Habemus Defensor

Como se esperaba, no hubo mayor sorpresa en la elección del defensor del Pueblo que reemplazará a Carlos Negret a partir del 1 de septiembre. En una votación presencial con estrictos protocolos de bioseguridad, la Cámara de Representantes eligió a Carlos Camargo Assís por 140 votos. El actual director de la Federación Nacional de Departamentos contó con el apoyo de las bancadas de los partidos Conservador, Liberal, Centro Democrático, La U y Cambio Radical. La mayor parte de la oposición votó en blanco al considerar que ni Camargo ni Myriam Martínez eran especialistas en derechos humanos, y que Luis Andrés Fajardo, experto en el tema, había sido elegido a última hora para reemplazar a Elizabeth Martínez.

En su discurso de aceptación, Camargo describió su hoja de ruta. Dijo que trabajará “desde los territorios y para los territorios”, que estará al lado de “los señalados, los segregados, los perseguidos, los repudiados, los amenazados, los desplazados, los ignorados y los abandonados” y que buscará que el país deje de ser indiferente a los desplazamientos, a los asesinatos, a los abusos y a la violencia en general contra los menos favorecidos. Llamó a reducir la polarización y a evitar los enfrentamientos, labor en la que espera ser un protagonista. Camargo alabó la administración de Negret y aseguró que “construirá sobre lo construido” y aumentará aún más el prestigio y respeto de la Defensoría. Precisamente, en ese último punto, existe la mayor expectativa sobre el papel que desempeñará Camargo. Negret deja una institución con una credibilidad positiva cercana al 50 por ciento, según la última encuesta de Pulso País contratada por la W Radio. 90 años del patriarca

Jorge Cárdenas Gutiérrez, reconocido como uno de los líderes más importantes de los caficultores colombianos por dirigir la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) y por ser artífice de la Asociación de Países Productores de Café, cumplió 90 años. Nacido en Medellín, Cárdenas estudió Derecho en la Universidad de Antioquia y en la década de los cincuenta fue vicepresidente de Ecopetrol. En 1963, sin saber casi sobre el tema, como ha reconocido en entrevistas, entró a trabajar a la FNC y desde ese momento se convirtió en el dirigente más importante de ese ramo, hasta el punto de enfrentarse más de una vez a los presidentes de Colombia para lograr mejores precios internos del grano. Años después, en 1983, ocupó la presidencia de la FNC hasta 2002. En ese tiempo tuvo que capotear la crisis cafetera causada por la ruptura del Acuerdo Internacional del Café y liderar la reconstrucción del sector.

“Cuando todo esto termine...

Tendremos que hacer un gran esfuerzo para reconstruir la confianza. La pandemia nos invita a la sospecha, a alejarnos y a temer. La distancia física se volvió una prescripción y, por cuenta de ella, dejamos de darnos la mano, de reír a carcajadas, de comer juntos y de vernos al rostro. De practicar esos rituales diarios, tan humanos, que nos acercan y que nos permiten conocernos. El aislamiento afecta nuestra posibilidad de compartir con quienes piensan y viven diferente. En lugar de ello, exacerba nuestra disposición a buscar refugio entre los semejantes. El alejamiento de lo distinto activa nuestro miedo al otro y nuestra propensión a ver amenazas donde podría haber oportunidades. Se crean teorías de conspiración, se cuestionan los datos más evidentes y se fomenta el relato de que, para salir del atolladero, es necesario patear el tablero.

Necesitamos reconocer que la confianza es esencial. No se trata de un tema de bienestar subjetivo, ella incide en procesos como la adopción cultural de las políticas y las transacciones económicas. En ambientes de sospecha y tensión, en los que se cree que el interés del otro es salvarse sin importar el precio, no hay negocio que prospere ni política pública que funcione. Sin confianza son imposibles la cooperación y el intercambio, y, por lo tanto, la tan mentada reactivación económica. En la pospandemia nuestra sociedad tendrá una prueba de fuego: la de volver a creer en los otros, la de arriesgarse a construir lazos de cooperación. Tal vez esa resiliencia tan propia del pueblo colombiano, que se ha levantado mil veces de la atrocidad de la violencia, sea el activo más valioso en este instante.” Sergio Guarín