La crisis actual está copando la capacidad de endeudamiento de las empresas, lo que hace necesario buscar alternativas de capitalización. Se requieren medidas que faciliten la disponibilidad de capital para las compañías, de tal forma que puedan sacar adelante sus planes de inversión. ¿Por qué capitalizarse en esta coyuntura? Principalmente por el alto grado de incertidumbre que aún existe. Ante esta situación, la capitalización se convierte en una buena alternativa para fortalecer los balances de las empresas, dejándolas mejor paradas en el caso de que la recesión se extienda. Hay que ser optimistas, pero también hay que estar preparados para afrontar escenarios menos favorables.
Sugeriría entonces a los empresarios reflexionar alrededor de las siguientes preguntas, suponiendo un escenario en el que la recuperación tarde en llegar: ¿Cómo serían mis conversaciones con los bancos? ¿Qué gastos o inversiones adicionales recortaría? ¿Cuánto más caería el valor de mi empresa? ¿Qué activos tendría que vender? ¿A qué precio tendría que venderlos? ¿Cómo actuaría mi competidor? ¿Estaría mi competidor en capacidad de bajar precios y quitarme participación de mercado? ¿Necesitaré liquidez para ayudar a proveedores y otros socios estratégicos? ¿En cuánto tendría que aplazar mis proyectos por falta de capital? ¿Qué pasaría si alguien ejecuta antes que yo el proyecto que he estado estudiando? ¿Podría mi competidor comprar alguna empresa estresada de mi sector? ¿En qué medida cambió la estructura de capital óptima de mi empresa? O incluso, ¿aguanto más impuestos? Cada empresa es diferente. Capitalizarla o no depende de sus condiciones y de cada sector, así como del nivel de certidumbre y del apetito por riesgo que tenga la administración y los accionistas. De todas formas, la incertidumbre actual hace recomendable evaluar la capitalización, sin dejar de analizar también otras medidas tales como buscar más eficiencias, recortar dividendos o buscar con quién fusionarse. Capitalizarse ayuda a aprovechar las oportunidades que trae esta coyuntura. Así mismo, permite transformar las empresas e incrementar los presupuestos en investigación y desarrollo. En otras palabras, habilita a la compañía para afrontar los cambios que traerá esta nueva realidad global, contribuyendo a la sostenibilidad de los negocios. Un buen nuevo socio aporta conocimiento valioso. Actualmente existen recursos de inversionistas profesionales como los Fondos de Capital Privado (FCP), que no solo ayudan a que las empresas puedan realizar sus proyectos, sino que traen formalización y profesionalismo en medio de esquemas de alineación de incentivos adecuados. Se deben buscar más recursos y más inversionistas. Las acciones del Gobierno para facilitar el acceso a deuda a las empresas generarían un mayor impacto si se sumaran medidas para habilitar nuevas fuentes de capital. ColCapital, por ejemplo, propuso que los fondos de pensiones públicos y privados, los bancos de desarrollo y el Fome pudieran invertir más en FCP.
Son buenas ideas que podrían complementarse con mecanismos para que bancos y corporaciones financieras inviertan en el patrimonio de las empresas, o facilitando la estructuración de titularizaciones de cartera, donde el Gobierno y las multilaterales tomen los tramos más riesgosos. El Gobierno podría considerar también crear Fondos de Fondos de Capital Privado, tal y como Bancoldex ha buscado hacer para el capital de emprendimiento. Podría además vender participaciones en empresas maduras, de bajos rendimientos o de alta incertidumbre, para invertir mediante FCP en compañías rentables que necesitan recursos para desengavetar sus proyectos. Se trata de transformar gasto en inversión, generando externalidades positivas para todos. Un país con empresas mejor capitalizadas es un país menos vulnerable, que crece y es sostenible.