Temprano, aún antes del inicio de la campaña, el exministro Fernando Londoño Hoyos –una de las voces más influyentes del uribismo– dijo que Iván Duque era un “mozalbete inteligentón”. La frase, reseñada como fuego amigo dentro del Centro Democrático, buscaba restarle vuelo a la proyección del joven senador, al resaltar su inexperiencia en contraste con el kilometraje probado del excandidato Óscar Iván Zuluaga, quien a los ojos de Londoño debía ser la carta del partido a las presidenciales. Pero Duque no solo se impuso sobre Zuluaga y con los sectores más radicales del uribismo, sino que derrotó a otras figuras internas con la misma combinación: juventud e inteligencia.Duque, con el definitivo beneplácito de su jefe, el expresidente Álvaro Uribe, salió avante del inédito ejercicio adoptado por el partido según el cual el precandidato que más relegado apareciera en una serie de encuestas semanales quedaba eliminado. Pero luego en una consulta interpartidista se enfrentó en las urnas a la exministra Marta Lucía Ramírez y al exprocurador Alejandro Ordóñez, ambos de extracción conservadora, pero renegados de ese partido. Por primera vez el nombre de Duque apareció en un tarjetón electoral, y hacerlo de la mano de Uribe convirtió su debut en fenómeno.El apabullante resultado (Duque, 4.044.509 votos; Ramírez, 1.538.882; y Ordóñez, 385.110) llevó a dos grandes conclusiones: que el guiño del expresidente se refleja en millones de votos y que la alianza garantizaría para ‘el que dijo Uribe’ el paso a la segunda vuelta con un caudal estimado en cerca de 6 millones de votos. Duque hizo la suma elemental y el mismo día de la victoria, el 11 de marzo, nombró a Ramírez su fórmula vicepresidencial.Especial: Si yo fuera presidenteLa rutilante carta del Centro Democrático tiene 41 años y pasó 13 de estos en Estados Unidos. Antes de salir del país trabajó con Juan Manuel Santos en el Ministerio de Hacienda. Se marchó a Washington y fue consultor de la Corporación Andina de Fomento y luego, entre 2001 y 2013, fue alto consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En la capital estadounidense, cuando Duque trabajaba en el BID, conoció a Álvaro Uribe con quien congenió desde el primer momento.En 2014 el hoy candidato regresó a Colombia para ingresar de lleno en las toldas del Centro Democrático. El partido de Uribe lo incluyó en la lista al Senado y alcanzó así una curul por elecciones con lista cerrada. Y Duque supo aprovechar la oportunidad. No solo se sentó a la diestra del expresidente y senador en el Capitolio, sino que logró proyectar una agenda propia –en torno a asuntos económicos, la innovación y la cultura con perspectiva empresarial–, lo que le permitió tener vuelo propio al amparo de la bancada. Un uribista distinto, si se admite la contradicción. Tiene un carisma afable y fluidez al hablar, estudia con juicio los temas, fue elegido varias veces como el mejor Senador durante el último cuatrenio y tiene un pasado tan breve como pulcro. Por todo ello Iván Duque Márquez brilló en su único periodo en el congreso y adquirió proyección de precandidato. “El uribismo encontró en él una cara presentable para representar al partido en las elecciones presidenciales”, dijo acertadamente The New York Times.Su disparada en las encuestas se debió a su triunfo en dos consultas sucesivas. Una primera, vía encuesta, le permitió ganarle a otros cuatro competidores del Centro Democrático. En marzo le ganó en las urnas a sus hoy coequiperos Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez, quien llegó a su campaña apoyada por el ex presidente Andrés Pastrana.Especial: Las hojas de vida de los candidatosYa con el traje de candidato presidencial, Duque se ha movido con buen tino. En los debates televisivos suena seguro, casi convincente. En la plaza pública conecta con frases eficaces y concretas como cuando se define de centro y descalifica a los populistas porque, según dice, quieren comer carne y tomar leche de la misma vaca.A quienes lo acusan de ser títere de Uribe por los mensajes en que este habla del futuro gobierno, el candidato les responde “no soy un intérprete de trinos”. Y cuando los de su ala le reprochan tibieza, el aspirante insiste en que reformará la JEP, retomará los consejos semanales de seguridad y se refiere, con admiración, al “presidente eterno”. Duque, con habilidad, ha sabido avanzar en la campaña guardando la difícil balanza de ser tan uribista como para merecer esos millones de votos disciplinados y defender a su jefe político ante las acusaciones judiciales, al tiempo que se muestra, ante la opinión indecisa, como un político fresco. “Yo voy a ser el presidente y voy a tomar las decisiones”, afirma el candidato reafirmando su autonomia. Sin embargo matiza enseguida: “Pero uno debe tener la humildad para escuchar a las personas que han gobernado bien”.Mientras el resto de la baraja lucha por lograr el cupo a la segunda vuelta, la campaña Duque Presidente le apuesta a ganar de fondo en primera. Para eso se ha dedicado a sumar apoyos políticos de la vieja guardia, que incluso vienen del Partido Liberal. Es el caso del ex alcalde Jaime Castro y de la ex candidata presidencial Vivian Morales.En el fragor de la contienda sus rivales han recogido el argumento del exministro Londoño. Acusan a Duque de inexperto. Está muy “pollo”, afirman. Pero en su partido logró unidad e incluso los dirigentes representativos del ala más extrema del uribismo, hoy están con él. Y cada vez que alguien le dice inexperto el candidato del Centro Democrático sonríe y replica con el ejemplo del fenómeno Macron en Francia y el de Trudeau en Canadá. “Yo más que un pollo soy un gallo joven”, advierte.