Semana: ¿Qué opinión le merece Diomedes? Daniel Samper: Que fue un intérprete que ayudó a extender la popularidad del vallenato y un compositor a quien debemos un puñado de obras dignas de recordar. Semana: ¿No se debería tener en cuenta su vida? D. S.: Cuando se rinde homenaje a un artista, no se lo está proponiendo como modelo de vida. Si así fuera, muchos grandes escritores, músicos y pintores estarían en el limbo. No me atrae la vida de Diomedes, pero ello no me impide admirarlo. Semana: Pero la obra siempre refleja lo vivido por el autor. ¿Y no es ese, acaso, el propósito del arte? ¿Entonces qué opina de que el tema esté en el Congreso? D. S.: No me parece mal. Los congresos de todos los países tienden a reflejar el sentir de la gente. El de Estados Unidos, por ejemplo, confiere una medalla de las artes, que se han colgado desde músicos de salsa como Tito Puente o de blues como B.B. King hasta escritores como el nobel Saul Bellow o el traductor de Cien años de soledad al inglés, Gregory Rabassa. Semana: Entre los juglares que usted adora, ¿hubo alguno con una vida turbulenta? D. S.: Muchos artistas, pintores, políticos, comerciantes, empresarios, deportistas y hasta papas han tenido ‘vidas turbulentas’. Reconocer su trabajo no significa aprobar su modo de vida, ni sus ideas. Céline sigue siendo uno de los grandes novelistas franceses a pesar de sus veleidades pronazis, y no le quita genialidad a Borges el infame apoyo que dio a Pinochet.