La firma del acuerdo de paz con las Farc abrió un sinnúmero de oportunidades para las víctimas y para aquellos actores que estaban del otro lado del conflicto. Estas oportunidades se pueden ver reflejadas, entre otros, en el desarrollo de proyectos productivos que promueven la inclusión de la población afectada y que potencian el desarrollo económico de las zonas que entraron en tiempos de posconflicto. Muchos de estos proyectos están encabezados por víctimas, excombatientes y ciudadanos del común que motivados por los nuevos tiempos decidieron emprender para dar un aporte a la construcción de paz desde sectores como el agrícola, el financiero, el manufacturero e industrial, entre otros. Y justamente, el pasado 10 de septiembre el trabajo realizado por cuatro emprendimientos fue reconocido en los premios Emprender Paz 2019, una iniciativa de la fundación Grupo Social, en alianza con la fundación Konrad Adenauer (KAS) y la Embajada de Suecia. Este año al premio se postularon 124 proyectos, que en conjunto beneficiaban a 42.000 personas en zonas como Antioquia, Arauca, Risaralda, Nariño, Casanare, Huila, Córdoba, entre otros. “Este reconocimiento busca visibilizar, fortalecer y potenciar las buenas prácticas empresariales que aportan al desarrollo en las regiones, incluyendo dentro de su cadena de valor a personas afectadas por la violencia”, afirmó Beatriz Moreno Fuchs, directora del premio.
Las empresas ganadoras del premio recibirán acompañamiento técnico y la posibilidad de intercambiar aprendizajes con otras experiencias para fortalecer y potenciar su desarrollo. Dinero habló con los creadores de estos emprendimientos, que sin duda alguna están impactando de manera positiva la construcción de paz en el país.
John Jairo Burbano, cofundador de Mundo Madera; Sebastián Gil, gerente comercial de Agricapital; Miguel Fernando García, cofundador Asociación de Productores de Café Cuchilla de San Juan; Juan Sebastián Correa, gerente de Agricapital; Pedro López, presidente de Palmiagro; José Martínez, representante legal de Palmiagro; Héctor Fabio Perea, cofundador de Mundo Madera, y Héctor Fabio Hernández, cofundador de Mundo Madera. Madera de paz “Con un arma no se construye paz, podemos construir paz si tenemos ganas y se nos da la oportunidad. A nosotros nos dieron una oportunidad y ahora tenemos la posibilidad de darla a quienes vienen detrás de nosotros", comenta John Jairo Burbano, uno de los tres dueños de Mundo Maderas, una iniciativa que tiene como objetivo brindar empleo para excombatientes del conflicto. La iniciativa nace gracias a la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN) que, junto a la Fundación Carvajal y la Fundación Bavaria, acogieron a un grupo de desmovilizados con el fin de apoyarlos en la reinserción a la sociedad civil y la búsqueda de empleo. De esta forma, 18 excombatientes iniciaron una empresa dedicada a la elaboración y venta de estibas y huacales. Actualmente la empresa vende más de $3.000 millones anuales en estibas, siendo Bavaria su cliente principal. Este producto posee un valor agregado, ya que trabajan con madera certificada y, con el tratamiento que le dan, aprovechan al máximo toda la materia prima.
Hoy en día Mundo Maderas es dirigida por John Burbano Chapal, Héctor Fabio Perea Viáfara y Héctor Fabio Hernández Velasco, quienes se dieron cuenta de que si ellos pudieron aprender su oficio, también podrían enseñarlo a otros. Así, la empresa se convirtió también en un espacio de capacitación en la cual reciben personas con sus mismas dificultades y sin experiencia para capacitarlas en la elaboración de estibas. A pesar de que el camino no ha sido fácil, los líderes de este emprendimiento han logrado llegar a un punto de equilibrio que ahora les permite proyectar su negocio a una senda de crecimiento. Es por eso que desean ampliar su portafolio, adquirir nuevos clientes e, igualmente, mantener el mismo espíritu que los llevó hasta donde ahora están, brindando la oportunidad a las personas que quieren construir paz. Regresando a los territorios José Martínez y Pedro López fueron desplazados por la violencia. Cuentan que abandonaron sus fincas para proteger su vida y regresaron al Tibú (Norte de Santander) con el objetivo de recuperar lo perdido a través de un proyecto que hoy les ha dado más de lo esperado. Estos dos hombres son el representante legal y el presidente de Palmiagro, una empresa que nació en octubre de 2013 y que es ejemplo de cómo la unión y el trabajo en equipo puede cambiar vidas. Está conformada por cinco asociaciones de pequeños productores de palma y comercializa el fruto de esta para la extracción de aceite, además de prestar servicios de asistencia técnica y social a los más de 306 productores que la conforman. “El cultivo de palma se ha convertido en una oportunidad para muchos campesinos del Tibú, Norte de Santander”, coinciden en afirmar José Martínez, representante legal, y Pedro López Rojas, presidente de Palmiagro. Cuentan que este proyecto se ha convertido en un generador de calidad de vida en la región, pues ha dado a los campesinos la posibilidad de mejorar sus viviendas y de darles a sus hijos la posibilidad de estudiar. También ha sido un jalonador del desarrollo agroindustrial de la región, pues con su trabajo crearon la primera planta de palmiste de la región y trabajan en proyectos futuros, como la planta de producción de aceite rojo. Actualmente generan más de 1.200 empleos directos e indirectos y el año pasado generaron ventas por más de $16.000 millones. También le apuestan a eliminar el estigma que tiene el cultivo de palma con cultivos sostenibles, que ayuden a proteger el suelo y a garantizar la protección de los recursos hídricos de la zona.
“Desafortunadamente nos ha tocado vivir una situación difícil, pero le hemos apostado a continuar en los territorios, no podemos salir corriendo y abandonar lo que hemos forjado. Confiamos en que desde nuestros proyectos podemos apostarle a construir paz y creemos que en un tiempo muy lejano esta llegará al Catatumbo, y eso nos motiva a seguir trabajando”, afirmó Martínez. Más que la inclusión financiera Una de las grandes dificultades de los pequeños productores en el país es el acceso a capital, ya sea porque no cuentan con un historial crediticio que los respalde o porque las oportunidades para hacerlo son nulas. Y Agricapital, un emprendimiento liderado por los paisas Juan Sebastián Correa y Sebastián Gil, nació precisamente para solucionarlo. Desde 2016, esta empresa ha trabajado en pro de la inclusión financiera del campesino, así como en darle acceso a mercados y acompañamiento técnico empresarial. “Nuestro propósito fundamental es acompañar a los pequeños productores a desarrollar su máximo potencial y para ello les brindamos algunas herramientas además de la financiación”, afirmó Correa. Su apuesta está en trabajar de cerca con los productores, por lo que hacen jornadas de asesoramiento presencial con los campesinos. También le apuestan a la tecnología para que el acceso al crédito sea más rápido, sin tanto papeleo y ajustado a la situación y actividad económica del beneficiario. Asimismo, han logrado desarrollar un modelo que permite conectar a los pequeños productores con las empresas comercializadoras con el objetivo de que estos aseguren la compra de sus productos y puedan cumplir con sus obligaciones financieras. “Nuestra metodología ha mejorado los ingresos de los productores en un 15%, aproximadamente”, afirmó Gil.
Agricapital cuenta con una cartera de $6.000 millones, que ha cubierto con recursos propios y con aportes que han hecho socios como Bancolombia. Actualmente opera en 25 municipios de Antioquia, han favorecido a más de 500 productores y esperan en el futuro cercano llevar su modelo de negocio a todo el territorio nacional, así como impactar a más de 1.000 campesinos del país. “Nosotros definimos la paz no como ausencia de guerra sino como presencia de oportunidades y nuestro aporte es poder llevar esas oportunidades a los productores que están en nuestro campo”, afirmaron. Calidad de vida para el caficultor Hace 12 años un grupo de caficultores de Risaralda, encabezados por Miguel Fernando García, decidió crear la primera central agroindustrial de café que perteneciera en su totalidad a los campesinos de la región. Cuatro años después, esta idea tomó forma y nació la Asociación de Productores de Café Cuchilla de San Juan. Esta asociación se dedica a la producción de café y actualmente producen 400.000 kilos del grano al mes. Gracias a los altos estándares de calidad y a los procesos de innovación, ha logrado abrirse campo en algunos mercados extranjeros, como es el caso de Canadá. De acuerdo con Miguel Fernando García, cofundador de la asociación, el crecimiento de esta se basa en su trabajo directo con el productor y la estandarización del producto. De modo que la asociación cuenta con una central de beneficios en la que se unifican los procesos de las 123 fincas caficultoras asociadas para producir un grano de mayor calidad que retribuye a los campesinos con precios equivalentes. Justamente la innovación que hace destacar a la Cuchilla de San Juan se ve enmarcada en el tratamiento y los procesos que se llevan a cabo en la central.
Su compromiso con el medio ambiente hace que el consumo de agua para el procesamiento de un kilo de café seco se reduzca de 40 litros a medio litro. Además, que ninguno de los subproductos no deseados del café sean vertidos al agua, sino que son aprovechados en la fabricación de bioabono y reutilizados en las siembras. Actualmente, este emprendimiento tiene ventas anuales por $2.300 millones y han duplicado su producción inicial, manteniendo su esencia: producir un café de excelente calidad, proteger el medio ambiente y darle una alta calidad de vida al productor.