Ciclismo, fútbol, matemáticas: tres de las pasiones que corren por las venas de Sergio Fajardo Valderrama, un paisa que está próximo a cumplir la edad de jubilación, pero que se ufana de haber vivido con rigor, dedicación y, sobre todo, pasión. Como la de un hincha al que nada le importa más que el partido de su equipo el domingo, aunque pase años y años sin ganar un campeonato.Sergio tenía solo 2 años cuando se montó en su primera bicicleta. Sesenta años después lo sigue haciendo con la misma emoción de aquel entonces, a pesar de las caídas. Tenía 10 años cuando pedaleaba cerca a su casa y fue atropellado por un carro; despertó en una clínica con una fisura en el cráneo. Hace ocho años, en plena campaña política como fórmula vicepresidencial de Antanas Mockus, resbaló bajando la famosa cuesta de la avenida La Palmas, en Medellín, se partió la cadera en varias partes y tuvo que llegar a las elecciones apoyado en un bastón.Los maestros han sido sus héroes. Uno de ellos, Saúl Sánchez, le contagió el gusto por la filosofía, la música clásica y la literatura. Cursó unos semestres de ingeniería civil e ingeniería mecánica en Medellín, y luego le agarró la caña a la propuesta de su padre de estudiar en Los Andes, en Bogotá, donde se graduó de matemático.Especial: Si yo fuera presidenteOtro profesor que marcó su vida fue Xavier Caicedo Ferrer, quien dirigió su tesis de maestría y quién lo condujo a otro de sus referentes, el maestro Jerome Keisler, a quien fue a buscar a la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, donde hizo su doctorado.La política no le había sido ajena. Raúl, su padre, militó en el Partido Liberal, admirador de Carlos Lleras y después de Luis Carlos Galán, hasta llegó a ser elegido concejal. Confiesa Fajardo que su padre también fue seguidor de la carrera de Álvaro Uribe Vélez y simpatizó con sus ideas, tanto que recuerda cómo disfrutó la visita que le hizo el expresidente antes de morir, en el año 2012, cuando Sergio ocupaba la Gobernación de Antioquia.Pero si las matemáticas y la política fueran dos mundos aparte, en Fajardo se supieron combinar. En las aulas, sacaba lo mejor de sus estudiantes; en las columnas de El Mundo de Medellín y luego en la subdirección de El Colombiano, proponía fórmulas alternativas a la política tradicional. Solo hasta 1990, con 34 años, se estrenó en las urnas. Votó por Antonio Navarro, quien había asumido la candidatura presidencial de la Alianza Democrática M-19 tras el asesinato de Carlos Pizarro.Su llegada a la vida pública fue en Medellín. En 1995 Álvaro Uribe era el gobernador de Antioquia y le propuso el cargo de alto comisionado de paz en el departamento. Por principios, no aceptó: siempre se opuso a la creación de las Convivir. Pero sí consideró oportuno integrar la Comisión Facilitadora de Paz.En esas lides, participó de reuniones con Felipe Torres y Francisco Galán, guerrilleros del ELN; y recuerda tres encuentros de la comisión con Carlos Castaño. De aquella experiencia aprendió que sentarse a hablar con un contradictor mejora la relación.Especial: Las hojas de vida de los candidatosDe los axiomas matemáticos pasó a los principios políticos y así puso la primera piedra de su movimiento Compromiso Ciudadano. La calle fue su primera sede, a punta de agua y tinto, y dice que fue el primero que hizo política repartiendo volantes y hablando con los ciudadanos. En el año 2000 se enfrentó a las maquinarias más poderosas de Medellín, y sin comprar un voto, sacó 60.000. No fue elegido, pero en 2003 sumó y multiplicó: con 208.541 votos fue alcalde. Después llegaría a la Gobernación de su departamento.En sus gobiernos recibió varios títulos: mejor alcalde (2004-2007) y mejor gobernador de Colombia (2015); personaje del año (El Colombiano y revista Cambio); personaje de América Latina 2007 por The Financial Times; y uno de los ocho líderes destacados de la región en los Premios América a la Excelencia en el Servicio Público, de la Organización de Estados Americanos y la ONU (2007).En 2008, la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos le otorgó la medalla de oro por su programa de urbanismo social en la Alcaldía de Medellín; en 2009, recibió el Curry Stone Design Award en la categoría de Obras Públicas Transformadoras. Premio de Ciudadanía Global de la Universidad de Tufts, premio Antonio Sancha de la Asociación de Editores de Madrid por su defensa de los valores culturales, y premio Excelencia y Liderazgo en Gestión Urbana y Desarrollo de la Universidad de Róterdam.Distinciones que no son suficientes para sus contradictores, que en Medellín lo califican de tibio y político light. Su mayor contradictor es Luis Pérez, paradójicamente, quien le entregó la Alcaldía (2004) y después le recibió la Gobernación (2016).A Fajardo, sus opositores le sacan en cara la Biblioteca España, una de las megaobras de su administración, que se vino al piso por problemas de cálculos en la construcción; el presunto fracaso de los parques educativos, uno de sus proyectos insignes. Se le atribuye el déficit fiscal de Antioquia; recientemente uno de sus contendores lo señaló por gastos millonarios en publicidad. También le recuerdan haber aprobado la compra de acciones de la empresa Orbitel con un presunto sobrecosto de 55 millones de dólares, y cuestionan uno de los macroproyectos de su administración, la hidroeléctrica Hidroituango, que para sus más críticos ha significado un desangre para el departamento.“Me dicen que soy tibio, que soy gaseoso porque me pongo a explicar cada cosa, pero cada uno tiene su identidad, y si yo tengo la propuesta que tengo, es porque soy este que soy”, le dijo Fajardo al periodista Martín Caparrós, en un reportaje publicado por The New York Times. El niño que soñó ser Cochise o arquero del DIM, el científico que se apasionó por la política quiere ser el primer profesor en la Presidencia de la República. Si no lo logra, se jubilará.