Por años Tumaco ha sido el epicentro de muchas de las violencias que se viven en el Pacífico colombiano. Su privilegiada ubicación geográfica —salida al mar y frontera con Ecuador— ha hecho que sea una región donde confluyen todos los actores armados. Su zona rural fue considerada como la región cocalera más grande del mundo, con una producción anual de hasta 350 toneladas de cocaína. En la actualidad, aunque las lógicas de la violencia siguen presentes en muchos lugares de Tumaco, sus habitantes le hacen frente al conflicto con cultivos de coco y cacao, trabajo comunitario y la colaboración de los excombatientes de las Farc, que en su proceso de reincorporación construyen la paz con picos y palas.
La ubicación geográfica de Tumaco ha hecho de este municipio un epicentro de las violencias en el país. © Guillermo Torres / Semana Segundo Ordoñez es uno de ellos. Ingresó a las Farc cuando era muy jóven. Su familia tenía un cultivo de coco, pero en Tumaco no había oportunidades: sacar el producto de sus tierras era muy costoso, no había empleo ni opciones de estudio. De acuerdo con el DANE, el 27% de la población del municipio tiene necesidades básicas insatisfechas, según cifras del 2021. “Yo no tenía oportunidades, los jóvenes no tienen opciones en el territorio. Eso es lo que ha llevado a cientos de tumaqueños a delinquir, a ser parte de grupos armados que les ofrecen un sustento para ellos y para su familias”, cuenta. Hoy, como firmante del Acuerdo de Paz, Segundo y la cooperativa Nueva Esperanza del Pacífico quieren ser un ejemplo para los tumaqueños. Formalizaron la cooperativa el año pasado, en medio de la pandemia, y desde entonces cada uno de sus 33 integrantes trabaja sin cansancio para que el coco y el cacao retomen el territorio en el río Mejicano, donde se encuentran sus tierras. Estos cultivos hacen parte de su identidad y la ancestralidad de Tumaco.
33 exombatientes hoy hace parte de la cooperativa Nueva Esperanza del Pacífico. ©Milena Moreno/Colombia PUEDE “Fue un retorno a la tierra, a los orígenes y al sentirse campesino, afro; fue volver a lo que sus padres les enseñaron y al fortalecimiento de sus territorios. La mayoría de ellos son de la región y han cultivado estos productos por generaciones” explica Diego Mauricio Ojeda, del proyecto Colombia PUEDE del Centro de Comercio Internacional (ITC), que ha apoyado a la cooperativa en sus procesos de comercialización. Para Segundo, el cultivo de coco y de cacao les ha permitido adueñarse de sus territorios y de empoderar a los productores de la región para que vuelvan a cultivar este tipo de productos. “Este proyecto ha tenido un valor muy grande. Nos hemos formado y podemos pasar este conocimiento a los campesinos y mostrarles que nosotros no estamos hechos para manejar un arma, sino que queremos involucrar y ayudar a las comunidades por medio de nuestros conocimientos y nuestros proyectos productivos”, explica.
El cultivo de cacao en la región ha sido una práctica ancestral que ha acompañado a las comunidades afro de la zona por generaciones. ©Milena Moreno/Colombia PUEDE En la actualidad, la violencia ha vuelto a tomar fuerza en la región, pero Segundo, los excombatientes y cientos de familias le hacen frente a los actores armados con sus cultivos. No los han frenado las amenazas ni los asesinatos a líderes sociales y excombatientes en Nariño que, según cifras de Indepaz, para 2021 sobrepasan las 40 personas. Te puede interesar: Bahía Solano, la tierra donde más crece la vainilla Su trabajo los ha convertido en líderes, un calificativo que significa ocasiones un riesgo. Pero para Segundo, la violencia se frena con oportunidades y opciones de vida que en el territorio eran lejanas, pero que pueden alcanzar con proyectos cómo Colombia PUEDE y la implementación del Acuerdo de Paz.
Además de trabajar por el desarrollo de los miebros de la cooperativa, los integrantes de Nueva Esperanza impulsan a las comunidades que viven en el río Mejicano, en Tumaco. ©Milena Moreno/Colombia PUEDE La prioridad ahora son sus hijos, su comunidad, el territorio ancestral por el que quiere salir adelante. Cientos de los integrantes de la cooperativa se reencontraron tras los acuerdos, volvieron a sus tierra y a ver a sus familiares. “Decidí dirigir esta cooperativa para echarme la capa al hombro y dejar atrás lo que fue el pasado. Yo quiero que mis hijos y mi familia tengan bienestar. Quiero dejarle un buen legado a la comunidad, que los jóvenes que nos veían con un arma, vean que hoy sembramos la paz con coco y cacao”, explica Segundo. Es allí donde entra la alianza entre Nueva Esperanza y la iniciativa Colombia PUEDE del ITC, financiada por el Fondo Europeo para la Paz. El programa apoya a estos excombatientes para que puedan comercializar sus productos a un precio justo y así romper el cuello de botella que frena a cientos de campesinos en el país.
En la actualidad, la comercialización del coco y el cacao les ha dado nuevas oportunidades a estos excombatientes que cambiaron los fusiles por palas para cultivar. ©Milena Moreno/Colombia PUEDE “Promover agroindustria y cultivos sólidos que den una base estable para vivir involucra a otras personas y los aleja de la violencia. Esa es la incidencia que queremos tener nosotros, queremos que las comunidades encuentren las oportunidades que no existían en los territorios”, explica Marisol Vargas, coordinadora local de Colombia PUEDE. En la actualidad, Colombia PUEDE trabaja en cinco municipios de Nariño en los que comercializa productos agropecuarios para fortalecer las economías de comunidades vulnerables en zonas golpeadas por el conflicto. Mientras Segundo recorre los cultivos que por generaciones han sido el baluarte de Tumaco, y hoy le hacen frente a la coca y la violencia, agradece a Dios por poder pasar tiempo con sus hijos. Que su comunidad puede soñar con un futuro distinto. El cacao y el coco, cree Segundo con convicción, son la nueva esperanza del pacífico. Te puede interesar: ‘Anunciando la ausencia’: una obra de teatro para narrar la desaparición forzada