Aunque Santa Marta (1525), Cartagena de Indias (1533), Santiago de Cali (1536) y Asunción de Popayán (1537) son más antiguas, Bogotá (llamada en principio Nuestra Señora de la Esperanza) les arrebató el título de “capital” desde su fundación.

Según los historiadores, fue el 6 de agosto de 1538 cuando el español Gonzalo Jiménez de Quesada lo decidió “de facto”, tras ser encomendado por la corona para conquistar el territorio del continente americano al que denominaron Nuevo Reino de Granada.

El lugar al que los chibchas llamaban Bacatá, se bautizó “en español y en cristiano” con una misa, la oficiada por fray Domingo de las Casas, en la capilla de techo de paja, levantada donde hoy en día nativos y forasteros suelen tomar chicha, en la plazoleta del Chorro de Quevedo, en el barrio La Candelaria, en el centro histórico de Bogotá.

“Registrada” el 22 de abril de 1539, Jiménez de Quesada, junto a Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar, firmaron el acta donde la bautizaron jurídicamente: Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada.

Al año siguiente, cuando España aún era jurisdicción de Roma, el rey -y emperador- Carlos I le dio su primer título, al elevarla a la categoría de “ciudad”, el 27 de julio de 1540. Al décimo aniversario, en 1548, le otorgó otro superior: “muy noble, muy leal y ciudad más antigua del Nuevo Reino”.

Un siglo antes de que Simón Bolívar le diera el título de ‘la Heroica’, Cartagena de Indias reclamó -sin éxito- la condición de capital del Virreinato, en 1717.

Cuando se produjo el grito de independencia, la ciudad venía siendo señalada de “capital científica” en el continente, en buena parte por la Expedición Botánica liderada por José Celestino Mutis, y la posterior visita de Alexander von Humboldt, a comienzos del siglo XIX, a la ciudad “del primer observatorio astronómico de América”, promovido precisamente por Mutis.

Capital de la Gran Colombia hasta 1830, cuando Venezuela y Ecuador se separaron, fue oficialmente bautizada con el nombre de Bogotá en 1863, capital de los Estados Unidos de Colombia, hasta 1886. Desde entonces, capital de la República de Colombia, “Distrito Especial” a partir de 1954, por decreto del general Gustavo Rojas Pinilla, y “Distrito Capital” por la Constitución de 1991.

La Atenas suramericana

Bogotá, finales de siglo XIX.

En toda América Latina, a Bogotá la identifican como la ‘Atenas suramericana’ desde finales del siglo XIX, cuando se lo otorgó el escritor argentino Miguel Cané, al quedar “gratamente sorprendido” por la “agitación intelectual” de Bogotá, “con sus tertulias, conferencias diarias, cofradías de artistas y veneración al arte”, según la descripción del periodista Juan Gossaín, en su célebre recorrido escrito por los apodos de las ciudades y pueblos de Colombia.

La ‘Atenas’ ha mantenido su “agitación intelectual”, gracias a la que ha conquistado otros títulos, algunos de trascendencia mundial. Llegó a ser ‘Capital mundial del teatro’ a finales del siglo pasado, gracias al Festival Iberoamericano que la también argentina Fanny Mickey elevó a la máxima cita bianual del planeta de las tablas, desde 1989.

Capital Mundial del Libro

La feria del Libro de Bogotá. | Foto: Guillermo Torres

Desde que la Unesco empezó a conferir el título de ‘Capital Mundial del Libro’, en 2001, Bogotá se convirtió en la séptima ciudad del globo en obtenerlo, en 2007, segunda en América, después de Montreal (Canadá, 2005), y que ya habían alcanzado Madrid (España), Alejandría (Egipto), Nueva Delhi (India), Amberes (Bélgica), y Turín (Italia).

Hasta la fecha, solo Buenos Aires (Argentina) y Guadalajara (México) lo han alcanzado; Atenas (Grecia), apenas lo conquistó en 2018, once años después que la ‘Atenas suramericana’; Ámsterdam (Países Bajos) lo recibió en 2008, precisamente de manos de Bogotá.

El dato no deja de ser curioso, casi tres lustros después. A pocos días de cumplir sus primeros 484 años, Bogotá fue reconocida por dos prestigiosos medios estadounidenses como una de las ciudades que desafía el reinado de Ámsterdam , desde 1970, indestronable “Ciudad de la bicicleta”.

Ciudad de la bicicleta

Por toda la red de ciclorrutas y ciclovías transitan 880.000 bicicusuarios.

El pasado mes de julio, primero fue la revista Time la que incluyó a Bogotá entre los 50 mejores lugares en el mundo (The World’s Greatest Places), entre otras por por sus 550 kilómetros de ciclorrutas, el clima propicio para movilizarse en bicicleta, y el furor de sus habitantes, por lo que la catalogó como “el lugar más ciclístico” de América del Sur.

Días después fue The New York Times el que incluyó a Bogotá entre “las siete ciudades estupendas para recorrer en bicicleta”. Al reiterar la afición de sus habitantes por “moverse pedaleando”, destacó los 112 kilómetros de ciclovía los domingos, cuya participación en promedio es de dos millones de personas.

El escritor de viajes y experto en ciclismo Aaron Gulley, en el Times, también calificó el Alto de Patios, vía a La Calera, de solo 6 kilómetros, como una de las cuestas más “desafiantes” en el mundo.

Capital mundial, por decreto

La ciclorruta de la Carrera 19 al norte de la capital.

La “obsesión” de Bogotá por ser la “Capital Mundial de la bicicleta” no es nueva. En 2019, el artífices de las ciclorrutas, el alcalde Enrique Peñlalosa, firmó un decreto en el que le concedió ese título, antes de terminar su segunda administración.

En Bogotá se movilizan al menos 880.000 personas a diario en bicicleta, aproximadamente el 13 por ciento de los viajes, según ha estimado la secretaría de Movilidad. El más reciente indicativo de la firma internacional en diseño y desarrollo urbano Arcadis, con sede en Ámsterdam, la ubicó como la ciudad más sostenible de América Latina, y la número 78 en el mundo.

El título de ‘Capital Mundial de la bicicleta’, sin embargo, se le cuestiona a la capital colombiana, hasta en el propio país, donde es considerado una más de las auto proclamaciones propias del ADN de los cachacos.

En el extranjero también es controvertido, a tal punto que, en 2017, el diario británico The Guardian publicó un artículo a manera de aclaración: “Capital Mundial de la muerte en bicicleta”, al subrayar la alarmante estadística de personas muertas en accidentes viales, o a manos de ladrones de bicicletas.

De Ámsterdam a Bogotá

Bicicletas estacionadas en la Estación Central de Amsterdam | Foto: © Scott Barbour

Tras el furor del automóvil en todo el mundo, tras la Segunda Guerra Mundial, Ámsterdam la frenó a partir de 1971, cuando se registraron 3.000 muertos, entre ellos 400 niños. Aquella “pandemia” vial, y la crisis petrolera de 1973, fueron el combustible para que la ciudad se desarrollara alrededor de la bicicleta, cuando el resto del planeta marcaba sin parar sobre cuatro ruedas.

La capital neerlandesa cuenta con 35.000 kilómetros de vías exclusivas para bicicletas, de dos carriles en su mayoría. En menos de 30 años, Ámsterdam redujo a solo 2 muertos en accidentes, por cada 100.000 habitantes.

La red de ciclorrutas es la que moldea el mapa de la ciudad, y de las 811.000 personas que la habitan, hay 881.000 bicicletas. La bicicleta es el vehículo del 60 por ciento de los ciudadanos.

El Reto

Es difícil que la Atenas Suramericana, la Capital del Libro, destrone a Ámsterdam como la Capital Mundial de la bicicleta, a pesar de las políticas que han promovido el amor de los bogotanos por el pedal.

El año pasado 76 ciclistas fallecieron en accidentes de tránsito, otros 2.109 resultaron heridos, y se denunció el robo de 9.623 bicicletas. Cifras que manchan el título por el que casi un millón de bogotanos pedalean a diario para movilizarse y en condiciones muy diferentes a las de los Países Bajos.