SEMANA: ¿Qué balance deja esta década que completa la Feria del Millón en su esfuerzo por democratizar el arte?
Diego Garzón: Ha sido muy positivo. Ya son diez años de mostrar el trabajo de artistas jóvenes que no tienen dónde exponer. Hicimos el balance y solo en Bogotá han sido más de 1.000 que no tenían un espacio y en la feria lograron visibilidad. Es un indicativo grande y muestra la necesidad de este espacio en la escena artística colombiana, pues, adicionalmente a los que la feria muestra, también están los que aplicaron a la convocatoria aunque no queden seleccionados. Hemos persistido en mantener la feria en un país donde la cultura y el arte no son prioridad.
SEMANA: ¿Cómo nace este espacio?
D.G.: Esta iniciativa la dirijo con el arquitecto Juan Ricardo Rincón. En 2013, se nos ocurrió tener una feria con artistas emergentes, espontánea, para visibilizar a quienes no acceden a galerías. Pensamos en ponerles un tope a las obras y creímos que un millón de pesos era el precio y la calidad de la obra que podía financiarse con ese dinero. Pronto vimos que había una necesidad grande de los artistas de dar a conocer su trabajo y la feria se volvió esa vitrina. Con el tiempo, el tema del millón se volvió anecdótico e importa más la experiencia entre artista y público.
SEMANA: ¿Cómo ha sido, precisamente, la respuesta del público en un país donde no existe una cultura extendida de la compra de obras de arte?
D.G.: Ha sido interesante. La feria permite que el artista esté presente en su estand, entonces, el público puede hablar con los artistas y se ha generado un espacio de acercamiento valioso y enriquecedor. La gente puede aprender del proceso de los creadores, que es algo que no ocurre en otros espacios, como en galerías o museos. Hoy podemos decir que gracias a la feria muchos colombianos han podido comprar su primera obra de arte.
SEMANA: Cuando hacen la curaduría cada año, ¿qué preocupaciones estéticas y temáticas observan en los artistas del país?
D.G.: Hay mucha presencia del tema de la salud mental, la relación con las ciudades, las calles por las que transitan, los recuerdos de la infancia, la arquitectura, reflexiones alrededor del narcotráfico, de la violencia que se vive en el país. Y hay, además, un especial boom de la fotografía porque el acceso mismo a la tecnología ha hecho que esta generación piense mucho en función de las imágenes.
SEMANA: En un país como el nuestro, ¿qué tan fácil es que un artista toque a las puertas de una galería y pueda exponer sus obras?
D.G.: No es fácil. Lo que pasa es que no hay galerías para tantos artistas. Todo está muy centralizado en Bogotá y hay ciudades en las que, literalmente, no existe una galería. Por eso, a los artistas les toca ingeniárselas para circular sus obras de otras maneras.
SEMANA: Hablemos de la edición de 2023, la número once de la feria. ¿Qué encontrará la gente?
D.G.: Se realizará en un edificio de diez pisos y en cada uno hay una experiencia artística. Uno de ellos será para Voltaje, un salón de arte y tecnología, que no es comercial, con videos, instalaciones y obras sonoras. Tendremos un espacio para obras de más de 1.000 dólares, hechas por artistas que se han ido valorizando con el tiempo.
Y estarán en un formato especial. Habrá otros espacios del edificio intervenidos por artistas con elementos que había en el edificio mismo, que estaba desocupado desde hace un tiempo. Entonces, varios artistas utilizaron muebles y escritorios para sus creaciones. Y tendremos una retrospectiva con un reportero que se llamó Carlos Caicedo; su obra es sobre reportería gráfica deportiva. Habrá gastronomía y música.
SEMANA: Hace una semana, se batió un récord con un par de obras de Fernando Botero. ¿Qué tan valorizado está el arte colombiano?
D.G.: Eso depende de muchos factores. Botero es un artista superreconocido que vivió fuera de Colombia la mayor parte de su vida. Eso lo ayudó a que se volviera universal. Pero a veces pasa que ciertas obras adquieren unos valores que no se entienden muy bien. Hace unos años, vimos, por ejemplo, a Óscar Murillo, que era un artista muy joven y vendió obras carísimas. Pero poco se sabe sobre qué está haciendo en este momento. Los precios en el arte a veces suelen ser caprichosos.