Agro ya no tiene a quién atacar. Su captor Steve Irwin solía decir que era su "malgeniado favorito", pues cada vez que se le acercaba trataba de morderlo. Lo había atrapado en 1988 en un río al norte de Queensland, Australia, y sus encuentros eran uno de los shows principales del Australia Zoo, el parque que dirigía Irwin en ese Estado. El famoso cazador de cocodrilos estaba convencido de que había hecho lo correcto al reubicar al animal en ese lugar, pues de lo contrario, habría muerto a manos de los granjeros a quienes les robaba el ganado. "No tengo miedo de perder mi vida. Si tengo que salvar un cocodrilo, un koala, un canguro o una serpiente, lo haré", era su lema. Pero la muerte del conservacionista, el 4 de septiembre, no solo dejó a Agro sin rival. Los 150 cocodrilos y los demás animales de la reserva y centro de rehabilitación ya no contarán con el hombre que les dio un hogar y dedicó su vida a protegerlos. Irwin se había hecho famoso mundialmente con sus programas del canal Animal Planet. Tanto los teleespectadores como quienes visitaban el zoológico extrañarán su excesivo entusiasmo, sus excentricidades, sus bermudas caqui y expresiones como "¿No es una belleza este amigo?", al referirse a cualquier animal, y el ya internacional "crikey", su palabra favorita que denotaba tanto miedo como emoción. Algunos lo consideraban un demente porque seguía grabando aunque alguno de sus invitados estuviera mordiéndolo, o por la naturalidad con la que se aproximaba a ellos. Pero aun así, deben reconocer que será difícil ver a alguien como él. Hasta que Irwin llegó a las pantallas, las únicas imágenes de hombres luchando con cocodrilos salían en las películas de Tarzán.A sus 44 años y después de 35 en el oficio, sólo una herida le había causado una operación de rodilla. Por eso nadie esperaba su muerte, y menos así. No en las fauces de un feroz animal, sino por una punzada de una mansa mantarraya, una especie de pez que casi nunca ataca. "Es irónico", dijo Phillipe Cousteau, nieto del legendario Jacques Cousteau, con quien Irwin estaba haciendo un documental sobre los animales más mortales del océano. "Habíamos estado grabando tiburones y ese día no pudimos salir por el mal tiempo". Por eso Steve decidió grabar unas imágenes sin riesgo en aguas poco profundas, para un proyecto de programa de su hija Bindi, de 8 años. Quienes presenciaron la escena, que quedó registrada en cámara, cuentan que Irwin estaba simplemente nadando encima del animal, sin contacto alguno, cuando éste le lanzó la cola al pecho. El cazador de cocodrilos reaccionó instintivamente, se arrancó el enorme aguijón y segundos después se desplomó. El video y los testigos hicieron que las autoridades lanzaran la hipótesis de que el animal se sintió acorralado. En Australia sólo se registran tres muertes por esta causa desde 1945. Cuando se conoció la noticia, hubo consternación general. El primer ministro australiano John Howard, muy conmovido, calificó la muerte como una gran pérdida para todo el país. "Entretenía a millones de personas, sobre todo a los niños. Tenia una maravillosa personalidad. Era un apasionado ambientalista". Incluso propuso realizar un funeral de Estado, ofrecimiento que sus familiares declinaron. Múltiples páginas web de noticias de su país, además de la de Animal Planet y la de El Cazador de Cocodrilos, colapsaron a las pocas horas por la cantidad de mensajes de sus admiradores alrededor del mundo. El canal informó que muchos padres angustiados llamaron para pedir consejo sobre cómo explicar a sus hijos que su ídolo había muerto. El biólogo y colega de Steve Jeff Corwin, quien también se ha hecho famoso por acercarse a animales salvajes en su programa para el mismo canal, dijo a Larry King de CNN: "Para mí, Steve Irwin era inmortal".Todos tenían motivos para creerlo. Sus padres, Bob y Lyn Irwin, habían convertido su hacienda en el Queensland Reptile and Fauna Park, donde Steve creció. A los 6 años le regalaron una serpiente pitón y a los 9 aprendió a cazar cocodrilos. El instinto arriesgado de Steve y el amor por los cocodrilos le venían de su padre, quien le enseñó cómo atraparlos sin herirlos para luego reubicarlos en un lugar seguro. Y su madre se dedicaba a rehabilitar animales maltratados. Cuando Steve terminó el bachillerato, decidió unirse a un programa del gobierno de Queensland para reubicar cocodrilos que amedrentaban a la población. A cambio de su trabajo no pedía sueldo, sino que le permitieran llevarse los animales al parque de sus padres. En más de una ocasión recurría a la ayuda de los campesinos de la zona que terminaban de inmovilizar al animal mientras él hábilmente permanecía acaballado encima, sujetando sus fauces. Su principal cómplice en estas aventuras era Chili, una perra negra que apareció por sorpresa en una de sus jornadas. Ella, tan arriesgada como él, sostenía los cerdos que servían de carnada para atraer los cocodrilos. Fue a su lado que Steve cazó a Acco, un temible cocodrilo de cinco metros al que persiguió durante dos años. "Era el rey del río y por supuesto, me dolió sacarlo de su territorio, pero me consuela saber que le salvé la vida, era una leyenda en la zona y muchos estaban dispuestos a matarlo", contaba. Sus aventuras con Chili terminaron un día en que los campesinos por error le dispararon. "No pude llegar, decía con lágrimas cada vez que la recordaba. Fue la mejor amiga que tuve. Murió haciendo lo que más le gustaba hacer y algún día volveremos a cazar juntos". En 1991, sus padres le cedieron la dirección del parque, que se convirtió en el Australia Zoo y se volvió famoso por los shows de Steve. Así lo conoció Terri Raines, una joven que había viajado desde Oregon, Estados Unidos, hasta Australia, interesada en la labor de conservación del zoológico. Ella tenía su propio centro de rehabilitación llamado Cougar Country, que trataba más de 300 animales heridos al año para luego regresarlos a su ambiente natural. "Fue amor a primera vista", decía Steve. A los ocho meses se casaron. Compartían tantos intereses, que pasaron su luna de miel cazando cocodrilos, expedición que sería el primer documental en ser transmitido por televisión, producido y dirigido por John Stainton, el descubridor 'artístico' de Steve. Desde entonces, Terri fue su coestrella. El programa trascendió las fronteras australianas y gracias a Animal Planet se convirtió en un fenómeno mundial.Con su particular estilo, parodiado en programas como Los Simpson y South Park, volvió a encumbrar los programas sobre vida salvaje, que habían perdido mucha audiencia. Pero su manera de aproximarse a los animales siempre causó controversia. "Su muerte es inesperada pero no sorprendente. Muestra que los canales deben replantear la manera como se hace este tipo de programas. No está bien que una persona salga a luchar con los animales salvajes y los provoque en su hábitat, sólo por demostrar que puede hacerlo", dijo a SEMANA Cynthia Chris, profesora de cultura mediática de la Universidad de Nueva York y autora del libro Watching Wildlife. Lo que Steve pretendía era transmitir su emoción para "llevar mi mensaje de conservación al mundo. La gente protege lo que ama". Uno de los episodios más polémicos fue cuando en 2004 alimentó a un cocodrilo mientras cargaba a Bob, su hijo menor, que entonces tenía pocos meses. Él se defendió de las críticas con el argumento de que tenía controlada la situación y se negó a disculparse. Por su parte, Terri afirmó que su hijo no corría más peligro que un niño que está aprendiendo a nadar. Por este episodio casi pierde el nombramiento como Australiano del año de Queensland, en 2004. Pero aunque su fama internacional lo convirtió en un símbolo de Australia, muchos de sus compatriotas no lo veían con buenos ojos. Para ellos, su marcado acento 'aussie', su estilo desparpajado, su falta de estudios y su procedencia humilde daban una imagen errada de los australianos.Lo que no pueden negar es su legado. Steve Irwin creó la fundación Wildlife Warriors, que se encarga de recoger fondos para los programas de rehabilitación y conservación que él inició. Utilizó el dinero que ganó para comprar terrenos donde se encuentran especies en vía de extinción en Australia, Fiji, Tasmania, Vanuatu y Estados Unidos. Además, les pagaba a los granjeros para que le contaran dónde estaban los animales, para trasladarlos y salvarlos. Otra de sus grandes obras es el centro de crianza para especies en peligro, en donde sus pupilos cuidan de los recién nacidos como si fueran sus padres, hasta que estos puedan aprender a defenderse solos. "Si hay algo por lo que me gustaría ser recordado es por mi pasión y entusiasmo. La protección de las especies es mi trabajo, mi vida, mi misión". Así será. Los más románticos piensanw que después de haber muerto en su ley, está ahora con Chili, su inseparable amiga, haciendo lo que más les gustaba hacer.