François Hollande está en forma para ser presidente de Francia. Gracias a los 15 kilos que perdió con una estricta dieta, a sus gafas nuevas, a su peinado de ejecutivo, a su discurso de unión y a sus propuestas dejó de ser el barrigón divertido del que sus colegas se burlaban. Hoy es el serio candidato del Partido Socialista (PS) para las elecciones de abril. Este político, considerado por algunos tibio, sin cualidades y con pocos logros, debió construir una imagen presidencial para que los franceses crean que la izquierda puede regresar al Elíseo, 17 años después de François Mitterrand. Las encuestas no han dejado de darlo como ganador desde que fue designado como el candidato del PS. El último sondeo lo ubica con 30 por ciento de la intención de voto contra 26 por ciento de Nicolas Sarkozy, candidato a su reelección. En la segunda vuelta, Hollande ganaría con 58 por ciento. Un antisarkozysmo latente y una campaña exitosa del socialista explican este buen resultado.Graduado de la elitista Escuela Nacional de Administración, Hollande fue secretario del PS de 1997 a 2008 y después presidente del Consejo General del departamento de La Corrèze. Hasta hace diez meses, no era el favorito de su partido. Dominique Strauss-Kahn punteaba y había prometido “torcerle el brazo (a Hollande) si se atrevía a atravesarse en su camino”. El escándalo sexual del hotel Sofitel de Nueva York en mayo de 2011 acabó con Strauss-Kahn. Pero si bien las puertas se abrieron para Hollande, pocos creían en él.Ni siquiera sus compañeros de partido. Laurent Fabius, exprimer ministro, un día preguntó irónicamente: “¿De verdad se imaginan a Hollande presidente?”. Se refería a su imagen de hombre débil, indeciso, sin ideas precisas, que nunca ha sido ministro ni un funcionario político sobresaliente. Martine Aubry, hoy Primera Secretaria del Partido, había afirmado que representaba la izquierda “blanda”. Arnaud Montebourg, otro colega, lo comparó a un flan. Sin embargo, después de que Hollande ganó en las primarias, en las que participaron casi 3 millones de simpatizantes del PS, los miembros del partido acallaron sus críticas.Para deshacerse de su propia caricatura, Hollande comenzó con un cambio de imagen. Renunció a su amado mousse au chocolat, moderó sus sonrisas y agravó su voz para dar una impresión gerencial. Ya ni siquiera hace bromas, dicen algunos. “El François Hollande de hace unos meses no es el mismo de hoy. El trabajo de presidencialización ha sido exitoso”, afirmó la semana pasada Thomas, hijo del candidato, en una entrevista al diario Le Parisien. También presentó 60 propuestas a comienzos de este año, entre las que están reducir el déficit público a 3 por ciento del PIB, crear 60.000 empleos en el sector educativo y abrir las puertas al matrimonio homosexual. También ha cautivado a la izquierda radical al prometer un impuesto de 75 por ciento sobre los ingresos anuales superiores a un millón de euros. Sarkozy ha respondido con fuerza, a veces excesiva, y logró acercarse a su adversario, aun a costa de críticas en Europa. En efecto, en busca de seducir a las bases de la candidata ultraderechista Marine Le Pen, prometió disminuir a la mitad el número de extranjeros legales que entran a Francia cada año o renegociar el acuerdo Schengen para combatir el flujo de ilegales en Europa, lo que no sonó nada bien en Bruselas.“Sarkozy defiende su gobierno y ataca la credibilidad de Hollande, su programa y sus competencias. Su objetivo es hacer una campaña para la segunda vuelta y, para ello, va a posicionarse más a la derecha”, afirmó a SEMANA Jean-Marie Donegani, director de la revista Raisons politiques del Instituto de Estudios Políticos de París. Aunque Francia es la cuna de ideas y políticas vanguardistas, en los últimos 50 años solo un socialista ha dirigido el país: el mítico Mitterrand. Por eso, si aguanta los derechazos de Sarkozy y logra convencer a los franceses de que ya no es un hombre blandengue y tibio, Hollande hará historia.