SEMANA: ¿Por qué se anima a hacer semejante trabajo sobre la extradición?
María Elvira Samper: Cuando Édgar Téllez, de Planeta, me llamó a proponerme que escribiera sobre la extradición, yo le dije: “Espérese, porque me parece que sobre eso está todo escrito, déjeme lo pienso”. Y él me contestó: “No lo piense, hágalo”.
SEMANA: ¿Y qué pasó después?
M.S.: Me encuartelé. Empecé a buscar y pensé que podía aportar en contar la extradición como eje, como columna vertebral y enredar todo lo que ha sido la historia de estos últimos 40 años desde esa perspectiva. Las oleadas terroristas, la Constituyente, su papel en la toma del Palacio de Justicia, su regreso a la Constitución. No tengo ninguna ambición distinta a ser una especie de notaria y registrar lo que ha sucedido. Es un libro de utilidad para las nuevas generaciones, muchos inclusive no saben ni siquiera quién es Luis Carlos Galán. No es un libro académico, no pretende ser la biblia del tema, pero sí creo que fue un esfuerzo grande que me sacó más canas de las que tengo.
SEMANA: Es un libro creado y nacido en la pandemia…
M.S.: Me encerré y me dediqué a eso. Le dediqué todas las horas del mundo por casi tres años y eso me sirvió porque me dio polo a tierra. Y no me dejó, por decirlo así, caer en esa vorágine de incertidumbre que se vivió con la pandemia.
SEMANA: Su libro aparece en un momento en el que se habla mucho de extradición por la propuesta del presidente Petro. ¿Qué piensa de esa salida?
M.S.: Justo esta semana, el presidente firmó extradiciones de narcotraficantes. Es un mensaje para aquellos que se despelucaron diciendo “ya no van a extraditar a nadie”. Entonces, se entiende qué les dicen a los narcotraficantes: que se entreguen y entreguen rutas y reparen sus víctimas, y no los extraditarán; pero que sí lo hará si no hacen el proceso completo. La extradición siempre ha sido un poco de zanahoria y otro de garrote.
SEMANA: ¿Dónde ve la zanahoria y dónde, el garrote?
M.S.: Ahí mismo. Pero también es que es una manera de mandarle el mensaje a los Estados Unidos de que están colaborando en la lucha contra las drogas, pero, al mismo tiempo, es lo que les permite pasar el sombrero para mostrarse como aliados y lograr recursos económicos mayoritariamente para el fortalecimiento de las Fuerzas Militares y el desarrollo social.
SEMANA: Estados Unidos dio una respuesta muy prudente. ¿Cree que en el fondo hay malestar?
M.S.: No. Creo honradamente, como sucede con mucha gente en el país, que se le está dando un compás de espera a Petro. Creo que fue una reacción muy diplomática, en espera de qué va a pasar. Son funcionarios del Gobierno Biden, un gobierno demócrata, y dijeron que querían tener una mirada holística sobre el problema de las drogas.
SEMANA: ¿Usted no cree que esto le traiga consecuencias al país?
M.S.: La extradición es una figura acomodaticia que se utiliza según los intereses y la coyuntura. Por eso, es distinta la extradición en la época de Barco a la época de sometimiento de Gaviria o las negociaciones con las Farc de Pastrana. O en el caso de Uribe con los paras o de Santos con la guerrilla. No tengo un juicio taxativo, categórico y único sobre la extradición, sino que veo que es un mecanismo que se acomoda o que lo van acomodando los Gobiernos según las coyunturas.
SEMANA: Usted comenzó y terminó con dos personajes muy emblemáticos en materia de extradición: Carlos Lehder y Otoniel. ¿Qué ha cambiado del uno al otro?
M.S.: En todos hay una negociación. Con Otoniel buscarán redes de narcotráfico, conexiones con otros países, supongo que les interesara jalar los hilos con respecto a los carteles mexicanos. Estados Unidos nunca negocia a cambio de nada. Unos entregarán su fortuna. Otros, como los Rodríguez Orejuela, entregaron información, se allanaron a cargos y les clavaron un montón de años. Tanto fue así que Gilberto Rodríguez muere en la cárcel y Miguel Rodríguez está esperando que lo suelten por piedad. Todo a cambio de que no persiguieran a su familia. En el caso de Carlos Lehder, él sigue insistiendo en que le pusieron conejo porque fue el testigo clave en el caso contra Manuel Noriega en Panamá, y le metieron 30 años de cárcel. Acabó en Alemania deportado porque es nacional de este país y dice que sostenido por sociedades de allá. Los Estados Unidos siempre obtienen algo. En lo que no estoy muy clara es qué tanto obtenemos nosotros.