Hace pocos días, quienes trabajan en la Estación de Biología Tropical Roberto Franco de la Universidad Nacional, en Villavicencio, fueron testigos de un fatídico desenlace amoroso, en pleno ritual de apareamiento de los cocodrilos que hacen parte de una reducida población que poco a poco se consolida para salvar la especie.
Según los expertos, esta especie de reptiles es sumamente agresiva, instinto que se desata con todo su poder en la temporada de reproducción; por eso un cocodrilo macho se enfrascó en una fiera disputa con una hembra que se resistía al cortejo, y decidió atacarla de una forma tan violenta que le causó graves heridas. De un solo mordisco prácticamente le destrozó la cara.
“Fue una fractura en la mandíbula, donde le seccionó buena parte del hueso y dañó los tejidos de la lengua que le permiten a ella comer; ese tipo de lesión es irreversible, y como veterinarios supimos que no tenía buen pronóstico porque ellos dependen de su capacidad de capturar las presas con la boca para sobrevivir”, relata Carlos Moreno, profesor asociado de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional.
El equipo de especialistas que viene trabajando sin desmayo en identificar plenamente las características genéticas y fisiológicas de este tipo de reptiles, con el fin de mejorar su protección y repoblamiento, decidió jugarse una carta: llevarla a Bogotá para intentar salvarle la vida.
La inmovilizaron en un gigantesco guacal, “le aplicamos analgésicos, antibióticos, la hidratamos y la llevamos por tierra hasta la capital, en medio de un monitoreo constante, pero sabíamos que era demasiado difícil que sobreviviera”, explica el profesor Moreno.
Una vez en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Nacional, la hembra de cocodrilo fue sedada y sometida a un proceso de análisis exhaustivo, a través de una tomografía, que requirió pasarla dos veces por el aparato, dado que tenía casi dos metros y medio de longitud.
Los peores temores se volvieron realidad, no había marcha atrás, ni siquiera con una cirugía reconstructiva, porque el impacto del ataque fue tan brutal que la hembra de cocodrilo no se recuperaría jamás, al quedar incapacitada para cazar: “Era necesario, para no someterla a sufrimiento, practicar la eutanasia”, explica el experto.
Pero semejante tragedia abrió la puerta para una oportunidad inmejorable en aras de la conservación del Crocodylus intermedius, nombre científico del cocodrilo del Orinoco, el más grande Colombia y uno de los más imponentes del mundo entero.
Aun en medio de la tristeza, el grupo de veterinarios aprovechó la muerte del animal para profundizar en el proyecto de investigación que les permitirá conocer en detalle la estructura genética y morfológica de la especie, de manera que puedan identificar más y mejores condiciones para que escape de la extinción.
“La idea es publicar un atlas tomográfico del Crocodylus intermedius porque no existe ni uno solo en el mundo; es una obligación de la Universidad, porque no es solamente reproducirlos sino conocer toda la parte fisiológica, ya que ellos se enferman como cualquier otro animal y necesitamos atenderlos”, relata Moreno.
Luego de la muy apacible muerte de la hembra, la trasladaron a un laboratorio especializado, donde utilizando tecnología de punta en manos de consagrados expertos, se reveló gran parte de los secretos genéticos y físicos de la especie para entender su morfología y por ende la forma de garantizar que se reproduzcan y sobrevivan de manera más sostenible.
“Nosotros podemos hacer cortes secuenciales de una parte o de todo el cocodrilo, y de esa manera podemos ver su anatomía, su morfología, sus órganos, sus huesos y así determinar más rápido dónde tienen una enfermedad; no existe hasta hoy información que nos permita comparar un patrón de un animal sano con el de uno enfermo”, explica Henry Meneses, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional y miembro del equipo de especialistas.
En la práctica, lo que era una tragedia irremediable por la muerte de una de las hembras más fecundas del grupo se convirtió en una caja de respuestas y soluciones; por eso, el cuerpo seccionado del animal está a buen recaudo y a disposición para salvar a decenas de congéneres que hoy crecen en la Estación de Villavicencio.
“Es como cuando usted tiene un pan tajado, usted tiene rebanadas de ese pan, y usted puede sacarlas y meterlas de nuevo dentro de él; esto es lo que podemos hacer: sacar cortes anatómicos y tomográficos y eso es como si uno estuviera viendo cada órgano de forma real”, acota Meneses.
Luego de la ingeniosa salida, de lamentar la muerte de uno de los ejemplares más fuertes y prometedores, pero conscientes de que esa partida fue el preludio de tiempos mejores, los científicos se alistan para la liberación de un grupo de cocodrilos que nacieron y crecieron en cautiverio y serán llevados a su hábitat natural.
“El 27 y 28 de marzo vamos a hacer una liberación de 25 animales adultos en el Parque Nacional El Tuparro, en el Departamento de Vichada; son animales que ya surtieron todo un proceso de selección, de caracterización genética, con pruebas muy sofisticadas que antes no se hacían en el país”, sostiene el profesor Moreno, quien aclara que “escogimos los que genéticamente más corresponden a la zona del Vichada”.
Por eso, la próxima liberación que se haga tendrá ejemplares más fuertes, con más capacidad de adaptación y supervivencia, porque los científicos podrán tomar como referencia para prepararlos, los secretos ocultos en el cuerpo de la hembra que no soportó una dentellada de amor.