba en la dictadura de Rojas Pinilla: "El binomio pueblo-Fuerzas Armadas". Y ésta, a su vez, se inspiraba en el lema de la Alemania nazi: Ein Volk, Ein Führer, Ein Reich (un pueblo, un jefe, un imperio). Tenemos ya el pueblo, o lo que de él va quedando; y el jefe, que es Uribe. Pero ¿y el Imperio? Ah, sí, el Reich. También lo tenemos: es Otto Reich, ese matón cubano que es Virrey o Gauleiter de Bush para la parte baja del Hemisferio Occidental.Porque además de peligrosas, las ínfulas de dictadorcillo que se está dando Alvaro Uribe son un poquito ridículas.