Los recientes enfrentamientos entre los habitantes del Sahara Occidental y las fuerzas policiales de Marruecos vuelven a colocar en la agenda internacional un conflicto enquistado por más de tres décadas y para muchos olvidado.  La región se encuentra militarizada actualmente por tropas marroquíes después de que el lunes se diesen los peores hechos de violencia en años entre las partes.  La entrada de efectivos marroquíes a un campamento de protesta instalado a las afueras de El Aaiún, capital del Sahara Occidental, desató una ola de protestas y disturbios cuyo balance de víctimas es imposible corroborar por la ausencia de observadores imparciales. Los propios saharauis denuncian la muerte de once personas. Por su parte, Rabat asegura que seis oficiales cayeron víctimas de los disturbios.  El conflicto podría llegar a amenazar la estabilidad del Magreb: observa con lupa Argelia, cuyas relaciones con Marruecos son como mínimo difíciles –la frontera que comparten sigue siendo prácticamente impermeable–.  También divide a la Unión Europea: España es claramente prosaharaui –este es uno de los pocos temas que no divide a la izquierda y la derecha–; mientras Francia sobresale entre los que más simpatizan con las aspiraciones de Marruecos. Todos miran a la ONU  Los disturbios coinciden con una nueva ronda de negociaciones en Nueva York, bajo el auspicio de Naciones Unidas entre el gobierno de Marruecos, que reclama el territorio como región autonómica, y el Frente Polisario, organización que lucha por la independencia.  Sin embargo, el encuentro terminó el martes en la noche con un único acuerdo: ambas partes rechazaron la propuesta del otro, dejando las conversaciones aún estancadas. Y es hacia la ONU hacia donde parecen mirar todos. La responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, tras reconocer los "diferentes puntos de vista" que existen en su organización ante un conflicto que calificó de "complicado", pidió la intervención del Consejo de Seguridad.  En España, numerosas voces reclaman al gobierno firmeza en la defensa del pueblo saharaui. Sin embargo, la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, se pronunció en el mismo sentido que Ashton al pedir una reunión del Consejo de Seguridad para estudiar el asunto. El ministro de la Presidencia español, Ramón Jáuregui, defendió el "papel limitado" que puede asumir su Gobierno. "España trabaja para que fructifiquen las reuniones de Nueva York", dijo. Tras expresar su solidaridad con el pueblo saharaui y reconocer la responsabilidad histórica española en el problema, Jáuregui recordó los "compromisos internacionales importantes con Marruecos". "Se están jugando intereses muy importantes de seguridad y en muchísimos planos. España tiene que ser un país prudente", señaló el ministro en entrevista con la radio pública española. ¿De dónde viene el problema? El Sahara Occidental es una excolonia de España, que abandonó la región en 1975, situada en la costa oeste de África. De casi 270.000 kilómetros cuadrados, es una zona muy rica en recursos como el fosfato. Cuenta además en sus aguas con el banco pesquero más importante del mundo. El conflicto surgió con la descolonización en 1975. El gobierno del general Francisco Franco, presionado por numerosas resoluciones de la ONU y el propio Frente Polisario, reconoció el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. Sin embargo, con Franco moribundo y numerosos problemas internos, España se retiró ante la "Marcha Verde": 350.000 marroquíes que cruzaron la frontera. Desde entonces numerosos colonos marroquíes se han instalado en la región. Unos 200.000 saharauis huyeron hacia Tindouf, en pleno desierto de Argelia, donde muchos permanecen acampados. Se niegan a la construcción de una ciudad, lo que creen que simbólicamente demostraría que reconocen que su situación no es provisional. En 1985, el comité de descolonización de Naciones Unidas reconoció el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. El Plan Baker En 2003, una resolución de Naciones Unidas estableció que el Sahara permaneciera gestionada transitoriamente como región autónoma de Marruecos durante cinco años, plazo que dio para la celebración del referéndum de autodeterminación: el llamado Plan Baker. El plan jamás se implementó y el enviado especial de la ONU, James Baker, renunció a su cargo poco después. "En caso de que algún día se pongan de acuerdo en el censo, cosa que no va a ocurrir, si ganara Marruecos, la deslegitimación internacional diría que está trucado. Y si lo ganaran los saharauis, nunca lo aceptaría Marruecos". Ese fue el diagnóstico que hizo el año pasado el expresidente español Felipe González en un foro sobre el conflicto. Se trata de un planteamiento pesimista, pero pronunciarse en otro sentido no conseguiría más que un desmentido por parte de la cruda realidad. No parece haber alternativas realistas. Ni siquiera con la última ronda de negociaciones entre Marruecos y el Frente Polisario en Nueva York.