SEMANA: ¿Cómo fue el proceso de armar este libro póstumo? Alfredo Molano Jimeno: Este es un libro que mi padre construyó por muchos años, fueron 15 años escribiendo. Y por eso mismo había dejado muy clara su voluntad de que fuera publicado. Cuando él se muere, sentí la necesidad de cumplir ese deseo. Me llamó la atención que había depurado mucho las cartas. Yo pensé que iba a encontrarlas desordenadas y que iba a tener que hacer un ejercicio infinito de arqueología, pero no fue así. El manuscrito estaba prácticamente en un archivo, a excepción de unas siete u ocho cartas que busqué en los correos y con mi hermana. El resto de los textos estaban casi terminados y una parte importante de ellos, editados y muy limpios.
SEMANA: ¿Por qué cree que su padre escogió los géneros epistolar y de diario para este libro, que hoy pocos autores utilizan? A.M.: Creo que echó mano del género que más le salía natural. Era un gran escritor de cartas. Las escribió toda su vida a sus hijos, a sus novias, a sus hermanos y era tremendo escribiendo sobre su intimidad, sobre el amor. Es una lección que me dejó escrita en una carta: “Busca cualquier excusa para escribir y conviértelo en una carta”. También era un apasionado escritor de diarios. Y lo vine a entender después de su muerte porque encontré diarios sobre distintos momentos de su vida. Uno muy conmovedor es el de su exilio. También encontré un texto sobre la muerte de su mamá. Y el diario que hace parte de este libro creo que es el texto de un hombre mirando a los ojos de la muerte y lo escribe con la sabiduría de un viejo que está dejando por escrito su legado. SEMANA: ¿Por qué publicar un libro de Alfredo Molano tan distinto a lo que había escrito a lo largo de su vida? A.M.: Esa es una pregunta para los editores: ¿por qué se interesaron por un texto tan emotivo? De lo que sí estoy seguro es que mi padre nunca hizo nada de su vida esperando el éxito ni esperando ser el más reconocido. Él escribía porque era una función natural de su personalidad. Y lo hacía de una manera frenética y muy prolija, y lo tomaba como un acto íntimo. En este caso era un texto para Antonia en el que muestra todo su amor por ella, creo que nunca pensó en si sería un libro comercialmente exitoso. Simplemente quería que ella lo leyera y dejar una pieza que de alguna manera expresa toda su madurez como escritor.
SEMANA: ¿Antonia ya leyó el libro o el manuscrito? A.M.: Se está preparando emocionalmente. Es una niña de 14 años y para ella no se murió su abuelo, sino un poco su papá, su gran amigo, una persona con la que tenía una relación muy fuerte y entrañable. El libro aún no le ha llegado y ella estará sacando fuerzas del alma para leerlo. SEMANA: Ya estamos a casi un año de la muerte de Alfredo. ¿Cómo evaluaría su legado? A.M.: Tengo la sensación de que en la medida que pasa el tiempo, la obra de mi padre cobra mayor grandeza. Recién fallecido, cuando me llamaban los altos generales, los exjefes paramilitares, los exguerrilleros a darme sus condolencias, yo empecé a entender que la dimensión de mi padre era mucho más allá de la política. En vida, él fue catalogado un escritor de izquierda, pero apenas muere la gente empezó a entender la dimensión histórica y el legado de su trabajo, y empieza a leerlo con otros ojos. Recibí tantas palabras de admiración por su trabajo de gente que nunca me lo esperé. Casi un año después de su muerte hemos recibimos propuestas de crear la cátedra Alfredo Molano, porque dejó un legado en el periodismo y en las ciencias humanas. Hay cientos de periodistas, sociólogos e historiadores que lo tienen como referente e inspiración.