SEMANA: Ser el primero siempre es un honor, pero la primera mujer en 370 años en ser rectora de su alma mater debe dar tremenda felicidad. ¿Cómo vivió eso?
Ana Isabel Gómez: He puesto siempre mi vida al servicio del Rosario, y mi amor al claustro es infinito. El día de la elección a los candidatos nos pusieron a esperar solos en un salón aparte. Y cuando eso sucedió, simplemente pensé que estaré ahí con toda la responsabilidad y entregando lo mejor de mí. Sentí mucha emoción, pero estaba muy tranquila. Recordé algo que me dijo mi papá cuando le pregunté qué pensaba de que me postulara al cargo: “Siempre y cuando cada una de tus acciones sean con grandeza, en el mejor interés de tu alma mater, todo estará bien”. Es una responsabilidad inmensa como egresada, como profesora que he sido los últimos 20 años, como funcionaria, como médica y, por supuesto, también como la primera mujer en llegar a la rectoría.
SEMANA: ¿Qué le aporta el liderazgo de una mujer en este momento a la universidad?
A.G.: La vida les asigna a hombres y mujeres unos roles. Y se suele decir que los hombres tienen capacidad de liderazgo, de tomar decisiones en momentos difíciles y de proyectar fuerza. Puedo decir, sin estereotipar a las mujeres, que yo he hecho en la vida un liderazgo desde el amor, la compasión, la empatía, la lealtad, la bondad, el trabajo en equipo, los principios y los valores. Pero nunca quisiera decir que solo las mujeres tenemos eso. Nos asocian con la capacidad de amar sin límites, de entregarnos infinitamente y de sacrificarnos por otros. También con la prudencia con ser capaz de tomar decisiones mirando todos los escenarios. Pero podría decir que siempre he sentido que tengo una buena mezcla de habilidades femeninas y masculinas. Llevo 20 años trabajando en dos facultades muy representativas, la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, y Jurisprudencia. Y he trabajado también con Administración. Quiero pensar que el cuerpo elector en su sabiduría me eligió por mi hoja de vida para estar en esta coyuntura histórica. No quisiera reducir este momento solamente al hecho de ser mujer.
SEMANA: Ya que habla de esta coyuntura histórica, y tras unos meses muy difíciles, ¿cuál es su prioridad en la rectoría?
A.G.: Tengo tres ideas que van a permear todo lo que haga de ahora en adelante. La primera es que creo en el liderazgo por principios y valores, que apuntan a devolver la confianza. Lo segundo, que para mí es fundamental y es por disciplina, por bioeticista que soy, es que yo sí creo que las buenas decisiones éticamente factibles y jurídicamente sustentables nacen del diálogo. De un diálogo participativo que respete al otro y su diferencia, de entrada. Que de ese diálogo participativo de los distintos grupos de interés podamos llegar a la acción y no quedarnos en la polarización. Y lo tercero es la transformación. Pero es una transformación que debe mantener nuestra identidad, nuestro ADN, lo que se nos ha reconocido históricamente, lo que es valioso. Si nosotros borramos de un plumazo lo que somos, es desconocer estos 370 años de gente valiosa que ha trabajado por el país. Quiero abrir la reflexión de cuáles son las grandes transformaciones que debemos hacer para mantener nuestro legado en el tiempo. Suena cliché, pero nova et vetera, eso que está tan cercano a nosotros es una realidad: la capacidad de conservar lo que es verdaderamente importante, pero también la capacidad de transformarnos para los retos del futuro, para la protección de libertades fundamentales, para las nuevas tecnologías. Es una mezcla de eso.
SEMANA: Usted ha sido profesora de varias generaciones y es muy querida por sus estudiantes. ¿Qué mensaje les da a ellos, muchos inconformes o con incertidumbre por lo que ha vivido el Rosario?
A.G.: A mis estudiantes les pido que depositen su voto de confianza, como históricamente lo han hecho en su universidad, pero manteniendo un pensamiento crítico constructivo. Confíen en nosotros, en los que estamos acá. Hemos venido resolviendo las situaciones coyunturales, pero estas no pueden marcar nuestra historia: 370 años de hacer las cosas bien no pueden desaparecer por un periodo corto. Los profesores, los directivos hemos seguido todos en la tarea. Toda mi vida mi prioridad han sido tanto los estudiantes como los profesores. Entonces, yo quiero que ellos entiendan que eso que yo he sido como profesora durante 20 años no va a cambiar como rectora.