SEMANA: ¿Qué piensa de que se haya caído el proyecto de ley que regulaba la eutanasia en el país? CARMENZA OCHOA: Es una situación desafortunada que nos muestra que vivimos en un país que todavía es manejado por la religión católica y evangélica. Muchos creyentes quieren imponernos sus creencias y no permiten que se legisle para un país laico. Si no fuese así, cada persona, de acuerdo con sus convicciones, decidiría si accede a la eutanasia o no. Cuando se permitió el divorcio, también se opuso la Iglesia porque, según ellos, se acabaría el matrimonio. Ya han pasado 30 años, y la gente se sigue casando.
SEMANA: ¿Es un paso atrás en la materia? C.O.: Hay que recalcar que la caída del proyecto no echa por el suelo la resolución 1216 del Ministerio de Salud, la cual permite la eutanasia en casos muy concretos. Sin embargo, es difícil de entender que por convicciones religiosas de otros se impida tener el derecho de morir dignamente. SEMANA: ¿Qué hubiese cambiado si se aprobaba el proyecto? C.O.: Le hubiese dado a los médicos mucha seguridad jurídica, ya que la ley precisamente dejaba claro el procedimiento para acceder a ese derecho. Y aunque la resolución del ministerio debería ser suficiente, el proyecto ampliaba a otros casos la eutanasia. Por ejemplo, daba la posibilidad de una muerte asistida para pacientes con enfermedades crónicas con intenso sufrimiento, así no estuviesen en etapa terminal. Hay muchos pacientes a los que se les cataloga así, por lo que esta ley tiene que materializarse en algún momento. SEMANA: ¿Cómo se encuentra Colombia en la reglamentación de esta materia frente a otros países? C.O.: Muy de avanzada. Es el único país de Latinoamérica que ha despenalizado la eutanasia, lo cual se hizo en 1997. Además de Colombia, solo en cuatro países más se puede recurrir legalmente a la eutanasia: Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Canadá.
SEMANA: ¿Por qué la religión sigue pesando en la discusión de temas como la eutanasia? C.O.: Porque los católicos y los evangélicos consideran que dios es el dueño de la vida, y que él solo la presta. En este sentido, no se podría tomar la decisión de morir bajo ninguna circunstancia, ni siquiera cuando se está viviendo sin dignidad o con mucho dolor. Si en realidad tomamos un cuerpo prestado y no podemos decidir sobre nuestra salud, nadie debería ir a una clínica. Hacerse tratamientos violaría la voluntad de dios, así que no nos quedaría más remedio que morirnos sin hacer nada al respecto. SEMANA: ¿Qué pasará ahora que el proyecto de ley se cayó? C.O.: El representante de la iniciativa, Juan Fernando Reyes Kuri, se comprometió a volver a presentar el proyecto. Seguramente lo hará, y hay que ser optimistas porque no hay una posición radical alrededor del tema, ya que apenas dos votos marcaron la diferencia.