Por esto, las entidades de gobierno nacional, regional y local, los gremios y las organizaciones enfocadas en la promoción del desarrollo empresarial deben realizar urgentemente ajustes en sus agendas con el objetivo de aumentar de manera acelerada la productividad de las empresas en el País. Por supuesto, es fundamental que las empresas se involucren en la discusión pues, en el contexto de una economía globalizada, su baja productividad representa limitantes de crecimiento, rentabilidad y supervivencia. Para alcanzar este gran objetivo nacional es fundamental superar tres grandes paradigmas existentes en torno a las políticas de desarrollo empresarial. En primer lugar, se debe evaluar el interés por insertar a un alto porcentaje de la población en la economía a través de sus propios emprendimientos. En general, los programas de fomento al emprendimiento promueven la idea de alcanzar independencia económica, atraer capital para financiar un modelo de negocio, llegar a mercados internacionales con productos y servicios sin posicionamiento y la adopción de nuevas tecnologías por parte de pequeños equipos poco experimentados. Es un error impulsar el emprendimiento esperando encontrar en la mayoría de las personas a un gran empresario de la era digital o un visionario a punto de iniciar un vertiginoso ascenso corporativo. Le puede interesar: BBVA Colombia necesita más productividad para reducir la pobreza El fomento del emprendimiento de alto impacto es la estrategia apropiada. Las buenas ideas pueden llegar de cualquier persona, pero se deben invertir recursos en identificar los emprendimientos con gran potencial de generación de valor. Esto se logra implementando rigurosos procesos de selección de emprendedores y emprendimientos. Un camino para hacerlo puede ser ponerlos a aprueba evaluando su capacidad de atraer capital inteligente en su etapa temprana. Un buen ecosistema regional de emprendimiento no es aquel que invierte muchos recursos en eventos, capacitaciones y concursos, sino aquel que facilita la identificación de las mejores ideas de negocio, tecnologías o empresas de gran potencial para conectarlos con inversionistas y aliados estratégicos. El segundo paradigma corresponde al diseño de programas y políticas de desarrollo empresarial con la premisa de que contribuyan a reducir la desigualdad regional. Es un error desconocer las ventajas de varias de las principales ciudades y regiones de Colombia en materia de infraestructura, estructura empresarial, disponibilidad de capital humano y financiero, universidades, clínicas y demás atributos fundamentales para la competitividad. Cerca de 65% de la población colombiana se concentra en 13 áreas metropolitanas y más del 70% del PIB no minero se genera en ellas. Ante el temor de que el impulso a estas zonas del país profundice la desigualdad regional, se debe recordar que esta persistirá ante el estancamiento generalizado. No se debe dejar escapar la oportunidad de dinamizar el proceso de consolidación de polos de desarrollo y prosperidad que tengan la capacidad de generar dinámicas económicas que beneficien a todo el País, tal como ocurre en economías desarrolladas. Le sugerimos: Cómo las reuniones no efectivas afectan su productividad Pero tal vez el mayor paradigma de las agendas de promoción de la productividad corresponde al enfoque generalista de fomenta mejoras técnicas que permitan aumentar la producción de los mismos bienes y servicios a un menor costo en todas empresas y en todos los sectores. Esta visión pasa por alto que son las empresas articuladas a cadenas productivas más complejas y sofisticadas las que tienen mayor potencial de implementar procesos modernos de innovación y la adopción de mejores tecnologías. No se trata de apoyar a las empresas más grandes, sino a todas aquellas que, sin importar su tamaño, estén vinculadas a sectores productivos donde ya operen empresas medianas y grandes que lideren los avances de competitividad sectorial. Este enfoque promovería de manera efectiva el desarrollo de proveedores e incluso de los competidores nacionales. Se deben promover sectores que puedan potenciar su competitividad a través de la incorporación de conocimientos asociados a los campos de la cuarta revolución industrial y la bioeconomía. Una efectiva agenda de productividad no debe enfocarse principalmente en resolver los problemas de pobreza y desigualdad, así como la promoción de sectores de bajo potencial de crecimiento. El apoyo a los emprendimientos de alto impacto, la consolidación de ciudades – regiones altamente competitivas y la sofisticación de clusters empresariales de alta complejidad y potencial de internacionalización beneficiarán a un gran porcentaje de la población. El trabajo consistente bajo esta lógica generará mejores oportunidades para todas las empresas dispuestas a conectarse con las dinámicas económicas más potentes. Puede leer: Así apalancan la productividad en pequeñas y medianas empresas en Colombia Por Carlos Andrés Pérez. Cámara de Comercio de Cali.