En julio de 1984, Misael Pastrana Borrero era, después del presidente, el hombre más poderoso de Colombia. El hecho despertó la curiosidad de la opinión pública, sobre todo porque el expresidente podía prescindir de roscas y sin embargo influir en el país. Hace 30 años, SEMANA dedicó su portada a reconstruir la vida política del huilense. Nacido en Neiva en 1924, estudió Derecho y Economía y pronto supo que su vocación era la misma de su padre: la política. Pasó de ejercer cargos diplomáticos en Washington y Roma a ser ministro de Gobierno y Justicia durante la Presidencia de Carlos Lleras Restrepo hasta abrirse camino a la suya en 1970. A diferencia de otros exmandatarios, Pastrana no perdió una pizca de poder tras el fin de su gobierno. Esto se explicaba por un hecho sencillo: era el único con vida de los expresidentes conservadores y así tenía la última palabra en las decisiones de su partido. Personas allegadas a él contaban incluso que lo veían tentado a proponer la reelección, pero nunca se atrevió a hacerlo. La causa: la idea generaría tantas críticas que lo más probable era que perdiera el poder que ya tenía ganado.