Pocos saben exactamente dónde están sepultados los restos del jefe guerrillero Raúl Reyes, abatido por la fuerza pública colombiana el primero de marzo de 2008, en territorio ecuatoriano. Reyes era el segundo en la línea de mando de las Farc cuando cayó. Tras el ataque, comandos especializados entraron a la zona y recuperaron su cuerpo –como ocurrió hace unos días con el Mono Jojoy– para trasladarlo a Medicina Legal de Bogotá. Allí fue plenamente identificado y el cadáver quedó a disposición de sus familiares. A los pocos días se presentó en el Instituto una mujer que demostró ser la esposa de Reyes e inició los trámites respectivos. Lo propio venían haciendo discretamente algunos hermanos y sobrinos del insurgente, acompañados del padre Darío Echeverri. Sin embargo, ninguno logró que le fuera entregado el cadáver. Con versiones contradictorias, las autoridades explicaron que había sido inhumado en un lugar secreto por petición de los familiares, algo que estos negaron enfáticamente. La controversia llegó a su clímax cuando se verificó que los papeles presentados como prueba por las autoridades tenían firma y huellas falsas. El fiscal general de entonces, Mario Iguarán, ordenó una investigación y relevó a varios funcionarios de Medicina Legal. El entonces comandante de la Policía de Bogotá, general Rodolfo Palomino, reafirmó que la ubicación de la tumba permanecería en secreto porque así lo había solicitado la familia de Reyes. La investigación judicial, que aclararía el episodio y develaría quién mintió, hasta ahora no arroja resultados.