2020: el calvario de Joselito

El 24 de febrero de 2020, los barranquilleros enterraron a Joselito Carnaval. Lo que parecería una efeméride judicial para un cachaco, es en realidad un rito centenario, vernáculo, que le da sentido al carnaval de Barranquilla. “Joselito era un personaje de antología, del cual dicen que existió y que tenía una borrachera tal que no lo pudieron despertar. Esa misma alegoría ha sido llevada al martes de carnaval, en el cual este personaje jocoso, que deja un pocotón de viudas y de hijos, se muere, pero vuelve a vivir en el próximo carnaval”, explica Carla Celia, directora del Museo del Carnaval de Barranquilla. Pero tras la celebración del evento en 2020 llegó el coronavirus.

El jolgorio se convirtió en un escenario peligroso para la salud y por eso se decidió llevarlo a la virtualidad, eso sí con sacrificios: “Lo que no vamos a ver es la Batalla de Flores, no vamos a ver la coronación, no vamos a ver el bando, no vamos a ver el Festival de Orquestas ni los conciertos”, reveló María Teresa Fernández, secretaria de Cultura de Barranquilla.

Sin una calle por donde ser velado, ni viudas que lo lloren, este 2021 Joselito Carnaval seguirá atrapado en el sueño de Tánatos. Con resignación, los barranquilleros aceptan el carnaval virtual para no desprenderse de su esencia.

Barranquillero sin carnaval es como yuca sin suero...

“Estoy enamorado del Carnaval de Barranquilla porque a través suyo entiendo esa fanaticada con el Junior, con las playas, con la fruta; esas cosas que no veía en otros lados están aquí, reunidas y resumidas”, cuenta con orgullo Francisco Castillejo, constructor de carrozas festivas.

Muchos barranquilleros consideran un contrasentido realizar un festival virtual, porque para ellos su esencia es la calle, el jolgorio. Pero para la Alcaldía dejar de realizar una sola edición es impensable, pues el carnaval es guardián de la identidad cultural de Barranquilla. “El carnaval se lo lleva el barranquillero cuando está en Berlín (Alemania) y tiene nieve en sus zapatos, pero aun así se conecta a la Batalla de Flores que se está transmitiendo y se disfraza”, afirma María Teresa Fernández.

“Ser barranquillero es jugar bola e’trapo, es comer en el bordillo, es ponerse una máscara para mamar gallo, es tomarse una cerveza y pasar un buen rato. Aquí la gente se divierte con pocas cosas, porque es sencilla”, explica. Francisco.

Los estragos de la pandemia en el carnaval

Si bien con la medida de llevar a cabo un carnaval virtual, se busca evitar las grandes pérdidas económicas y “morales” que hubiera conllevado su cancelación, aun así, la economía de Barranquilla se verá afectada. Cerca de dos millones de personas llegaron en 2020 para disfrutar del espectáculo, lo cual le generó a la ciudad ingresos por 408.000 millones de pesos gracias al consumo, hotelería y souvenirs. Dinero que este año no llegará.

Alrededor de 55.000 personas dependen de manera formal o informal del carnaval, según la Cámara de Comercio de Barranquilla. Unos 25.000 son músicos, bailarines o diseñadores de carrozas alegóricas, quienes hoy pasan dificultades al no poder recibir el dinero proveniente de la convocatoria anual de la Secretaría de Cultura. “En el año 2020 el portafolio de estímulos fue de 4.200 millones de pesos. Con la edición virtual, esperamos recibir unos 600 proyectos, para impactar a 2.000 operadores”, explica María Teresa Fernández, secretaria de Cultura.

El carnaval pasó de costar 3.900 millones de pesos en 2020 a 2.500 en 2021. Aunque esta es una buena noticia para las arcas del Distrito, la ayuda es apenas para 8 por ciento de esos 25.000, a quienes hoy les tocó “irse con su música para otro lado”.

El drama de los ‘hacedores’

El término, acuñado desde mediados del siglo XX, hace referencia a quienes construyen con su arte y sus servicios el Carnaval de Barranquilla. Su profesión todo el año es ser carnavaleros. “Normalmente, desde octubre preparamos todas las coreografías. Los bailarines ensayan y los músicos los acompañamos”, cuenta Robinson Liñán, director del grupo folclórico Los Chamanes.

Los tradicionales talleres de costura en Soledad (Atlántico) que vestían a la reina, al Rey Momo o las comparsas, hoy se marchitan por la falta de trabajo. “El equipo base son 25 personas, pero ahora estamos solo seis u ocho”, admite con tristeza Mayra Pájaro, diseñadora de modas. “Muy probablemente podemos haber perdido 300 millones de pesos”. La necesidad de disfraces, trajes típicos o artistas se redujo drásticamente en 2021 y son pocos los participantes. El resto serán ‘hacedores’, pero de tareas menos alegóricas: “A la mayoría de los músicos nos ha tocado dedicarnos a otra actividad como vender buñuelos, vender pasteles, algunos hacen ‘carreras’ con sus autos como domiciliarios, etcétera”.