La primera fue la que le dio origen, en 1956, cuando su fundador, Enrique Ramírez, se vio afectado por un incendio en su teatro en Florida, Valle. Decidió llevarse el mobiliario que había sobrevivido a un taller que abrió en Miranda, Cauca, para repararlo. Así nació Inorca, que en los setenta, cuando llegaron las ensambladoras de vehículos al país, comenzó a florecer produciendo sillas para vehículos de las marcas Mazda, Renault, Toyota y Chevrolet. A finales de esa década, la empresa enfrentó su segunda crisis, tras entrar a un concordato del que salió casi una década después. Luego, las crisis financieras de 99 a nivel local y la de 2008 a nivel internacional golpearon la empresa, pues para esa época ya exportaba a Estados Unidos. Esto preparó de alguna manera a Inorca para la crisis generada por la pandemia, dice Guillermo López, su gerente. Puede leer: Con avances de vacunas para covid, OMS ve cerca el fin de la pandemia Esta vez, la compañía pudo aprovechar una gran lección de las crisis pasadas: diversificar. En materia de productos, ya no solo produce sillas para carros, cines o auditorios; también, desde 2014, fabrica mobiliario para el sector salud: camas, camillas y sillas multipropósito, que durante la pandemia han crecido un 60% en ventas. En mercados, además de Estados Unidos, su principal comprador, este año llegó a Ucrania y Emiratos Árabes con sus sillas para cines y auditorios. También a Perú, Bolivia y Chile con mobiliario médico. Sus exportaciones representaron el 60% de sus ventas totales. López reconoce que la diversificación ha sido clave, pues de no haber hecho ese esfuerzo el año hubiera sido más difícil.