José Luis Bohórquez, alcalde de Duitama, Boyacá, y elegido por el Pacto Histórico, tomó la decisión de tumbar la estatua de César Rincón por la ley que se aprobó y que prohíbe las corridas de toros en Colombia.

El mandatario local, suspendido provisionalmente por el Consejo de Estado por doble militancia, invitó a la senadora Esmeralda Hernández, del petrismo, para hacer el espectáculo que tuvo aplausos y videos del momento en el que se agredió la figura del torero, quien, al margen de la discusión sobre la protección animal, puso en lo alto el nombre de Colombia cuando el país estaba librando una guerra contra Pablo Escobar y los carteles de drogas al inicio de la década de los noventa.

Dicho acto, que ha sido reprochado incluso por los propios sectores animalistas al considerarlo innecesario, recordó que sectores del petrismo tumbaron otras estatuas en el país durante el estallido social de 2021.

En ese momento hubo comunidades indígenas y grupos de jóvenes que, según ellos, buscaban repensar la historia de nuestro país mediante esos actos, que fueron considerados por algunos como vandalismo. Más allá de esta válida discusión, lo cierto es que la historia de Colombia no se borrará derrocando esculturas que marcaron algún momento específico e irrespetando a un sector de ciudadanos que pueden sentirse identificados.

Lo ocurrido con Rincón el 25 de junio prende las alarmas por las decisiones que toman unos pocos y que únicamente promueven el odio entre colombianos.

Gilberto Alzate Avendaño (Manizales)
Sebastián de Belalcázar (Cali). | Foto: Externos COLPRENSA ©
Gonzalo Jiménez de Quesada (Bogotá). | Foto: COLPRENSA ©
Misael Pastrana (Neiva).
Antonio Nariño (Pasto). | Foto: Externos COLPRENSA ©
Rodrigo Lara Bonilla (Neiva) | Foto: Rolf Meier
Diego de Ospina y Medinilla (Neiva).
Cristóbal Colón y la reina Isabel la Católica (Bogotá) | Foto: ESTEBAN VEGA LR